UN BASTONAZO CON PREMIO
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por Alejandra Correas Vázquez

Muchas veces se habla de aquello que una ciudadanía debe a sus fundadores y a sus hombres de gesta. A sus vencedores en las guerras. Pero pocas veces se habla de aquellos salvadores de la paz, del gusto a vivir, de los que enseñan a retomar el camino de la alegría. De los que educan para convivir. Eso fue Don Rudesindo Paz, el que dijo a su ciudad de Córdoba (Argentina) :

——¡Levántate y anda!-- para terminar con una cruenta guerra civil entre cordobeses finales siglo XIX

Su anecdotario es numeroso pues siempre había algo que comentar de él o de su entorno. Cualquier conversación en una familia tipo lo tenía de personaje central. Alguien lo había visto, lo había oído o lo había saludado. Una de ellas tuvo gran resonancia :

En la penumbra nocturna de una noche de mala suerte, cuando Don Rudesindo emergió a la calle envuelta aún en los vapores del sereno nocturnal, apareciendo en las puertas de su club “El Panal” luego de ser derrotado en la mesa de juego, malhumorado y quejoso, vio a un negrillo típico de nuestros amaneceres y calles cordobesas, quien le extendía un billete con la Lotería de Navidad. Pero esa noche Rudesindo Paz no estaba de humor, estaba sencillamente de muy mal humor. Con su célebre bastón de mango nácar y plata, se sacó de encima al inoportuno negrito. La noche era densa como su ira y los bastonazos daban rienda suelta a sus disgustos sucesivos, en la salida del Club El Panal.

——¡Está bien que no quiera comprarlo, pero no tiene por qué pegarme!— le gritó el chicuelo

Sobrevino un silencio repentino y los bastonazos dejaron de caer sobre su indefensa víctima. Como despertando de una pesadilla y volviendo en sí, observándose de pronto a sí mismo, su elegancia, su poder, su lugar selecto en la sociedad… Y comprendiendo de pronto quién era él y quién era su ocasional víctima (sobre la cual había descargado su fracaso de jugador) le dijo :

——Tienes razón muchacho ... A ver... ¡Dame ese billete!— y se lo compró

Llegó la Navidad. Todas las casas lucieron sus “pesebres” de porcelana. Las iglesias decoráronse como siempre, para la gran Misa del Gallo... Y la Lotería Nacional publicó el número premiado de aquel año. Don Rudesindo Paz ya se había olvidado del incidente, de su compra, del negrillo, de su violencia inusitada aquella medianoche y de su disculpa. Pero el número le resultó familiar. Buen comerciante, buen hacendado, buen financista, ¡buen timbero! los números eran su predilección, especialmente cuando se trataba de “patacones” (moneda argentina de aquel tiempo). El era muy ordenado y organizado, fue hasta su escritorio, buscó entre sus papeles ...y lo halló. Era cierto. No se engañaba. Estaba confirmado...

¡Había ganado el Primer Premio de Navidad!

Su fortuna que ya era importante se acrecentó muchísimo. Sus propiedades darían algún día origen a una destacada ciudad turística y comercial de la sierra cordobesa, que llevaría el nombre de su hijo :

“CARLOS PAZ.”... Lugar de cita de todos argentinos que buscan allí explayarse, o cruzarse inadvertidos con el fantasma feliz de Don Rudesindo Paz

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