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Tema: ...Siddaharta ...de Hermann Hesse ...

  1. #1
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    18-junio-2011
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    Predeterminado ...Siddaharta ...de Hermann Hesse ...

    Hermann Hesse
    A mi esposa Ninón

    Siddharta

    PRIMERA PARTE
    EL HIJO DEL BRAHMÁN


    Siddharta, el agraciado hijo del brahmán, el joven halcón, creció junto a su amigo Govinda al lado de la sombra de la casa, con el sol de la orilla del río, junto a las barcas, en lo umbrío del bosque de sauces y de higueras. EI sol bronceaba sus hombros brillantes al borde del río, en el baño, en las abluciones sagradas, en los sacrificios religiosos. La sombra se adentraba por sus negros ojos en el boscaje de mangos, en los juegos de los niños, en el canto de su madre, en los sacrificios religiosos, en las enseñanzas de su padre y sus maestros, en la conversación de los sabios.

    (... es como Adán en el jardín del Edén...)*i

    Ya hacía mucho tiempo que Siddharta participaba en las conferencias de los sabios. Con Govinda se entrenaba en las lides de la palabra, en el arte de la contemplación, de saber ensimismarse. Ya podía pronunciar quedamente el Om la palabra por excelencia. Había conseguido decirlo en silencio, aspirando hacia
    adentro; aprendió a enunciarlo calladamente, aspirando hacia afuera, concentrando su alma y con la frente envuelta en el brillo de la inteligencia. Ya sabía entender el interior de su atman indestructible en el mundo material.

    (...como el hombre pío frente a su más preciado dogma ...)*i

    La alegría invadía el corazón de su padre al ver al hijo inteligente, con deseos de saber;
    observaba cómo crecía en Siddharta un gran sabio y sacerdote, un príncipe entre los brahmanes.
    Una deliciosa sensación llenaba el pecho de su madre cuando le veía andar, sentarse y
    levantarse. Siddharta el fuerte, el hermoso, el que caminaba sobre piernas delgadas, el que saludaba con perfectos modales. EI corazón de las hijas de los brahmanes rebosaba amor cuando Siddharta paseaba por las callejuelas de la ciudad con la frente iluminada, con mirada real, con caderas estrechas.

    (...como David era para Dios ...)*i

    Pero Govinda era el que más amaba a Siddharta, su amigo, el hijo del brahmán. Sentía afecto por la mirada de Siddharta y por su cálida voz; gustaba de su manera de andar y de sus armoniosos movimientos; apreciaba todo lo que Siddharta hacía y decía. Pero lo que veneraba más era su inteligencia, sus altos pensamientos ardientes, su férrea voluntad y su vocación sublime. Govinda lo presentía: Este no será un brahmán corriente, ni un oscuro funcionario de los sacrificios, ni un ávido comerciante de fórmulas mágicas, ni tampoco un orador vano y vacío, o un sacerdote malicioso. Sin
    embargo, tampoco será una mansa y estúpida oveja entre la masa del rebaño. No, y tampoco él, Govinda, quería ser así, un brahmán como hay diez mil. Quería seguir a Siddharta, el amado, el maravilloso. Y si Siddharta un día se convertía en dios, si un día entraba en el imperio de la luz, Govinda le seguiría entonces, como su amigo, su acompañante, su criado, su escudero, su sombra. Todos querían así a Siddharta. A todos daba alegría y gozo.

    (...como Jonathan amaba a David ...)*i

    No obstante, el propio Siddharta no sentía alegría ni gozo de sí mismo. Su corazón no compartía ese júbilo general cuando andaba por los caminos rosados del jardín de higueras, o se hallaba sentado a la sombra azul del bosque de la contemplación, cuando lavaba sus miembros en el diario
    baño propiciatorio, o hacía sacrificios entre las profundas sombras del bosque de mangos.
    Incesantemente se le aparecían sueños y pensamientos en que veía la corriente del río, el brillo de las estrellas nocturnas, el resplandor del sol. El ánimo se le intranquilizaba con pesadillas salidas del humo de los sacrificios, de los versos del Rig Veda, de las doctrinas de los viejos brahmanes.

    (...el vacío espiritual de todo ser humano ...)*i

    Siddharta había empezado a alimentar el descontento en su interior. Comenzó por comprender que el amor de su padre, el cariño de su madre, y también el afecto de su amigo, Govinda, no le harían feliz para toda la vida. No le satisfacía ni le bastaba. Había empezado a presentir que su venerable padre y los otros profesores, junto con los sabios brahmanes, ya le habían comunicado la parte más importante de su sabiduría. Adivinaba que ya habían henchido hasta la plétora el
    recipiente, y, sin embargo, el recipiente no se encontraba lleno. El espíritu no se hallaba satisfecho, el alma no estaba tranquila, el corazón no se sentía saciado. Las abluciones eran buenas, pero eran agua; no lavaban el pecado, no curaban la sed del espíritu, no tranquilizaban el temor del corazón.

    (...Sal. 63:1Dios, Dios mío eres tú;
    De madrugada te buscaré;
    Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
    En tierra seca y árida donde no hay aguas,
    )*i


    Los sacrificios y la invocación de los dioses eran excelentes... Pero, ¿lo eran todo? ¿Daban los sacrificios la felicidad? ¿Y qué sucedía con los dioses? ¿Realmente era Prajapati el creador del mundo? ¿No era el atman, lo único, lo indivisible? ¿Acaso los dioses no eran unos seres creados como yo y como tú, súbditos del tiempo, pasajeros? ¿Tenía sentido, entonces, ofrecer sacrificios a los dioses? ¿A quién más se debían ofrecer sacrificios y mostrar devoción, que no fuera al único, al atman? ¿Y dónde se podía encontrar el atman? ¿Dónde vivía, dónde latía su corazón eterno? ¿Dónde sino en el propio yo, en nuestro interior, en lo indestructible que cada uno lleva dentro de sí? ¿Pero dónde se hallaba este yo, este interior, este último? No es carne ni es hueso, no es pensamiento ni conciencia: así lo enseñan los grandes sabios. Entonces, ¿dónde? ¿Dónde se encontraba? ¿Existía otro camino para llegar al yo, al atman..., un camino que valía la pena buscar?

