]UNA VISITA INTEMPESTIVA
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PARTE 1

por Alejandra Correas Vazquez


Corría un día de un mes del año de 1935… El Dr. Stuckert ,medico alemán, tocó muy de madrugada entre las primeras claridades el timbre de una casa particular en la calle Dean Funes al 800 de la ciudad de Córdoba. Vivía en ella un diputado nacional, enemigo político suyo, en aquel tiempo cuando las enemistades políticas eran graves.

Casi todos dormían en la casa y sólo el jefe de familia estaba despierto, tomando el mate que cebábale una chinita enfundada en uniforme de mucama, adornada con una cofia blanca y bordada sobre su frente, bajo la cual sus ojillos indios, semidormidos, parecían más oblicuos. No era común ese disfraz en una casa de estanciero criollo, pero a un diputado le quedaba bien, sin duda.

—¡Quiero hablar de inmediato con el Dr. Eudoro!—.... exigió en su tono habitual el profesor emérito de la Universidad, a la chinita cuando ésta asomó bostezando su rostro a la puerta

Como era de esperar demoraron un tiempo prudencial en abrirle, tratándose de un enemigo político. Pero al fin franqueáronle la puerta al científico alemán, cuya presencia en sí misma, representaba todo un honor en cualquier domicilio cordobés. Y lo hicieron pasar al escritorio del diputado perteneciente al partido político opositor al suyo, el cual hallábase ubicado en el centro de esa casa, iluminado por una ventana con vista hacia un patio adornado por mayólicas valencianas azules.

El dueño de casa brindóle un saludo de estilo, con gran formalidad. Abogado aguerrido, corpulento, rubio, de mucha prestancia física y conocido por su sombrero “hongo”. Con su gesto altivo de siempre, estaba realmente sorprendido por la visita de un enemigo político, en momentos álgidos de la campaña proselitista. Tanto como satisfecho por ser honrado con la presencia del médico famoso en su casa. Su llegada intempestiva lo llenaba de asombro y una vez frente a él, miró al Dr. Stuckert con un gesto airoso y de intriga, que le era característico. El científico alemán le preguntó entonces :

—¿Se apresta usted a viajar muy de mañana Dr. Eudoro?— díjole sin preámbulos el Dr. Stuckert
—Sí. Debo abrir un acto político en Plaza de Mercedes, pueblo de hacendados que pertenece a la zona departamental de Río Primero, solar de mi familia donde yo mismo he nacido.
—¿Y es indispensable su presencia allí señor diputado Eudoro?
—No tenga la menor duda profesor, pues yo represento a Río Primero en el Congreso Nacional y por ello en mi calidad de diputado nacional debo acompañarlo en estos eventos.
—¡Pues no irá usted allí porque yo se lo impediré!— le expetó el visitante intempestivo con gran énfasis, mientras sacaba de su bolsillo una pistola con la cual encañoneó al diputado.

Y luego con gran tranquilidad el profesor prosiguió :

—Está cargada y ya conoce usted que mis afirmaciones son siempre seguras ... ¡Usted no irá hoy a ese acto de “Plaza de Mercedes” porque yo voy a impedírselo!
—¿Es que piensa matarme?
—¡No!— gritó espantado el profesor alemán

Y quedó asombrado el Dr Stuckert al oír aquello, sin advertir que la circunstancia que protagonizaba no parecía favorecer en nada su afirmación.

—¡...Todo lo contrario, doctor Eudoro, yo no quiero que lo maten a usted...!
—¿De dónde saca usted eso, profesor?
—Como se lo estoy diciendo. Vengo de una reunión de mi partido donde, pese a mi oposición, usted ha sido condenado a muerte. ¡Y yo no lo voy a permitir!
—¿Cómo? ... ¿En qué momento?
—Este mediodía en “Plaza de Mercedes”. Ya está allá todo preparado.

El diputado se desplomó en su asiento. El tren que lo llevaría esa mañana a Plaza de Mercedes partía de la estación de ferrocarril en un par de horas. Una gran festividad de campo se había preparado para recibirlo, con los consabidos asados, cuadreras, bailes, juegos y misa. El iba a abrir el acto cortando la cinta azul y blanca con los colores patrios y dar comienzo a los discursos inaugurales del evento político, seguidos por la fiesta campera.

La fiesta criolla daría comienzo con el desfile gauchesco con arneses adornados de plata, briosos potros alazanes, sortijas, cocina criolla al aire libre, reparto de empanadas, locro y quesillo, matizando todo aquello con los mejores vinos regionales “pateros”.

Todo... Todo habíale parecido a este diputado tan ingenuo, tan simple, tan bucólico, tan acostumbrado ...¡Tan de Río primero!... Como cuando de niño cabalgaba por la estancia paterna en esas extensiones ilímites y pampeanas, saludando a los puesteros, los boyeritos, el capataz, los peones gauchos, los aparceros gringos y a las gringas rubias y chinitas morochas mezcladas entre ambos. Gente simple y campesina. Al cura párroco, el jefe de la estación de tren y al chasqui repartiendo a caballo la correspondencia entre las estancias.

En un lugar así... ¿Cabía una tragedia?

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—¡Escúcheme muy bien señor diputado!- volvióle a exigir el doctor alemán mientras continuaba esgrimiendo el arma en dirección a su pecho en forma amenazadora– Si usted intenta salir de este escritorio o de su casa en este día... ¡Yo lo balearé! No tenga la menor duda. Usted se quedará aquí a mi lado todo el día... Así lo he decidido yo.

No habría nada más que decir en aquel día. Ya estaba todo dicho. Al Dr. Stuckert nadie podía discutirle nada y menos aún, con un arma cargada en la mano. Nunca iba a decir algo de lo que no estuviese convencido y jamás hablaría sin cumplir con su palabra. Era totalmente alemán. Nadie se atrevía en aquella década de 1930, a desautorizar o desafiar al Dr. Stuckert. Su saber. Su seriedad profesional. Su sobriedad, imponían un respeto solemne. Su Clínica particular era toda una garantía. El era un científico alemán.

Como centinela de guardia la pistola del profesor emérito se mantuvo en su mano apuntando al condenado a muerte, para impedir que se cumpliera tal condena. Solución ésta, que sólo podía habérsele ocurrido a un germano.

PLAZA de MERCEDES

En Plaza de Mercedes en tanto, esa mañana la masacre sería escalofriante. Fue la tragedia más grande del caudillismo criollo cordobés en el siglo XX, que marcaría la memoria por mucho tiempo. Décadas. Pues en la lid las víctimas habíanse transformado en victimarias. Es decir, el partido político que presuntamente iba a ser atacado, esgrimió imprevistamente armas. Hubo sin duda otras filtraciones en la lamentable reunión nocturna que indignó al científico alemán, las cuales dieron voz de alarma.

Advertidos a tiempo, los partidarios del diputado que debían abrir ese acto político en el pueblo campero de Plaza de Mercedes, rodeado de gauchos y estancias ganaderas, llevaron hombres duchos para el caso, bien armados, desde Tulumba ... Y comenzó la batalla, al mediodía, dejando ambos contendientes un saldo trágico, con víctimas famosas como el Dr Vivas.. del partido de Stuckert.

En la ciudad de Córdoba mientras tanto, a la cual todos ellos pertenecían, se aguardaban noticias de ambas partes. Hacia el atardecer, la sirena del diario “La Voz del Interior” que anunciaba siempre a la ciudadanía cordobesa peligros o dramas, comenzó a sonar en forma patética y persistente, a todo lo largo y lo ancho de esta ciudad.

SIGUE