LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO

(Siglo XVII- Sudamérica)

3 — REFLEXIONES
…………………….

Un nuevo silencio pareció envolver la atmósfera algo tensa de los dos contertulios. El coqueto salón decorado con platería potosina, lucía alfombras coloridas de Nazca con dibujos indios, colocadas arriba del piso enladrillado. Las sedas orientales con rosas chinas exponían el contraste de esas diferentes culturas. Era una síntesis extraña para la visión del joven europeo, aclimatado a otras ornamentaciones.

—“Así es ahora amado tío, Portugal y España se han separado y ello me trajo hasta ti— continuó Don Alvaro —Llegaste acá hace veinte años como parte de un imperio donde el sol era permanente, de Occidente a Oriente, donde los lusitanos teníamos nuestra parte y derecho ¡Y ahora te quedarás aquí en un territorio ajeno!”

—“No, mi pequeño Don Alvaro, que ha crecido tanto y no ha crecido aún”.

—“Estás ahora en tierra extranjera”.

—“Nada de aquí es ajeno a mí”— aseguróle el tío

—“Oporto llorará tu ausencia”.

—“Hace mucho que secó sus lágrimas”.

—“¡Mi abuelo te espera! … El es tu padre, reclama por ti”.

Conmovido, Don Ruy tomó a su sobrino del hombro indicándole el asiento y ambos volvieron a sentarse. Luego con parsimonia comenzaría, lentamente, a explicarle sus reflexiones.

—“Mira … las Indias son poderosas”.

—“¡No les perteneces!”— exaltóse nuevamente el joven

—“Poseen un sortilegio. Un imán. Tienen poder en sí mismas … Yo ahora soy un Indiano”.

—“Tu castillo está en Portugal y aguarda tu regreso detrás del Océano”.

—“Así era hace veinte años, querido Alvaro… Me viste partir cuando eras un niño. Mi padre, tu abuelo, bendijo mi frente y pensé retornar antes de que te hicieras un mozo. Y ya lo ves. Has crecido. Te ha enviado por mí …¡Pero yo sigo aquí!... Me ha vencido el Tucumán. Me ha dominado este mundo pétreo, lejano, austero, aislado en un desierto de greda y piedra. De churqui y pirca. De pampa y sierra. Donde los eruditos pasan sus lentas horas y el sol se pone sobre sus libros …No… No puedo volver a Oporto porque abandonaría mi savia”.

—“Pero abandonas tu nombre. Tu escudo. Tu suelo. Y lo perderás todo por completo porque los Reinos se han separado, y ahora aquí en tierra española, tu título lusitano ya no te será reconocido”.

—“Por eso te los ofrezco”.

Don Alvaro lo miraba sorprendido. Ambos pusiéronse de pie quedando cara a cara. El sobrino observó asombrado y azorado la faz inconmovible de su tío, y entonces le espetó:

—“¡No!”

—“¡Sí!”

—“¿Puedes explicarme, querido tío, cómo has cambiado tanto? ¿Qué te hizo llegar a este punto sin regreso?”.

—“Sí … mira… el Tucumán fue cautivante. Porque era necesario dominarlo en su fuego virginal, que no nos permitía la molicie. Quedé fascinado en el momento mismo de iniciar esta empresa. No puedes negar que los portugueses tenemos alma de aventura, navegando puertos y mares, territorios y naciones. Y llegué hasta acá, hace veinte años, al Tucuman solitario. Me vi prisionero de su hechizo primitivo. Inmerso en un mundo que salió a mi encuentro inesperadamente y donde logré hallar mi senda propia”

(CONTINÚA).