    (Sal. 115:3 Nuestro Dios está en los cielos;
    Todo lo que quiso ha hecho.
    4 Los ídolos de ellos son plata y oro,
    Obra de manos de hombres.)*i


    ¡Pero nadie enseñaba ese camino! ¡Nadie lo conocía! ¡Ni el padre, ni los profesores y sabios, ni los sagrados ritos de los sacrificios! Todo lo sabían los brahmanes y sus libros religiosos. Lo conocían todo. Se habían preocupado de todo; lo referente a la creación del mundo, al origen de la oración, de los elementos, de la aspiración, de la espiración, a las órdenes de los sentidos, a los hechos de los dioses. Sabían infinidad de cosas. Pero, ¿tenía algún valor saber todo eso, si se desconocía al Uno, al Único, al más Importante, al únicamente Importante?

    (Is. 55:8Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.)*i

    Ciertamente, muchos versos de los libros sagrados, sobre todo los Upanishandas de Samaveda, hablaban de este interior y último. Maravillosos versos.
    «Tu alma es el mundo entero», se leía allí. Y escrito está que el hombre, mientras duerme, durante el sueño profundo, entra en su propio interior y vive en el atman. ¡Qué maravillosa sabiduría entrañaban esos versos! Todo el conocimiento de los grandes sabios se había reunido en estas palabras mágicas, puras como la miel de las
    abejas. No, no se debían menospreciar los enormes conocimientos que aquí se guardaban, reunidos por innumerables generaciones de sabios y penitentes, que habían logrado no sólo conocer este profundo saber, sino también vivirlo. ¿Dónde se encontraba el experto que era capaz de retener el atman desde el sueño hasta el despertar, durante la vida, con cada paso, palabra o hecho? Siddharta conocía a muchos brahmanes venerables, sobre todo a su padre, el puro, el sabio, el más reverenciado. Su padre era digno de admiración; su comportamiento resultaba sosegado y noble, su vida era pura, su palabra sabia, los pensamientos de su frente delicados y aristocráticos.
    Pero él, que sabía tanto, ¿vivía en la bienaventuranza, tenía la paz? ¿Acaso no era también uno de los que buscan siempre, sedientos? ¿No necesitaba beber continuamente en las fuentes sagradas, en los sacrificios, en los libros, en los diálogos con los brahmanes? ¿Por qué él, que era irreprochable, tenía que lavar diariamente sus pecados, esforzarse cada día en la purificación, repetirla cotidianamente? ¿No estaba el atman en él, no fluía la primera fuente de su propio corazón? ¡Esa primera fuente debía, tenía que encontrarse en el propio yo! ¡Era necesario poseerla!
    Todo lo restante era una simple búsqueda, un rodeo, un desvarío. Tales eran los pensamientos de Siddharta. Esa era su sed, su sufrimiento.

    (Heb 10:11Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,)*i

    A menudo pronunciaba las palabras de un Chandogya-Upanishad:
    -Quizás el nombre del brahmán sea Satyam... Quien lo sabe con certeza entra diariamente en el mundo celestial.
    Siddharta parecía estar a menudo cerca del mundo celeste, pero nunca lo había alcanzado completamente, jamás había saciado la última sed. Tampoco ninguno de todos los más sabios que Siddharta conociera, y de cuyas enseñanzas disfrutó, había conseguido ese mundo celestial que apaga la sed eterna para siempre.

    (Jn. 4:14mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.)*i

    -Govinda -dijo Siddharta a su amigo-, Govinda, ven conmigo a la higuera de los banianos.
    Tenemos que practicar el arte de la meditación.
    Se fueron a la higuera de los banianos. Se sentaron. Aquí Siddharta y veinte pasos más allá
    Govinda. Acomodado y dispuesto a decir el Om, Siddharta repitió el verso murmurando:

    Om es el arco, la flecha, es el alma,
    la meta de la flecha es el brahmán,
    al que sin cesar se debe alcanzar.

    (*i) itálicas de intelectito ...
    Última edición por intelectito; 29-abr.-2016 a las 06:43

  2. #2
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    Cuando había pasado el tiempo acostumbrado para el ejercicio del arte de ensimismarse, Govinda se levantó. Se había hecho tarde; ya era la hora de efectuar la ablución de la noche. Llamó a Siddharta por su nombre. Siddharta no contestó. Siddharta se hallaba sentado, con la mirada fija en una meta lejana, con la punta de la lengua saliendo un poco entre los dientes; parecía que no
    respiraba. Así sentado, logrado el arte de ensimismarse, pensaba en el Om, enviaba su alma como una flecha hacia el brahmán.
    Un día, por la ciudad de Siddharta pasaron unos samanas, ascetas peregrinos; eran tres hombres enjutos y apagados, ni viejos ni jóvenes, con hombros ensangrentados y llenos de polvo, casi desnudos, quemados por el sol, rodeados de soledad, forasteros y enemigos del mundo, extraños y flacos chacales en un reino de hombres. Tras ellos venía un ardiente hálito de silenciosa pasión, de servicio destructivo, de despersonalización implacable.

    Por la noche, después de la hora de la contemplación, Siddharta declaró a Govinda:
    -Mañana de madrugada, amigo, Siddharta irá con los samanas. Será un nuevo samana.
    Govinda palideció al oír tales palabras y al leer en la cara inmóvil de su amigo aquella decisión imposible de desviar, como la flecha disparada por el arco. De pronto, y con la primera mirada, Govinda se dio cuenta: esto es sólo el principio; ahora Siddharta iniciará su camino, ahora empieza a despertar su destino. Y con el suyo, también el mío. Y se tomó lívido como la piel seca de un plátano.
    -Siddharta -invocó-. ¿Te lo permitirá tu padre?
    Siddharta le observó como uno que empieza a despertarse. Raudo como una flecha leyó en el alma de Govinda, adivinó el miedo, advirtió la sumisión.
    -Govinda -afirmó en voz baja-, no debemos malgastar palabras. Mañana de madrugada empezaré la vida de los samanas. No se hable más.
    Siddharta entró en la habitación donde se encontraba su padre sentado encima de una estera de maguey; se colocó tras él y aguardó hasta que se diera cuenta de que alguien se hallaba a sus espaldas.
    El brahmán preguntó:
    -¿Eres tú, Siddharta? Pues manifiesta lo que has venido a decirme.
    Empezó Siddharta:
    -Con tu permiso, padre. He venido a comunicarte que deseo abandonar mañana tu casa para irme con los ascetas. Mi deseo es convertirme en un samana. Espero que mi padre no se oponga.

