pablo ramos
01-sep.-2008, 02:39
Hace años ya, viví cerca de un amigo que estaba muy pero que muy enamorado. Cosa ya de por sí grave, agravada por el hecho de que el tipo no podía ver a su compañera, disposición tal vez de Dios o mas seguramente de sus auto designados defensores.
Bastante amigotes, solíamos compartir caminatas en las que el tema dominante era su abrasador, imbatible amor. Un buen dia me confió que estaba trabajando en un poema que, pese a las dificultades, confiaba en hacerle llegar a su amada como testimonio de tan profundo sentimiento.
Y yo, que ya por entonces era un enamorado no correspondido del amor, comprendí que mi amigo en realidad estaba reclamando ayuda: tales erupciones son de muy difícil contención en versos. Así que le recomendé que no se apresurara en terminar sus trabajo, que lo que era tiempo no faltaba, y le sugerí que leyera poesía, no para copiar sino porque muchas veces algunas ideas recién cuajan cuando se escucha o se lee a otro.
Y dado que tenía entre las siempre escasas propiedades un librito, me fui de una escapada hasta mi residencia y se lo traje. Se puso más contento que mono con reloj.
Al día siguiente lo ví ni bien asomé, pero ya de lejos lo noté extraño de modo que esperé que fuera él quien se acercara, cosa que no hizo. Caminó solo, vista al piso, se sentó en un banco a mirar nada, y allí se quedó. Así pasaron dos o tres días, hasta que una mañana se vino despacio, acompasó el paso, sonrió con esa alegre tristeza del olivo como dijo alguno,y me tendió el libro.
- Gracias -dijo-. Apenas lo leí me agarré una bronca enorme, incluso con vos, en una de esas lo notaste, pero después se me pasó. Vos sabés que a mi se me da bastante bien tallar los huesos, así que pensé, "que joder, pelao, si a vos se te dan los huesos que te querés meter a poeta. Tallale un perrito como el Tatú, y en todo caso recomendale el librito y la poesía".
Y se rió otra vez, y caminamos más. Mucho más.
Yo me llevé "Historias de tu ausencia" de Armando Tejada Gomez a mi biblioteca unilibresca, y antes de dormir le eché otra ojeada a ese bellísimo poema que se llama La Barca:
A imágen de mí,
y a semejanza
de tanto y cuanto sueño desvelado
te vi llegar,
atravesar la ausencia
con la proa alunada de tu barca
Y a imágen de ti,
y a semejanza
de un antiguo profeta desterrado
salí a nombrarte niños,
a fundarte,
a ser tu territorio y tu habitante.
Pongo una historia aquí.
Fecho tu arribo.
Inauguro en tu voz mi calendario:
tu has de explicarme el alba cuando llegue
rodeada del rito de los pájaros.
Destino tu lugar:
este es el sitio
donde fui diariamente solitario.
Siembro una estrella aquí para que crezca
su luz enamorada por tu sangre.
Fundo tu casa aquí.
Sostengo el día
y su paloma sideral sin márgen,
para que andes vestida de alegría
tan humeda de azul, como el verano.
Debes decirme tu como la tarde
se te hace horizonte en el regazo.
Como la noche es tu materia, y tiembla,
ceñida por tu piel y por mis brazos.
Cuéntame como canto cada rama,
cada viento que pasa,
cada olivo,
y aprenderás a verme en mis silencios,
maduros de memoria, como el vino.
Pongo tu nombre aquí.
Este es mi modo
de amarrarte la barca con la vida.
Mi manera inconciente de ser hombre.
La costumbre terrestre de mi espiga.
Escuchame crecer...
multiplicarme...
La muerte, queda lejos todavía
Bastante amigotes, solíamos compartir caminatas en las que el tema dominante era su abrasador, imbatible amor. Un buen dia me confió que estaba trabajando en un poema que, pese a las dificultades, confiaba en hacerle llegar a su amada como testimonio de tan profundo sentimiento.
Y yo, que ya por entonces era un enamorado no correspondido del amor, comprendí que mi amigo en realidad estaba reclamando ayuda: tales erupciones son de muy difícil contención en versos. Así que le recomendé que no se apresurara en terminar sus trabajo, que lo que era tiempo no faltaba, y le sugerí que leyera poesía, no para copiar sino porque muchas veces algunas ideas recién cuajan cuando se escucha o se lee a otro.
Y dado que tenía entre las siempre escasas propiedades un librito, me fui de una escapada hasta mi residencia y se lo traje. Se puso más contento que mono con reloj.
Al día siguiente lo ví ni bien asomé, pero ya de lejos lo noté extraño de modo que esperé que fuera él quien se acercara, cosa que no hizo. Caminó solo, vista al piso, se sentó en un banco a mirar nada, y allí se quedó. Así pasaron dos o tres días, hasta que una mañana se vino despacio, acompasó el paso, sonrió con esa alegre tristeza del olivo como dijo alguno,y me tendió el libro.
- Gracias -dijo-. Apenas lo leí me agarré una bronca enorme, incluso con vos, en una de esas lo notaste, pero después se me pasó. Vos sabés que a mi se me da bastante bien tallar los huesos, así que pensé, "que joder, pelao, si a vos se te dan los huesos que te querés meter a poeta. Tallale un perrito como el Tatú, y en todo caso recomendale el librito y la poesía".
Y se rió otra vez, y caminamos más. Mucho más.
Yo me llevé "Historias de tu ausencia" de Armando Tejada Gomez a mi biblioteca unilibresca, y antes de dormir le eché otra ojeada a ese bellísimo poema que se llama La Barca:
A imágen de mí,
y a semejanza
de tanto y cuanto sueño desvelado
te vi llegar,
atravesar la ausencia
con la proa alunada de tu barca
Y a imágen de ti,
y a semejanza
de un antiguo profeta desterrado
salí a nombrarte niños,
a fundarte,
a ser tu territorio y tu habitante.
Pongo una historia aquí.
Fecho tu arribo.
Inauguro en tu voz mi calendario:
tu has de explicarme el alba cuando llegue
rodeada del rito de los pájaros.
Destino tu lugar:
este es el sitio
donde fui diariamente solitario.
Siembro una estrella aquí para que crezca
su luz enamorada por tu sangre.
Fundo tu casa aquí.
Sostengo el día
y su paloma sideral sin márgen,
para que andes vestida de alegría
tan humeda de azul, como el verano.
Debes decirme tu como la tarde
se te hace horizonte en el regazo.
Como la noche es tu materia, y tiembla,
ceñida por tu piel y por mis brazos.
Cuéntame como canto cada rama,
cada viento que pasa,
cada olivo,
y aprenderás a verme en mis silencios,
maduros de memoria, como el vino.
Pongo tu nombre aquí.
Este es mi modo
de amarrarte la barca con la vida.
Mi manera inconciente de ser hombre.
La costumbre terrestre de mi espiga.
Escuchame crecer...
multiplicarme...
La muerte, queda lejos todavía