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Tema: Tres eran tres.

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    11-junio-2007
    Ubicación
    Arrasate-Mondragon
    Mensajes
    2.810

    Predeterminado Tres eran tres.

    Tres eran tres los que se conocieron y se separaron. Tres eran tres, por no decir cuatro, o cinco, los personajes de esta historia.
    El primero es un niño risueño, inteligente, buen hijo y alumno, pero odiado por sus iguales. Se debe a sus deberes, escolares y fraternales, para rellenar el hueco de no tener amigos. Cada vez que se acerca a alguien de su clase, le espantan como se espanta a una cucaracha. Y él, cabizbajo, va a recoger a su hermanito pequeño, y a limpiar el salón, y cocinar para mamá, para expiar su culpa. Pero mira hacia delante y todavía queda mucho, todo va tan mal que sólo puede mejorar. Se imagina cuando tenga 9 años, y 13, 12, 14 en todo caso, nunca más, aún queda mucho, y sonríe. Él será alguien importante, médico, salvará vidas, tendrá una casa enorme y sabrá conducir rápido pero sin poner en peligro a nadie, y todo el mundo se lo agradecerá, todos le tendrán mucho que agradecer.
    Una adolescente fea, bizca, con la espalda en forma de interrogación y piernas como palillos se siente igual mujer. Sale de su casa arreglada, pintada, con sus mejores galas y, a la vuelta de la esquina ya el primer insulto. Agacha la cabeza, se le saltan las lágrimas, pero no, ya está cansada de eso. Ve pasar a una chica de su edad, que enseña un piercing en el ombligo y una piel radiante. Quiere morirse. Le daría igual si no se metieran con ella. Alguien habría que la viese guapa. Si gustan los pelos cardados, los pechos operados, las cejas depiladas en un hombre, "Los vigilantes de la playa", la moda gótica, pincharse agujas en la lengua...¿porqué no iba a gustar ella?. Pero lo cierto es que pasan los años y es verdad, no gusta a nadie. Escribe a páginas de contacto y nada. Sale a la discoteca y nada, se acercan a sus amigas, a ella no. Repite para sus adentros que daría un brazo, o una pierna (por muy feas que las tenga) para saber qué se siente siendo guapa un sólo día. Notar que te miran con deseo, que te hablan sin palabras, que cuentas en sus vidas. Y hace cálculos mentales, sumando atributos que le faltan y restando defectos que le sobran, de cómo sería. Si por lo menos fuese intelectualmente especial...pero a quién va a engañar. En ese tema la mediocridad es su medida. ¿Qué le queda?.
    Él es un hombre atractivo, con ciertas canas ya en su mata de pelo negro lacio. Ahora vive solo en un piso pequeño, pinta cuadros abstractos (no tiene talento para los figurativos) y va a todos los lados de la ciudad en autobús urbano. Sale con mujeres y llega a lo que quiere con ellas, nunca le han puesto barreras, incluso con casadas o menores que él. Sus amigos le quieren y envidian por partes iguales. Ellos soportan la carga de hijos, hipotecas y jefes desalmados. Pero no saben que es él el que les envidia. Llega a su casa y conversa con el ruido del silencio. Suelen tratar temas del pasado, de ilusiones que se rompieron, del dolor que hay tras la puerta de la lucidez, la inmensa soledad que rodea las relaciones sociales, excepto una, y cómo se van colando los segundos por el sumidero del tiempo, con el único testigo de algunas fotos y objetos de otros años de los que, poco a poco, se ha ido librando.

    Un día cualquiera el pintor tuvo que dejar sus labores y dedicarse a la formación. Tras su aburrida exposición del aburrido arte abstracto cogió sus papeles, que sólo adornaban su rol de profesor por un día y se dispuso a volver a su casa en el autobús. Ese día algo olía mal en el ambiente, sudor, ya era cerca del verano, o ruedas sobrecalentadas. Lo cierto es que adoptó el rictus de Haníbal Lecter y, sin darse cuenta, lo llevó con él mientras miraba la espalda jorobada de una adolescente. Ella pareció darse cuenta, volvió la cabeza y, al interpretar esa mirada como le habían enseñado, sin saber cómo, se puso a llorar. Él se conmovió, nunca había visto nada tan bello. Se acercó a ella y le puso su mano en el hombro. Como un padre, se dijo él. Como un enamorado, pensó un niño que lo vió todo. Y, sin saber porqué, también se puso a llorar.
    "No te preocupes, no le pasa nada".
    "Es que voy a ser médico y debería saber qué le pasa".
    "No, tú no vas a ser médico, vas a ser artista, eres demasiado sensible".
    "¿Y voy a ser feliz?".
    "No, eso no. Un artista nunca es feliz".

    Tres eran tres, por no decir cuatro, o cinco, los personajes de esta historia. Tres eran tres los que se conocieron y se separaron...¿O no?.


    El texto no es mío, y no estaría bien quitarle al autor lo que le corresponde, aquí dejo el link:

    http://simalme.blogspot.com/2006/05/tres-eran-tres.html

  2. #2
    Fecha de Ingreso
    14-noviembre-2007
    Mensajes
    2.734

    Predeterminado

    Pana, escribe muy bien esta señorita -o señora-, y como ya he dicho, aunque no lo hayas hecho vos, también vale elegir bien.
    Tiene su miga el cuentito. Porque en realidad, no hace falta ser artista para tener sensibilidad, lo dificil siempre es mantenerla, le toque a uno ser médico, dedicarse al arte o alos negocios. Por eso el remate del cuento, que es como yo los prefiero, "abiertos", es brillante. Y mi final, es que nó. Porque como solía escribir uno que las pasó canutas, "no me hace falta tocarte para saber que estas al lado mío".
    Y chau

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