    El brahmán quedó en silencio y permaneció así tanto tiempo que, por la pequeña ventana, pasaron las estrellas y cambiaron su figura antes de que se rompiera el silencio de aquella habitación. Callado y sin moverse se hallaba el hijo, con los brazos cruzados; callado y sin moverse el padre seguía sentado sobre la estera. Y las estrellas pasaban por el cielo. Entonces declaró el padre:
    -No es conveniente que un brahmán pronuncie palabras violentas y furiosas. Pero la indignación estremece mi alma. No quiero oír de tu boca este deseo por segunda vez.
    Lentamente se levantó el brahmán. Siddharta continuaba callado, con los brazos cruzados.
    -¿Qué esperas? -preguntó el padre.
    Siddharta contestó:
    -Tú ya sabes.
    Buscó su cama y se tendió en ella lleno de ira.
    Después de una hora, el sueño no había conseguido cerrarle los ojos, se levantó el brahmán, paseó de un lado a otro y por fin salió de la casa. A través de la pequeña ventana de la habitación miró hacia el interior y vio a Siddharta en el mismo sitio, con los brazos cruzados. Pálido, con su clara túnica reluciente. El padre regresó a su lecho con el corazón intranquilo.

    Después de una hora sin conseguir conciliar el sueño, se levantó otra vez, paseó de un lado a otro, salió de la casa y observó que la luna había salido. A través de la ventana de la alcoba contempló el interior; y allí se encontraba Siddharta sin haberse movido, con los brazos cruzados,
    con la luz de la luna reflejándose en sus desnudas piernas. Con el corazón abrumado, regresó a su cama.
    Y volvió después de una hora, de dos horas; miró a través de la pequeña ventana y vio a Siddharta a la luz de la luna, de las estrellas, en la oscuridad. Y lo repitió a cada hora, en silencio; miraba hacia la alcoba y veía que Siddharta no se movía. Su corazón se llenó de ira, se colmó de intranquilidad, se saturó de miedo, se nutrió de pena.
    Y en la última hora de la noche, antes de que empezara el día, regresó; entró en el cuarto y observó al joven, que le pareció más alto, como un extraño.
    - Siddharta - invoco-. ¿ Qué esperas?
    -Tú ya sabes.
    -¿Te quedarás siempre así y aguardarás hasta que se haga de día, hasta el mediodía, hasta la noche?
    -Me quedaré así y esperaré.
    -Te cansarás, Siddharta.
    -Me cansaré.
    -Te dormirás, Siddharta.
    -No me dormiré.
    -Te morirás, Siddharta.
    -Me moriré.
    -¿Y prefieres morir antes que obedecer a tu padre?
    -Siddharta siempre ha obedecido a su padre.
    -Así pues, ¿deseas abandonar tu idea?
    -Siddharta hará lo que su padre le diga.

    La primera luz del día entró en la habitación. El brahmán vio que las rodillas de Siddharta
    temblaban. Sin embargo, en el rostro de su hijo no vio ninguna duda, sus ojos miraban hacia muy lejos. Entonces el padre se dio cuenta de que Siddharta ya desde ahora no se hallaba a su lado, en su tierra. Ahora ya le había abandonado.

    El padre tocó el hombro de Siddharta.
    -Irás al bosque -dijo-, y serás un samana. Si encuentras la bienaventuranza en el bosque, regresa y enséñamela. Si hallas el desengaño, vuelve y de nuevo sacrificaremos juntos ante los dioses. Ahora ve, besa a tu madre y dile adónde vas. Ya es mi hora de ir al río, a efectuar la primera ablución.
    Retiró la mano del hombro de su hijo y salió. Siddharta vaciló en el momento en que intentó andar. Dominó sus miembros, se inclinó ante su padre y se dirigió hacia su madre para obrar tal como le había pedido el progenitor.
    Con la primera luz del día, Siddharta abandonó lentamente la silenciosa ciudad, con las piernas entumecidas aún. En la última choza apareció una sombra que se había escondido allí, y que se unió al peregrino: era Govinda.
    -Has venido -declaró Siddharta, sonriente.
    -He venido -respondió Govinda.

    ...........
    Última edición por intelectito; 28-abr.-2016 a las 17:58

  3. #3
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    El mismo día, por la noche, alcanzaron a los ascetas, los enjutos samanas, y les ofrecieron su compañía y obediencia. Fueron aceptados.
    Siddharta regaló su túnica a un pobre de la carretera. Desde entonces, sólo vistió el taparrabos y la descosida capa de color tierra. Comió solamente una vez al día y jamás alimentos cocinados.

    Ayunó durante quince días. Ayunó durante veintiocho días. La carne desapareció de sus muslos y mejillas. Ardientes sueños oscilaban en sus ojos dilatados; en sus dedos huesudos crecían largas uñas, y del mentón le nacía una barba reseca y despeinada. La mirada se le tornaba fría cuando una mujer cruzaba por su camino; la boca expresaba desprecio, cuando atravesaba la ciudad con personas vestidas elegantemente. Vio negociar a los comerciantes, y cazar a los príncipes; presenció el llanto de los familiares de un difunto; advirtió cómo las prostitutas se ofrecían, cómo los médicos se preocupaban de los enfermos, cómo los sacerdotes determinaban el día de la siembra, se percató de que los amantes se querían, de que las madres daban el pecho a sus hijos. Y todo ello no era digno de la mirada de sus ojos, todo mentía, todo apestaba; olía todo a hipocresía, todo aparentaba tener sentido y felicidad y belleza, mas, sin embargo, todo era ignorancia y putrefacción.

