Lucian
20-ago.-2008, 18:07
Una fiebre de magma
Sueño con sus lágrimas con mucha frecuencia.
Su mirar es nublado, dulce y también ignoto.
Tiene en su expresión un dejo de infinita ausencia.
Viene hacia mí por el camino de un espejo roto.
Es un sueño otoñal gris y también veraniego colorido.
Regala una sonrisa leve sólo por la costumbre.
Me regala estrellas y se queda con el fondo renegrido
Entre la tiniebla su queja se vuelve toda lumbre.
Inútilmente a veces me quedo y la espero despierto
pero el cansancio y la languidez me gana los ojos.
Es una musa lívida que me enjuaga en lo cierto.
Fría, aunque se ve ardor en sus labios rojos.
La conozco. Ya nos vimos. Ella también lo sabe.
¿Qué nos separa? Algo frágil y transparente,
Algo de poemas y melancolía dulce y suave.
“Te quiero” sonó en mi boca, y se fue, de repente.
Hades
Nunca mi corazón va a ser tan grande como para bombear la sangre de tu sonrisa. Mi pecho es un lupanar donde las mujeres no tienen rostros. Para que los idiotas que les creen, no las recuerden ni las busquen más.
Jamás mis lágrimas van a ser lo suficientemente saladas como para que cuando caigan en mis heridas, me digan que lloro porque de una vez por todas estoy amando.
Nunca mis ojos te van a olvidar. No por nostalgias dulces ni nada de eso. Sino porque la conciencia me recuerda siempre el gesto que tenía ese rostro antes de que lo asesinara.
Nunca mi soledad te va a aceptar.
Nuestro amor. Sólo ella y yo sabemos cuando y cómo, con quien y dónde va a terminar.
Para mis ansias, siempre vas a faltar. Un bocado, un plato, cosas de un sabor incomparable pero que no llenan jamás.
La tarea de limpiar mi sangre de esas piedras, nunca te va a tocar.
El miedo, el hastío, la nostalgia. Las joyas que yo nunca, nunca te voy a regalar. No las sabrías llevar.
Sueño con sus lágrimas con mucha frecuencia.
Su mirar es nublado, dulce y también ignoto.
Tiene en su expresión un dejo de infinita ausencia.
Viene hacia mí por el camino de un espejo roto.
Es un sueño otoñal gris y también veraniego colorido.
Regala una sonrisa leve sólo por la costumbre.
Me regala estrellas y se queda con el fondo renegrido
Entre la tiniebla su queja se vuelve toda lumbre.
Inútilmente a veces me quedo y la espero despierto
pero el cansancio y la languidez me gana los ojos.
Es una musa lívida que me enjuaga en lo cierto.
Fría, aunque se ve ardor en sus labios rojos.
La conozco. Ya nos vimos. Ella también lo sabe.
¿Qué nos separa? Algo frágil y transparente,
Algo de poemas y melancolía dulce y suave.
“Te quiero” sonó en mi boca, y se fue, de repente.
Hades
Nunca mi corazón va a ser tan grande como para bombear la sangre de tu sonrisa. Mi pecho es un lupanar donde las mujeres no tienen rostros. Para que los idiotas que les creen, no las recuerden ni las busquen más.
Jamás mis lágrimas van a ser lo suficientemente saladas como para que cuando caigan en mis heridas, me digan que lloro porque de una vez por todas estoy amando.
Nunca mis ojos te van a olvidar. No por nostalgias dulces ni nada de eso. Sino porque la conciencia me recuerda siempre el gesto que tenía ese rostro antes de que lo asesinara.
Nunca mi soledad te va a aceptar.
Nuestro amor. Sólo ella y yo sabemos cuando y cómo, con quien y dónde va a terminar.
Para mis ansias, siempre vas a faltar. Un bocado, un plato, cosas de un sabor incomparable pero que no llenan jamás.
La tarea de limpiar mi sangre de esas piedras, nunca te va a tocar.
El miedo, el hastío, la nostalgia. Las joyas que yo nunca, nunca te voy a regalar. No las sabrías llevar.