LOS CUBOS DE TIAWÁNACU

Por José Alvarez López


Tiawánacu es un gran centro arqueológico sudamericano ubicado en el altiplano boliviano, próximo al lago Titicaca, a cuatro mil metros de altura. La actual Bolivia tuvo en el período colonial español el nombre de Alto Perú; en el período incaico fue el Collasuyo (región sur) y con anterioridad constituyó el Reino Charcas, célebre reino poseedor de una cosmogonía trinitaria.
Tiawánacu es una extensión de varias hectáreas de ruinas de construcciones megalíticas que dan cuenta de la importancia que debió tener en su tiempo, calculado por el arqueólogo checo Poznansky en 12.000 años.
Entre las construcciones sobresale la famosa “Puerta del Sol” con una cara humanoide constituída por un Cubo, deformación que recuerda el “puño cúbico” de Gudea en Sumeria.
Pero la Puerta del Sol es nada más que uno de los lados de un Cubo prehistórico del cual lo único que resta desde hace un siglo, es esta pared.
A finales del siglo XIX durante la construcción del ferrocarril de Bolivia fue devastado el conjunto de edificios de Tiawanacu, para lograr piedra molida para el balastro del mismo. Hecho semejante y por la misma época, que ocurrió con las ciudades del Valle del Indo (Mohengo Daro y Harappa) cuyas casas de ladrillo que mantuviéronse en pie durante cuatro mil años, fueron convertidas en ladrillo molido para el balastro del ferrocarril de la India.
En mi viaje a Tiawánacu, invitado por el profesor Dick Edgard Ibarra Grasso (director del Museo Arqueológico) realicé la investigación metrológica tiawanacota que, sorprendentemente, no había sido hecha hasta ese momento. Pude así determinar con exactitud las dimensiones de varios monumentos (los Menhires, el Corincancha, la Puerta del Sol, etc.) encontrando que las medidas de la “Puerta”eran 3,80 metros de ancho por una altura de 2,40 metros y un espesor de la pared de 50 cm.
Estas medidas fueron para mí una verdadera sorpresa pues correspondían con notable exactitud a las dimensiones de cada uno de los 24 Cubos del “Serapeum” de Sakkara (en Egipto) que tienen –increíblemente– las mismas dimensiones de “La Puerta” : 3,80 m de largo por 2,40 de altura y 2,30 m de ancho. Y esto no es una simple coincidencia, pues estas medidas tienen una común significación –traducidas al “Metro” de los constructores egipcios y de los americanos precolombinos– que usaron la misma Metrología. En efecto, los estudios realizados por Peter Tomkias, arqueólogo de las Pirámides americanas, y por Flinders Petrie, arqueólogo de las Pirámides egipcias, muestran el uso en ambos hemisferios del “metro egipcio–babilónico” de 1,047 m.
Estos hechos metrológicos comunes son de gran importancia porque como señalaba Flinders Petrie :“La Metrología Arqueológica” es el más seguro instrumento de investigación arqueológica.
Continuando con la información histórica, según el cronista español Cieza de León que fue el primer europeo que visitó Tiawánacu en la época de la conquista del Perú, había “tres habitaciones” cada una de ellas hechas en un único bloque de piedra.
La civilización “Charcas” del Alto Perú (hoy Bolivia) era distinta de la Incaica y tenía una religión diferente basada en la Trinidad. Los tres personaje de esa trinidad eran : Dios Padre, Dios Hijo y Dios Hermano, que se fundían en la Unidad llamada “Tanga–Tanga” que era una cruz con un largo palo inferior, representando que el “Tres es Uno”. Este tema fue estudiado por el erudito boliviano Valentín Abecia.
Estas tres habitaciones Cúbicas y vacías representaban tres Sancta Santorum, una para cada una de las tres personas de la Divinidad Charcas, quienes nunca tuvieron representación antropomórfica.
Los Charcas acogieron con beneplácito el catolicismo trinitario de los españoles y especialmente La Cruz, pues antes de la llegada de los conquistadores las grandes cruces de plata de los Charcas (Tanga-Tanga) habían sido enterradas para protegerlas de su destrucción por los Incas. Los propios Charcas fueron indicando a los españoles la ubicación de los “tanga–tanga” enterrados que salieron a luz para ser llevados a las iglesias católicas. Algunos cronistas señalan que estas cruces de plata enviadas a España de un palo muy largo y tres brazos pequeños, aparecen portadas por los penitentes en la Semana Santa de Sevilla.