    Siddharta tenía un fin, una meta única: deseaba quedarse vacío, sin sed, sin deseos, sin sueños, sin alegría ni penas. Deseaba morirse para alejarse de sí mismo, para no ser yo, para encontrar la tranquilidad en el corazón vacío, para permanecer abierto al milagro a través de los pensamientos despersonalizados: ése era su objetivo. Cuando todo el yo se encontrase vencido y muerto, cuando se callasen todos los vicios y todos los impulsos en su corazón, entonces tendría que despertar lo último, lo más íntimo del ser, lo que ya no es el yo, sino el gran secreto.

    Siddharta permanecía en silencio bajo el calor vertical del sol ardiente de dolor, de sed; y se quedaba así hasta que ya no sentía dolor ni sed. Se hallaba en silencio durante la estación lluviosa el agua corría desde su cabello hasta sus hombros que sentían el frío hasta sus caderas y hasta sus piernas heladas, y el penitente continuaba así hasta que los hombros y las piernas ya no sentían frío, hasta que se acallaban Se mantenía sentado en silencio sobre el bardal, hasta que le goteaba sangre de la piel caliente, y después de las úlceras. Y Siddharta continuaba erguido, inmóvil, hasta que ya no le goteaba la sangre, hasta que nada le punzaba hasta que nada le quemaba.
    Siddharta estaba sentado con rigidez y trataba de ahorrar aliento de vivir con poco aire, de detener la respiración. Aprendía a tranquilizar el latido de su corazón con el aliento, aprendía a disminuir los latidos de su corazón hasta que eran mínimos, casi nulos.

    Instruido por el más anciano samana, Siddharta se entrenaba en la despersonalización, en el arte de ensimismarse según las nuevas reglas de los samanas. Una garza voló sobre el bosque de bambú y Siddharta absorbió a la garza en su alma; voló con ella sobre el bosque y las montañas; era garza, comía peces, sufría el hambre de la garza, hablaba el idioma de la garza, sentía la muerte de la garza. Un chacal muerto se hallaba en la orilla arenosa, y Siddharta entraba en el cadáver: era chacal muerto, yacía en la playa, se hinchaba, apestaba, se descomponía; sintióse descuartizado por las hienas, decapitado por los cuervos; se tomó esqueleto, y polvo, y el vendaval se lo llevó.

    El alma de Siddharta regresó; había muerto, se había convertido en polvo..., había probado la triste borrachera del ciclo. Ahora aguardaba con una sed nueva, como un cazador, el hueco donde podría escapar del ciclo, donde empezaría el fin de las causas y de la eternidad, del dolor. Mataba sus sentidos, destrozaba su memoria, salía de su yo y entraba en mil configuraciones extrañas: era animal, carroña, piedra, madera, agua. Y cada vez se encontraba así mismo al despertar; brillaba el sol o la luna, de nuevo era él, se movía en el ciclo, sentía sed, vencía la sed, y volvía a tener sed.

    Siddharta estudió mucho con los samanas. Aprendió a andar por diversos caminos para alejarse del yo. Anduvo por el camino de la despersonalización a través del dolor, a través del sufrimiento voluntario y del vencimiento del dolor, del hambre, de la sed, del cansancio. Caminó por la despersonalización a través del pensamiento, de vaciar la mente de toda imaginación. Se enteró de estos y otros métodos, mil veces abandonó su yo; durante horas y días permanecía en el no-yo.

    Pero aunque los caminos se alejaban del yo, su final conducía siempre de nuevo hacia el yo. Aunque Siddharta huyó mil veces del yo, permanecía en el vacío, en el animal, en la piedra, no podía evitar el regreso, como era imposible escapar de la hora en que vuelve uno a encontrarse bajo el brillo del sol o de la luz de la luna, en la sombra o en la lluvia. Y de nuevo era el yo y Siddharta, y sentía otra vez la tortura del ciclo impuesto. A su lado vivía Govinda, su sombra; iba por los mismos caminos, se sometía a los mismos ejercicios. Pocas veces hablaban juntos de otra cosa que no fuera lo que exigía el servicio y los ejercicios. A veces los dos paseaban por los pueblos para pedir alimentos para ellos y sus profesores.

