HISTORIA del VIAJERO
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por Alejandra CV


—¡Mis montes! ¡Mis montes! ¡Qué lejos quedaron los talas!.. Mis talas …. Mis árboles gigantescos.

—¿Qué tenían tus montes?

—Tenían los genios del río. Las almas que bajaban de los talas. El agua fresca... ¡Mis montes y sus talas! ¡Mis voces! ¡Mis genios y sus almas!

—Aquí tienes agua fresca.

—No es la misma.

—Aquí están las hojas de los talas.

—No se parecen.

Y las últimas frases del viajero se hundieron en el sueño. El tala inmenso se movía como imantado por el viento, como peperina de los campos, como la paja del techo de un rancho serrano. Del tala partía la Voz :

—Soy tu Genio ¿Por qué lloras?

—No te veo. Me fui muy lejos.

—Nunca te fuiste.

—Sí. Me fui muy lejos.

—Te vi en las naves. Tengo mi espejo en el agua de aquella vertiente. Vi tu navegar y conozco tu historia.

—Me fui muy lejos.

—Vi tu amor y tu mujer.

—Ella no te conoce.

—Vi tu hijo y su vida.

—Tampoco te conoce.

—Yo te conozco. Siempre te mantuve cerca.

—Me has unido a tu magia y ella me angustia en esta noche de nostalgia.

—Te desligo entonces de ella. Quiero tu alegría y no tu pena.

Y el espejo de la vertiente se cubrió de hojas secas. El viajero recobró su salud y retornó a su vida de siempre.

El Genio bajó del tala frondoso hasta la arena de la playa. La arena rodó por la creciente del río y fue colocada en el balde del albañil. Y el albañil la llevó hasta el cimiento de la nueva casa.

La casa del viajero se cubrió de niños. Eran sus nietos. Durante la noche él se alejó hasta el asfalto de la calle para contemplarla. La figura del Genio la envolvía apartándola de la ciudad. Pero el Genio no hablaba.

—Te obscureces detrás de mi casa. Tu belleza es el monte.

—Preferiste olvidarlo. Pero yo no pude olvidarte y vine— le respondió el Genio

—¡Regresa!

—¿Por qué medio? ¿Qué agua puede transportarme? La ciudad es seca y el cemento ha endurecido mi vuelo.

Entristecido el viajero lloró. Sus lágrimas llamaron a los vientos y una tormenta arrasante de agua con granizo, cubrió su ciudad y llegó a la serranía...

El Genio retornó a los montes, barrió las hojas de la vertiente y limpió el espejo.

—¡Mis montes!— volvía a repetir el viajero —¡Qué lejos están!

—Los habías olvidado y ahora vuelves a entristecerte por ellos, aumentando tu nostalgia.

—Sí. Pero ahora encuentro que mi pena es bella.

—¿Bella?

—Sí, bella.

—¿Es bello el penar?

—Sí. Como bello es nuevamente el Genio entre los aires puros de sus vientos. Elegí la belleza y elegí su pena, a la soledad sin nostalgia del cemento.

—El cemento te rodea.

—Pero el espejo me ilumina desde lejos.

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