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Tema: Algo de lo mio.

  1. #21
    Fecha de Ingreso
    27-noviembre-2009
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    4.731

    Predeterminado

    El guitarrero y encuentro en el bar....

    Me gustaron mucho los dos.

    De nuevo gracias por compartirlos

    Saludos

  2. #22
    Fecha de Ingreso
    25-diciembre-2008
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    17.918

    Predeterminado

    .

    Algo de lo suyo lleno de imaginación, buena pluma y evocaciones.

    Me ha agradado y mucho, gracias.



    .
    No me tientes que si nos tentamos no nos podremos olvidar... Benedetti

    http://www.elforo.com/image.php?type=sigpic&userid=37119&dateline=144212  4804

    ***

  3. #23
    Fecha de Ingreso
    21-junio-2011
    Ubicación
    MURCIA
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    3.070

    Predeterminado

    Lo dicho:!Sorprendente y sorprendido!

  4. #24
    Fecha de Ingreso
    28-octubre-2009
    Ubicación
    Montevideo
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    Predeterminado

    Muchas gracias por sus palabras, las aprecio realmente.

  5. #25
    Fecha de Ingreso
    28-octubre-2009
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    Montevideo
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    1.117

    Predeterminado

    Rio de la Plata


    Quizás, una de las razones por las cuales amo tanto a mi ciudad, sea el hecho de que vive recostada sobre ese río con alma de mar. Tan cambiante y tan eterno. Como la vida misma, diferente a cada instante, a veces melancólico, otras veces impetuoso, acompañando, si se quiere, mis estados de ánimo.

    Difícil de que mantenga el mismo color por más de dos o tres días. A veces el marrón lodoso de sus aguas, nos obliga a llamarlo Río, otras veces, el color verde claro, nos hace creer que se trata de un Mar.

    Las olas, que ayer vimos oscuras y espumosas golpear sobre la Rambla Sur intentando trepar hacia la ciudad en esos ataques de sudestada furia, son las mismas que veremos mañana claras, ociosas, verdes como esmeralda liquida reflejando, en millones de lucecitas, el sol de la tardecita que se escapa tras el cerro.

    Acostumbrado desde niño a verlo, no puedo prescindir de su presencia por mucho tiempo. Y es extraño, pero si estoy por demasiado tiempo lejos de ese río que se parece al mar me siento encerrado, asfixiado. No importa que no me zambulla en sus aguas, o que no pise las arenas de sus playas, pero tiene que estar cerca, de lo contrario no me siento completo.

    Siempre que puedo, aprovecho esos raros momentos en que estoy solo, y me voy a acompañarlo un rato. Prefiero sentarme en el murallón, allí cerca del Dique Mauá, para ver, a contraluz del sol, como el atardecer va pintando las aguas con oro. Y eso para mi, es casi como una terapia, me purifica y me deja como nuevo.

    Imagino a Montevideo, con su bahía, tratando de abrazarlo, de contenerlo, y me quedo pensando, que por eso este rio nos viene dando tanto desde hace tanto tiempo, y yo siempre que puedo, en silencio se lo agradezco.
    Última edición por Juan E; 25-ene.-2012 a las 16:37

  6. #26
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    28-octubre-2009
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    Montevideo
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    1.117

    Predeterminado

    En el rio.

    Como un ritual casi, los mayores luego del almuerzo, se tiraban un par de horas en sus camas, tratando de escapar un poco del calor que con lengüetazos de lagarto, quemaba la piel aún bajo la sombra de los árboles. La mesa, instalada bajo la enramada quedaba mientras tanto con los trastos sucios con los restos de la comida del mediodía, esperando que la tardecita trajera a los voluntarios que rejilla y jabón en mano, los despojaran de la grasa, irresistible lugar de reunión de cuanta mosca había en el aire.

    Solo los perros, mis primos, el tío Yuyo, demasiado joven y soltero como para encarar una siesta, y yo, quedamos despiertos, muertos de calor, pensando que haríamos esa tarde. La estridencia del canto de las chicharras, parecía aumentar el calor del día, que dormitaba en las calles desiertas y polvorientas del pueblo.

    Dentro de la casa, el frescor de los cuartos, invitaban al sueño, así que los mayores poco podían hacer para controlar nuestros pasos. -Tío, vamos a nadar al río, dijimos a coro mi primo y yo.- -Bueno, voy hasta casa a cambiarme y vamos al río, debajo del puente, ustedes vayan yendo si quieren-

    Daniel y yo, con un par de mandarinas para el viaje, le silbamos al Tilo, invitándolo para el paseo. El Tilo nos miró, movió un par de veces la peluda cola, y siguió como si nada, deleitándose con el hueso que mi abuela le había regalado horas antes.