    -¿Qué piensas, Govinda? -inquirió Siddharta en ocasión de una de estas salidas-. ¿Crees que hemos adelantado? ¿Hemos logrado algún fin?
    Govinda contestó:
    -Hemos aprendido y seguiremos aprendiendo. Tú serás un gran samana, Siddharta. Has aprendido rápidamente todos los ejercicios, y a menudo has dejado admirados a los viejos samanas.
    Algún día serás un santo, Siddharta.
    Y Siddharta replicó:
    -No soy de la misma opinión, amigo. Lo que hasta el día de hoy he aprendido de los samanas,
    Govinda, lo hubiera podido aprender más rápidamente y con mayor sencillez en otro lugar. Se puede aprender en cualquier taberna de un barrio de prostitutas, amigo mío, entre arrieros y jugadores.
    Govinda exclamo:
    -Siddharta, ¿quieres burlarte de mí? ¿Cómo hubieras podido aprender el arte de abstraerte, de contener la respiración, de insensibilizarte contra el hambre y el dolor allí, entre aquellos miserables?
    Y Siddharta dijo en voz baja, como si hablara consigo mismo:
    -¿Qué significa el arte de ensimismarse? ¿Qué es el abandono del cuerpo? ¿Qué representa el ayuno? ¿Qué se pretende al detener la respiración? Se trata sólo de huir del yo. Es un breve escaparse del dolor de ser yo, una breve narcosis contra el dolor y lo absurdo de la vida. La misma huida, la misma breve narcosis encuentra el arriero en el albergue cuando bebe algunas copas de aguardiente de arroz o de leche de coco fermentada. Entonces ya no siente su yo, ya no experimenta los dolores de la vida; en aquel momento ha encontrado una breve narcosis. Dormido sobre su copa de aguardiente de arroz alcanza lo mismo que Siddharta y Govinda después de largos
    ejercicios: escapar de su cuerpo y permanecer en el no-yo. Así sucede, Govinda.
    Govinda repuso:
    -Así hablas, amigo, y sin embargo sabes que Siddharta no es ningún arriero y que un samana no es un borracho. Verdad es que el borracho encuentra su narcosis, alcanza una breve huida y un descanso, pero regresa de la vana ilusión y se halla igual; no se ha hecho más sabio, no ha ganado conocimientos.
    Siddharta declaró sonriente:
    -No lo sé, nunca he estado borracho. Pero sí sé que yo, Siddharta, en mis ejercicios y en el arte de ensimismarme sólo encuentro una breve narcosis, y me hallo tan alejado de la sabiduría y de la redención como cuando de niño, en el vientre de mi madre. Govinda, esto puedo afirmarlo.
    Y en otra ocasión, cuando abandonó el bosque Siddharta con Govinda a fin de pedir alimentos en el pueblo para sus hermanos y profesores, empezó a hablar de nuevo.
    -Govinda -dijo-, ¿cómo podemos saber si vamos por el buen camino? ¿Nos acercamos a la ciencia? ¿Aceleramos nuestra redención? O, ¿acaso andamos en círculo, nosotros, los que pretendemos evadirnos del ciclo?
    Govinda alegó:
    -Hemos aprendido mucho, Siddharta, y mucho queda por aprender. No damos vueltas, vamos hacia arriba; las vueltas son en espiral y ya hemos subido muchos peldaños.
    Siddharta pregunto:
    -¿Cuántos años crees que tiene el más anciano de los samanas, nuestro venerable profesor?
    Dijo Govinda:
    -Quizá tenga unos sesenta.
    Y Siddharta:
    -Tiene sesenta años y no ha llegado al nirvana. Tendrá setenta, y ochenta años, como tú y yo los tendremos, y seguiremos con los ejercicios y ayunaremos, y meditaremos. Pero nunca llegaremos al
    nirvana. Ni él, ni nosotros. Govinda, creo que seguramente ni uno de todos los samanas llegará al nirvana. Ni uno. Encontramos consuelo, alcanzamos la narcosis, aprendemos artes para engañarnos.
    Pero lo esencial, el camino de los caminos, ése no lo hallaremos.

  4. #4
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    Predeterminado

    Insinuó Govinda:
    -Desearía que no pronunciaras palabras tan horribles, Siddharta. ¿Por qué ninguno encontrará el camino de los caminos de entre tantos sabios, tantos brahmanes, tantos rígidos samanas venerables, tantos hombres que buscan, tantos dedicados a profundizar, tantos hombres sagrados?
    Sin embargo, Siddharta contestó en voz baja, en tono triste e irónico a la vez:
    -Govinda, tu amigo abandonará pronto la senda de los samanas, por la que tanto tiempo ha caminado contigo. Sufrí sed, Govinda, y durante este largo trayecto con los samanas mi sed nada ha disminuido. Siempre me hallé sediento de ciencia y lleno de preguntas. He interrogado a los brahmanes año tras año, he indagado entre los sagrados Vedas año tras año. Quizá, Govinda, si hubiera preguntado al cálao o al chimpancé me habrían instruido tan bien, tan útilmente, con tanta inteligencia. Govinda, ¡he necesitado tiempo para aprender, y aún no he conseguido entender que no se puede aprender nada! Creo que realmente no existe eso que nosotros llamamos «aprender».
    Sólo existe, amigo mío, un saber que está en todas partes, es decir, el atman. Este se halla en mí y en ti, y en cada ser. Y empiezo a creer que este saber no tiene peor enemigo que el querer saber, que el desear aprender.

    Entonces Govinda se detuvo en el camino, levantó las manos y exclamó:
    -¡Siddharta, desearía que no intranquilizaras a tu amigo con semejantes palabras! Tus teorías despiertan verdadero temor en mi corazón. Y piensa únicamente: ¿Qué sería de la santidad, de las oraciones, de la venerable clase de los brahmanes, de la religiosidad de los samanas, si sucediera como tú dices, si no existiese el aprender? ¿Qué sería, Siddharta, de todo lo que es sagrado, valioso y venerable en este mundo?
    Y Govinda murmuró unos versos de un Upanishanda:

    Al que medite con la mente purificada y
    se absorba en el atman,
    la bienaventuranza de su corazón no será
    explicable con palabras.

    Pero Siddharta permanecía callado. Pensaba en las palabras que Govinda le había dicho, y las meditó en lo más recóndito de su significado.
    Sí, pensó Siddharta con la cabeza inclinada. ¿Qué quedaría de todo lo que parece sagrado? ¿Qué quedaría? ¿Qué respondería a las esperanzas? Y sacudió la cabeza.
    Una vez, cuando los jóvenes hacía ya aproximadamente tres años que vivían con los samanas y habían participado en todos sus ejercicios, les llegó de lejos una noticia, un rumor, una leyenda: había surgido un hombre, llamado Gotama, el majestuoso, el buda, que en su persona había superado el dolor del mundo y había parado la rueda de las reencarnaciones. Enseñando, rodeado de discípulos, recorría el país sin propiedades, sin casa, sin mujer, tan sólo con el ropaje amarillo del asceta, pero con la frente alegre, como un bienaventurado, y los brahmanes y los príncipes se inclinaban ante él y se convertían en sus discípulos.

    Esta leyenda, este rumor, este cuento sonó en el aire, perfumó la atmósfera aquí y allá. Los brahmanes hablaban de ello en las ciudades, los samanas en el bosque; siempre se repetía el nombre de Gotama, el buda, a los oídos de los jóvenes, para bien y para mal, en alabanzas e improperios.
    Como cuando una nación sufre la peste y se dice que allí o allá hay un hombre, un sabio, un experto cuya palabra y aliento es suficiente para curar a todos los enfermos, y esta noticia recorre el país y todos hablan de ella, unos la creen, otros dudan, pero muchos se ponen rápidamente en camino para buscar al sabio, al salvador, así también con aquel rumor perfumado de Gotama, el buda, el sabio de la tribu de los Sakias. Los creyentes decían que Gotama poseía la máxima ciencia, se acordaba de sus vidas pasadas, había alcanzado el nirvana y jamás volvería al ciclo, jamás se hundiría de nuevo en la turbia corriente de las configuraciones. Se decía de él muchas cosas maravillosas e increíbles, había hecho milagros, había superado al demonio, había hablado con los dioses.

