[B]EL PATOIS
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por Alejandra Correas Vazquez

(relato de una historia real)

Una personalidad muy conspicua del gobierno nacional argentino (eran las últimas décadas del siglo XIX) hijo de la Docta Córdoba y orgullo de su Universidad, debía arribar en esos días al pueblo de Santa Rosa, habitado por ricos y elegantes ganaderos, que tenían entonces mucha fuerza política. Como sucedía en esos tiempos, los grandes productores podían decidir elecciones. Y él llegaba allí, para presenciar los festejos del 30 de agosto, día de su Santa Patrona : ¡Santa Rosa!

Y esa personalidad muy grata a toda la provincia cordobesa, era el Dr. Figueroa Alcorta, ministro de la nación y más tarde presidente de la Argentina... quien arribaría allí el día preciso y a la hora justa de la histórica ¡Tormenta de Santa Rosa! Situación ésta muy complicada e ineludible para todos los argentinos puesto que la célebre tormenta se reparte por todo el país. Un Ciclo Cíclico. Pero los festejos en el rico pueblo de Santa Rosa (hoy ciudad) eran por otra parte, magníficos.

Como era de esperar, Santa Rosa habíase engalanado aquel año especialmente, para recibir en su fiesta patronal del 30 de agosto, al Dr. Figueroa Alcorta, futuro presidente. Un hombre de la cultura y político caro al sentimiento cordobés, quien sabía dar forma amena a sus condiciones carismáticas, con maneras elegantes de buen político.

Misiá Jeromita poseía la casa ideal para esas visitas especiales e iba una vez más a convertirse en la anfitriona máxima, con todo el gran aparato que ello involucraba. Y su “aparatosidad” tenía impresionados a todos los estancieros.

Su propio marido –Don Gregorio-- daba por sentado como algo natural que su casa fuese un centro social, donde los acontecimientos del lugar o de la provincia, tuviesen en su casa el punto de reunión. Matizado todo ello, por la “charme” de su elegante esposa descendiente de franceses. Don Gregorio dio órdenes precisas a sus peones gauchos . Y ... como era su costumbre… Misiá Jeromita lo cambió todo.

—Po ... Popué … como diga Jeromita— aceptó él muy tranquilo una vez más

En materia de “sociedad” ella era la que reinaba y él bien lo sabía. Así opinaban por otra parte todos los santarrosinos, quienes una vez más la convocaban. La casa quedó engalanada con ornatos especiales, algunos que aún se reservaban en envoltorios bien guardados y que ahora, era la oportunidad de lucir. Los sillones de la sala fueron cubiertos por largos brocatos de seda, que colgaban hasta el piso. ¡De modo que toda la casa estaba de fiesta! ...galerías, cuartos, despensas, pasillos, en su totalidad fueron vestidos de seda, todo estaba renovado allí de punta en blanco. ¡Y hasta las camas con su dosel !

COMIENZO RIMBOMBANTE
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Una exhibición de pompa criolla estaba preparada para aquel día y aquel honorable arribo del Dr. Figueroa Alcorta. La fiesta rimbombante dio comienzo. Llegaron casi al mismo tiempo los puebleros, los estancieros, los chacareros, las autoridades locales, la banda y el cura párroco.

Y luego por cierto, llegó la figura central homenajeada : el Dr. Figueroa Alcorta y su elegante comitiva ensombrerada. Trajes obscuros, guantes blancos, chalinas claras y bastones con mango de nácar. Caminaban por la calle central entre los “¡vivas!” de aquella población campestre, custodiados hacia derecha e izquierda por los mejores domadores de la zona, montados en sus briosos caballos criollos de nerviosas colas, con los arneses tachonados por monedas de plata. Los jinetes iban también ataviados con su traje especial obscuro de “gaucho rico” ponchos rojos ,con chambergo criollo y portando banderas argentinas.

En dirección opuesta a ellos por la misma calle, los estancieros santarrosinos hacían su entrada para recibirlos, llevando en su hombro izquierdo el poncho elegante de alpaca, Completando de tal manera aquel rimbombante espectáculo. Todo era muy teatral. Muy pueril. Muy bucólico. Muy ... pero muy... de Santa Rosa de Rio Primero.

Y todos ellos como últimos testigos estaban reunidos allí aquel día festejando a la santa peruana, la auténtica homenajeada del 30 de agosto, aunque estuviera en ese día especial, con el arribo del Dr. Figueroa Alcorta y su comitiva ensombrerada, relegada a un segundo plano. Era un 30 de Agosto.

La fiesta pública finalizaba luego de dichas solemnidades camperas, para dar comienzo a festejos privados con asistencia de estos ilustres visitantes, agasajados por la gran anfitriona Misiá Jeromita. Y ella abrióles su casa engalanada, orgullo de todos los santarrosinos. Así ingresó a su interior el cortejo ensombrerado con bastones de nácar y chalinas claras al cuello, siguiendo los pasos del Dr. Figueroa Alcorta.

Las personas importantes de Santa Rosa estaban todas reunidas allí con atuendos elegantes, rodeando la mesa oval, paquetísima, enmantelada de Misiá Jeromita... Y como siempre acontece cada 30 de agosto, el día comenzó a obscurecerse rápidamente, pues había llegado con puntualidad : ¡La Tormenta de Santa Rosa!

La exquisita comida con preparación artesanal servida en platos de fina porcelana francesa, con cubiertos altoperuanos de plata labrada, servilletas de lino paraguayo bordadas al “ñandutí”, con esos comensales erectos y sentados en sillas de madera con altos respaldos... tendría en su conjunto que continuar degustando esas delicias con todas las ventanas cerradas. Y el quinqué encendido aunque fuese de día.

El Dr. Figueroa Alcorta era atendido con elegancia y exquisitez francesa por la dueña de casa. Y con solicitud por aquellas chinitas ceremoniosas (llamamos así a las mestizas en Argentina) educadas para el servicio de los huéspedes de Misiá Jeromita… Las cuales vestidas de punta en blanco y muy almidonadas, las crenchas dentro de cofias con puntillas, hacían gala al hablar con el Ministro usando ese especie de “patois” que había recreado Misiá Jeromita en su entorno.

Para un hombre de la política nacional e internacional que hablaba varios idiomas, leía lenguas clásicas y también conocía algunos giros gauchescos, además de ciertos términos quichuas y guaraníes (como todo argentino) producíale gran intriga esa lengua. Pues intentaba reconocerla ... No lo lograba.

El esfuerzo de esas chinitas duras de almidón por lucir su bilingüismo, era toda una joya de escuchar. El quería saber sencillamente si era “sanavirón” básico o “comechingón” perdido, quizás una variante del “quichua” ¡Pero nunca hubiera imaginado que era simplemente un “francés” recreado en Santa Rosa! Un “patois” que no estaba en el archivo de ningún lingüista.

Los invitados estaban ocupados en saborear manjares bajo la luz de un quinqué, mientras afuera arreciaba la tormenta anual del 30 de agosto. Era el día Santa Rosa, en el pueblo de Santa Rosa y bajo la Tormenta de Santa Rosa… Despreocupados, distendidos en sus asientos y salvados del vendaval. Absortos además como estaban con las personalidades del gobierno nacional, reunidas en el salón señorial de Misiá Jeromita alrededor de su mesa oval, y dispuestos a departir intereses comunes que siempre hay entre políticos y productores. Alternativas que compartían al unísono en vistas al devenir de la Provincia de Córdoba ... entre copas de bacarat francés llenas de champagne y postres criollos con dulce de batata.

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