Volviendo al tema tecnológico, el arqueólogo Ponce Sanguines estudió cuidadosamente el misterio del transporte de estos bloques desde las canteras situadas a trescientos kilómetros a través de los Andes. Demás está decir que transportaron los bloques intactos y los excavaron in situ.
Por otra parte en Tiawánacu (como en el Serapeum) la significación de los números es casi ritual : La duración del Año Trópico (365,2 días), el Número de Oro : 1,618, y como siempre, el metro empleado es el egipcio–babilónico de 2 x 523,9 cm. Nos encontramos, pues, frente a una Cultura Prehistórica que edificaba monumentos similares en dos Hemisferios diferentes.
Y al decir esto, no podemos olvidar la Pirámide de Tiawánacu que, sin lugar a dudas, es la más grande del mundo, pues edificaron una enorme pirámide sobre un cerro recortado en forma piramidal, logrando una Pirámide de casi mil metros de altura... Recorrerla ocasiona una sensación de grandiosidad indescriptible.
Volviendo a la “Cara” de la Puerta del Sol es de observar que las manos no son humanas pues tienen cuatro dedos : tres normales y un pulgar oponente. No es, pues, una mano humana, pero lo curioso es que estas manos se encuentran en profusión en la estatuaria de Tiawánacu que puede apreciarse en el Museo Arqueológico adosado a las ruinas. Es admirable ver también en este museo el pulido a espejo de las esculturas tiawanacotas, hechas en una durísima piedra.
También puede verse la mano de cuatro dedos en una aerofotografía que se exhibe en el Museo que muestra una chacra de regadío que forma una mano de cuatro dedos. Pero aquí lo anormal no es solamente la mano, el sistema de regadío también llama la atención porque la chacra de la fotografía aérea está asentada sobre piedras entre las cuales circula el agua. Un novedoso sistema de regadío que valdría la pena investigar y aplicar en zonas desérticas.
Esta enorme mano de las fotografías aéreas no es visible desde el suelo. Se repite el caso de las mesetas de Nazca y Palpa en el Perú., cuyas figuras todavía permanecen en el lugar porque no son visibles desde el suelo. Las “habitaciones” cúbicas de Cieza de León ya no existen porque eran visibles. El 99 por ciento de la destrucción del material arqueológico mundial no ha sido producto ni del tiempo ni de la Naturaleza sino de la acción depredadora del hombre.
En el caso de las “habitaciones” sin techo de Tiawánacu fueron dañadas conjuntamente con numerosas estatuas y monolitos que había en el lugar dinamitados para el ferrocarril del siglo XIX y sólo se conservan los dibujos que de ellas hizo el arqueólogo Poznansky. Además los soldados hacían ejercicios de tiro al blanco sobre el rostro de la Puerta del Sol.
Esto fue visto por el arqueólogo alemán Max Uhle quien dirigió notas indignadas al presidente del país logrando el final de este atropello. Pero más tarde sufrió por ello persecuciones de parte de otros funcionarios.
Pero la verdadera depredación de los monumentos tiawanacotas corre por cuenta de los ingenieros ingleses del ferrocarril boliviano que utilizaban el material arqueológico como balasto para las vías. Pero esto no es una novedad, porque el arqueólogo escocés Stuart Piggot estaba indignado con los ingenieros ingleses que instalaron el ferrocarril de la India utilizando como balasto los ladrillos de las ciudades prehistóricas de Mohengo Daro y Harappa.
Lo cierto es que de las tres habitaciones cúbicas vistas por Cieza de León sólo resta la Puerta del Sol que Uhle alcanzó a verla tirada en el suelo, posiblemente lista para ser dinamitada...

Los “dioses” de Tiawánacu habían partido hacía tantos milenios que no pudieron socorrerla.

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