    Pero sus enemigos y los incrédulos afirmaban que este Gotama era un vano seductor, que pasaba sus días, holgadamente, despreciaba los sacrificios, no era sabio y desconocía los ejercicios y la mortificación.
    La leyenda del buda era dulce, los informes llevaban el perfume del encanto. Ciertamente el mundo se hallaba enfermo y la vida era difícil de soportar. Y no obstante, pongan atención: una fuente parece sonar como un suave mensaje, lleno de consuelo y de nobles promesas. En todas partes adonde llegaba la voz del buda, en todas las regiones de la India, los jóvenes escuchaban con interés, sentían anhelo, esperanza; cualquier peregrino o forastero recibía excelente acogida entre los hijos de los brahmanes de las ciudades, si traía noticias de Gotama, el majestuoso, el Sakiamuni. La leyenda también había llegado hasta los samanas del bosque, hasta Siddharta y Govinda.

    Lentamente, goteando. Cada gota iba cargada de esperanza, de duda. Hablaban poco de ese asunto, ya que el más anciano de los samanas no era amigo de la leyenda. Había oído que aquel presunto buda había sido antes un asceta y había vivido en el bosque, pero que después había vuelto a la vida holgada y a los placeres mundanos, y su opinión sobre este Gotama era negativa.
    -Siddharta -dijo un día Govinda a su amigo-. Hoy he estado en el pueblo, y un brahmán me invitó a entrar en su casa, y en ella estaba el hijo de un brahmán de Magada que había visto con sus propios ojos al buda, y le había oído predicar. Con certeza me dolía el aliento en el pecho, y pensé:
    ¡Que yo también, que nosotros dos, Siddharta y yo, podamos vivir la hora en que escuchemos la doctrina de los labios de aquel perfecto! Dime, amigo, ¿no deberíamos ir asimismo nosotros hacia allí para escuchar las enseñanzas de los mismos labios del buda?
    Siddharta contestó:
    -Govinda, siempre pensé que Govinda se quedaría con los samanas; siempre había imaginado que su meta era tener sesenta y setenta años, y seguir con las artes y los ejercicios que ennoblecen a un samana. Pero mira por dónde no conocía bien a Govinda, sabía muy poco de su corazón. Así pues, querido amigo, ahora quieres tomar un sendero y marchar hacia donde el buda predica su doctrina.

    Govinda alegó:
    -¡Te gusta burlarte! ¡Pues búrlate como siempre, Siddharta! ¿Acaso no se ha despertado también en tu interior un deseo, una afición por escuchar semejante doctrina? ¿Y no dijiste una vez que ya no pensabas andar mucho tiempo por el camino de los samanas? Entonces Siddharta rió de la ocurrencia. Luego en su voz, apareció una sombra de tristeza y de ironía, y declaró:
    -Bien, Govinda, has hablado con mucha propiedad, te has acordado con suma agudeza. Sin embargo, desearía que también recordaras el resto de lo que oíste de mí; o sea, que desconfío de todo porque estoy cansado de las doctrinas y de aprender, y que es muy pequeña mi fe en las palabras que nos llegan de profesores. Pero adelante, querido amigo, estoy dispuesto a escuchar aquellas enseñanzas, aunque dentro de mi corazón creo que ya hemos probado el mejor fruto de esa doctrina.
    Govinda manifestó:
    -Tu decisión alegra mi alma. Pero dime, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede darnos su mejor fruto la doctrina de Gotama, aun antes de haberla escuchado?
    Siddharta afirmó:
    -¡Gocemos de ese fruto y esperemos la continuación, Govinda! ¡Lo que hemos de agradecer a Gotama, en primer lugar, es que nos aleje de los samanas! Si además nos puede dar otra cosa mejor, amigo, esperemos con el corazón tranquilo.
    Ese mismo día, Siddharta hizo saber al más anciano samana su decisión de abandonarles. Se lo reveló con la cortesía y modestia que corresponden a un joven discípulo. No obstante, el samana se enfureció porque los dos jóvenes le querían abandonar, y empezó a vociferar y a maldecir.

    Govinda se asustó y desconcertó. Pero Siddharta acercó su boca a la oreja de Govinda y musitó en voz baja:
    -Ahora le demostraré al viejo que he aprendido algo de sus enseñanzas.
    Se colocó ante el samana y concentró su alma; captó la mirada del anciano con sus ojos, la paralizó, le hizo callar, le dejó sin voluntad, le sometió a su razón y le ordenó ejecutar en silencio lo que le exigía. El anciano enmudeció, sus ojos se quedaron fijos, su voluntad paralizada, sus brazos relajados e impotentes junto a su cuerpo: había sido vencido por el hechizo de Siddharta.
    Y los pensamientos de Siddharta se apoderaron del samana y éste tuvo que hacer lo que los dos le mandaban. Y así, el anciano se inclinó varias veces, hizo gestos de bendición y pronunció vacilante un piadoso deseo para el viaje. Y los jóvenes replicaron agradeciendo las reverencias: devolvieron el deseo, y tras saludar, se marcharon.

    Por el camino comentó Govinda:
    -Siddharta, has aprendido de los samanas más de lo que yo creía. Es difícil, muy difícil hechizar a un viejo samana. Seguro que si te quedas allí, pronto habrías aprendido a andar por encima del agua.
    -No deseo andar por encima del agua -confesó Siddharta- ¡Que los viejos samanas se contenten con semejantes artimañas!
    ________________________________
    ...ya hasta aquí llegamos ...universalizar la cultura no es algo que agrade a los autores de libros ... así que por ello es que estamos bajo amenaza ... espero comprendan ...
    Última edición por intelectito; 28-abr.-2016 a las 18:46

  5. #5
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    ...qué les parece esta introducción a la religión oriental? ...

