El discípulo sincero de cualquier Escuela de Misterios es demasiado modesto para anunciarlo a voz en grito; desdeñará todos los títulos y honores de los hombres, y no tendrá interés por las riquezas, salvo las riquezas de amor que le concedan aquellos a quienes se le presentó la ocasión y el privilegio de ayudar y enseñar.

(MR, pág 12). Max Heindel.