    ...este libro lo leí hace años, y fue la confirmación más elocuente de que las palabras de Cristo, tienen más valor para la religión oriental que para la occidental ...corran a la librería por el ...aunque está disponible en la nube en PDF ...

    ...y una sola frase de Cristo responde a la inquietud de Shiddarta:

    .."Yo soy el camino y la verdad y la vida"....

    ...podemos debatir y opinar? .....

  6. #6
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    ...qué les parece esta introducción a la religión oriental? ...

    ...este libro lo leí hace años, y fue la confirmación más elocuente de que las palabras de Cristo, tienen más valor para la religión oriental que para la occidental ...corran a la librería por el ...aunque está disponible en la nube en PDF ...

    ...y una sola frase de Cristo responde a la inquietud de Shiddarta:

    .."Yo soy el camino y la verdad y la vida"....

    ...podemos debatir y opinar? .....
    Hola,
    Siddharta lo lei’ cuando tenia 27 años y me cambio’ la vida mejorando mi modo de analizar e interpretar; mas que nada lo relativo a la religion que tan alejado y contrario me tenia. Luego lo lei otras dos veces mas; la ultima en italiano.

    Indudablemente que solo las obras maestras logran cambiar la vida de uno... y Siddharta lo es.

    Si bien se refiere a Buda (Gautama) es applicable a cualquier religion porque, si bien no me convirtio’ a creyente ni me explico’ nada sobre Dios, logro’ hacerme entender la funcion de la religion en la gente y en la sociedad toda. Los pasos que se deben pasar para llegar a ser "sabio" al llegar a viejo: ayuno, lujuria, poder, dinero, juego de azar, ser anacoreta, gentio, amor sexual y espiritual, etc. De esa manera se logra conocer la vida y su significado. Dios no esta' relacionado con la sabiduria de uno. Estando siempre en la iglesia leyendo la Biblia y rezando no ayuda a entender.

    Quien corre y pierde energias "solamente buscando" sabiduria no encuentra las cosas que estan a su alrededor. La sabiduria no es algo que viene ya envasado para consumir sino que uno debe construirla en su interior. Sino, se busca pero no se encuentra. Se corre mucho detras de la sabiduria que no se la ve alrededor nuestro y es una vida perdida. Buscarla escrita no ayuda; tampoco corriendo atras de profetas; se debe vivir y construir la de uno. No en vano el budismo no tiene dioses....porque estos son un estorbo para alcanzar la sabiduria.

    Siddharta es un libro especial para mi'; sobre un pedestal;....no creo que lo sera' para todos.

    Saludos.
    Última edición por Dorogoi; 29-abr.-2016 a las 05:45
    -
    He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto; es un intento de colonización del otro. (Saramago)

    No pretendo cambiar el mundo pero en el pedacito que me tocò pretendo hacer la diferencia.
    .
    Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
    ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

  7. #7
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    Hola,
    Siddharta lo lei’ cuando tenia 27 años y me cambio’ la vida mejorando mi modo de analizar e interpretar; mas que nada lo relativo a la religion que tan alejado y contrario me tenia. Luego lo lei otras dos veces mas; la ultima en italiano.

    Indudablemente que solo las obras maestras logran cambiar la vida de uno... y Siddharta lo es.

    ...vaya, tenemos algo en común creo por esos años de mi vida también leí este libro, y ya era creyente sin embargo me impactó porque es para mi la más vehemente y detallada expresión de un hombre que busca la excelencia en todo, pero sin saber que eso es Dios ...siempre pensé que sería un buen material para ilustrar la pertinencia de la Biblia cuando habla de nuestras más acuciantes necesidades ...

    Si bien se refiere a Buda (Gautama) es applicable a cualquier religion porque, si bien no me convirtio’ a creyente ni me explico’ nada sobre Dios, logro’ hacerme entender la funcion de la religion en la gente y en la sociedad toda. Los pasos que se deben pasar para llegar a ser "sabio" al llegar a viejo: ayuno, lujuria, poder, dinero, juego de azar, ser anacoreta, gentio, amor sexual y espiritual, etc. De esa manera se logra conocer la vida y su significado. Dios no esta' relacionado con la sabiduria de uno. Estando siempre en la iglesia leyendo la Biblia y rezando no ayuda a entender.

    ..inequívocamente Gautama es el precursor del humanismo que intenta despojar al hombre de su naturaleza pecaminosa, con sus propios recursos erigiéndose en dios de sí mismo, como finalmente es considerado el Buda ... pero no estoy de acuerdo conque para ser sabio debemos experimentarlo todo, si hay algo con una evidencia debo creerlo y tendré el conocimiento sin experimentarlo ...pero la Biblia amigo, es la suma de la experiencia humana de un vida sin Dios y la vida con Dios ... él es honesto con nosotros y su palabra es como vemos, universal ...

    Quien corre y pierde energias "solamente buscando" sabiduria no encuentra las cosas que estan a su alrededor. La sabiduria no es algo que viene ya envasado para consumir sino que uno debe construirla en su interior. Sino, se busca pero no se encuentra. Se corre mucho detras de la sabiduria que no se la ve alrededor nuestro y es una vida perdida. Buscarla escrita no ayuda; tampoco corriendo atras de profetas; se debe vivir y construir la de uno. No en vano el budismo no tiene dioses....porque estos son un estorbo para alcanzar la sabiduria.

    ...esa es la risa del río en el que Shidarta finalmente se resigna, haber vivido en un idealismo vácuo, sin valorar lo que ya tenía, pienso que ese es el mensaje pernicioso de esta filosofía, de que debemos quedarnos como estamos y aunque avancemos nunca dejemos aquellos que nos estorba para apreciar lo nuevo ...en resumen el hombre puede cambiar de religión, de ideología, de estilo de vida, o ser indiferente a todo eso pero que nunca puede librarse de su pecado y naturaleza inclinada al mal ...y eso es lo primero que Cristo vino a hacer a la tierra ...

    Siddharta es un libro especial para mi'; sobre un pedestal;....no creo que lo sera' para todos.

    Saludos.
    ...es comprensible, si nunca has leído la Biblia, pero he puesto algunas citas entre líneas, para que veas que Dios tiene cuidado de todo lo que la gente cree y a dado a conocer de su mundo interior ...por una sencilla razón:

    Job. 36:5 He aquí que Dios es grande, pero no desestima a nadie;

    ...un abrazo mi globe troters ...
    Última edición por intelectito; 29-abr.-2016 a las 07:09

  8. #8
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    ...esa es la risa del río en el que Shidarta finalmente se resigna, haber vivido en un idealismo vácuo, sin valorar lo que ya tenía, pienso que ese es el mensaje pernicioso de esta filosofía, de que debemos quedarnos como estamos y aunque avancemos nunca dejemos aquellos que nos estorba para apreciar lo nuevo ...en resumen el hombre puede cambiar de religión, de ideología, de estilo de vida, o ser indiferente a todo eso pero que nunca puede librarse de su pecado y naturaleza inclinada al mal ...y eso es lo primero que Cristo vino a hacer a la tierra ...
    Hola,
    Pues esa es la parte que mas conmociona al lector. Es cuando lo que se aprende de la vida viene a flote luego de decenios de vivir intensamente y lograr entender a aquellos que buscan en vano detras de dioses y profetas….Una parte memorable....El ciclo del rio como el ciclo de la vida: el rio parece el mismo pero no es nunca el mismo....Perfecto!!!

    Dor 42:4 - Malogrado aquel que pudiendo renegar a Dios se aferra a él buscando aprender.


    Saludos gran cacique.
    -
    He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto; es un intento de colonización del otro. (Saramago)

    No pretendo cambiar el mundo pero en el pedacito que me tocò pretendo hacer la diferencia.
    .
    Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
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  9. #9
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    Hola,
    Pues esa es la parte que mas conmociona al lector. Es cuando lo que se aprende de la vida viene a flote luego de decenios de vivir intensamente y lograr entender a aquellos que buscan en vano detras de dioses y profetas….Una parte memorable....El ciclo del rio como el ciclo de la vida: el rio parece el mismo pero no es nunca el mismo....Perfecto!!!

    Dor 42:4 - Malogrado aquel que pudiendo renegar a Dios se aferra a él buscando aprender.

    Saludos gran cacique.
    ...lo sé, y ahí quería llegar, sin Dios el hombre se aferra a lo que tiene frente a su nariz ... pero Siddartha aunque sabía que había un "Atman" ... cayó como todos en este problema de todos los ateos ...

    Rom 1:21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

    24Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.


    ..confiar en el hombre, hacer todo lo que dice la religión o ideología, asumir que el hombre sin Dios es sabio, entregarse a la experiencia de todo sin ver que es del mismo mundo y de la misma humanidad, vivir con una prostituta, traer un hijo al mundo con ese estigma, buscar el pecado para vencer el pecado, el hambre para vencer el hambre, ..son absolutas necedades ...

    ..y finalmente terminar sus días postrado a un río, experimentando una alucinación con un agua que le habla ... comenzar en la idolatría dogmática y acabar en la idolatría naturalista ...es el vacuo mundo de quien no toma en cuenta a Dios ...a pesar de tener un vacío que solo Cristo puede llenar ...

    ...creo que no hay más elocuente expresión que da consistencia a lo escrito a los romanos ...verdad? ...

    ... un abrazo querido amigo ...
    Última edición por intelectito; 29-abr.-2016 a las 08:17

  10. #10
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    ...lo sé, y ahí quería llegar, sin Dios el hombre se aferra a lo que tiene frente a su nariz ... pero Siddartha aunque sabía que había un "Atman" ... cayó como todos en este problema de todos los ateos ...

    Rom 1:21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

    24Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.


    ..confiar en el hombre, hacer todo lo que dice la religión o ideología, asumir que el hombre sin Dios es sabio, entregarse a la experiencia de todo sin ver que es del mismo mundo y de la misma humanidad, vivir con una prostituta, traer un hijo al mundo con ese estigma, buscar el pecado para vencer el pecado, el hambre para vencer el hambre, ..son absolutas necedades ...

    ..y finalmente terminar sus días postrado a un río, experimentando una alucinación con un agua que le habla ... comenzar en la idolatría dogmática y acabar en la idolatría naturalista ...es el vacuo mundo de quien no toma en cuenta a Dios ...a pesar de tener un vacío que solo Cristo puede llenar ...

    ...creo que no hay más elocuente expresión que da consistencia a lo escrito a los romanos ...verdad? ...

    ... un abrazo querido amigo ...
    Hola Intelectito,
    Las palabras no capturan el significado secreto, todo parece un poco diferente cuando se lo expresa, un poco deformado, un poco tonto, sí, y esto es bueno y me gusta muchìsimo, incluso con esto estoy perfectamente de acuerdo, que lo que es tesoro y sabiduría de un hombre siempre suena un poco tonto a los oídos de los demás. (Siddharta)
    Hasta el màs puro de los hombres puede encontrarse en el pecado. Él mismo estuvo con su bella mujer y tuvo un hijo, vivió una vida mundana alejado de lo espiritual hasta que se diò cuenta y escapò de todo eso abandonando todo otra vez.

    Pero llegar a la sabiduría no es de todos. Cada uno construye la suya y, aunque normalmente diferentes, pueden convivir porque en esencia son la misma cosa comprendida y explicada con palabras distintas.

    Por eso te decía que tù buscas tu sabiduría en la Biblia y yo en varios libros y en las enseñanzas de la vida misma. Mi sabiduría es diferente de la tuya pero ambos la hemos construido con mucho esfuerzo y voluntad y tienen el mismo valor dado que cumple con su principal objetivo: dar tranquilidad a nuestra mente; calmar nuestra lógica; darnos la felicidad que es el objetivo primordial del ser humano en la Tierra.

    Llegando a viejos creo que todos los que hemos logrado una cierta sabiduría nos convertimos en ascetas, buscando el equilibrio espiritual y no màs la dependencia de lo mundano y material. Pero debe correr mucha agua bajo el puente para eso.

    Te saludo.
    -
    He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto; es un intento de colonización del otro. (Saramago)

    No pretendo cambiar el mundo pero en el pedacito que me tocò pretendo hacer la diferencia.
    .
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