    El cielo despejado por completo, estaba casi blanco a causa del resplandor del sol, nada se movía nada hacía ruido, a no ser las chicharras y nosotros. El dulzor de las mandarinas acentuaba lo perfecto del día llenando nuestras panzas con ese jugo tan especial, de la fruta consumida al otro día de haber sido bajada del árbol.

    En el recodo, allí, donde la calle de balastro dejaba de ser calle para transformarse en huella de carro, ya pudimos ver el agua mansa y barrosa del río. Solitario, el cauce pasaba por entre la fronda del monte nativo, lleno de pájaros sesteando y chicharras cantando.
    Sólo una eterna carpa de Gitanos, demostraba presencia humana aquella tarde en el río. Ni por el puente grande, durmiendo algunos metros sobre la playita mansa, se notaba movimiento alguno.

    - El último, cola e’ perro-, gritó mi primo, que descalzo, ya corría entre los cantos rodados y los abrojos derechito a zambullirse, yo, montevideano, más acostumbrado a los zapatos, no podía ganarle, mis pies de citadino, no podían soportar los pinchazos de las piedras y las espinas.

    El agua estaba fría, y la reacción con el cuerpo caliente me hizo tiritar, pero solo un segundo, al poco tiempo ya estaba jugando con mi primo en el agua “nadando” en un charco de menos de un metro de profundidad.

    Esa parte del río, era la autorizada para bañarse para los niños, ya, mas allá, de un lado, una pequeña represa convertía las aguas en una piscina de un par de metros de profundidad, bastante inaccesible por lo agreste. Del otro lado, los fundamentos del enorme puente, creaban fuertes corrientes que hacían peligroso el moverse por ese sitio.

    Un trozo de madera, de algún árbol del monte siguiendo la corriente, pasó flotando ante mi primo y yo, rumbo al puente, - a quién agarra la madera primero!-, grité, al mismo tiempo que me zambullía en el agua, tratando de ganarle la pulseada a mi primo.

    La rama se alejaba cada vez más de nosotros, y yo la seguía, mientras mi primo aún no reaccionaba. El agua se sentía tibia ahora, y gracias a un último impulso, mi mano ya asía el codiciado trofeo, estaba en la gloria!.

    Me quise parar, y mostrarle a mi primo como esta vez, el triunfo había sido mío. Pero no pude, al dejar de impulsarme, mis pies buscaron el fondo, pero no lo encontraron. Una desesperación, como nunca había sentido antes me invadió en una milésima de segundo.
    Mis brazos se movían furiosamente, mientras mis pulmones me dolían a causa de la falta de aire.

    El miedo a morir, la desesperación de no poder respirar, la sorpresa de lo inesperado. Todos esos sentimientos a la vez invadían mi mente, mientras mi cuerpo ya estaba por dejarse llevar por la corriente mansa.

    En todo ese entrevero, oí allá a lo lejos a alguien gritando, mientras sentía que alguien me tomaba de mi cabeza dándole la oportunidad tan necesaria de respirar a mis pulmones. –Cómo estás guri?-, la voz del tío Yuyo llegó a mis oídos, como la mejor de las músicas. Desorientado, yo, ni sabía donde estaba, y sólo me di cuenta varios minutos después, que estaba en el barranco, muy cerca de los cimientos del puente lejos de la seguridad de la playita.

    A pesar de que temblaba incontrolablemente estaba feliz, muy feliz, -no le digas nada a mamá-, le pedí a mi tío. Los pájaros en el monte, seguían silenciosos, un camión cargado de sandías, hizo retumbar el puente allá arriba, mientras Daniel y el Yuyo, ya corrían hacia el agua, -el último, cola e´ perro-, escuché gritar a mi primo.

  7. #27
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    28-octubre-2009
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    Montevideo
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    Predeterminado

    Zitkala

    El joven y valiente Zitkala, tal como lo había prometido a su padre, iniciaba su peregrinación al santuario de la Montaña Sagrada, dónde hacía ya mucho tiempo, el sabio y viejo Nantai se había retirado, a meditar y a esperar la muerte.

    El santuario parecía eterno, barrido por el frío viento del este, que soplaba con crueldad sobre las laderas desnudas de la Montaña Sagrada. Nantai, el Maestro, esperaba allí con paciencia el encuentro con sus ancestros. Sentado sobre una roca contemplaba ahora con cariño al joven Zitkala que había acudido a él en busca de sabiduría. El joven era fuerte y valiente, y el Maestro lo intuía, sería algún día, la memoria de su gente.

    ¿Es que acaso algún día seré útil a mi pueblo? Preguntó el joven al Maestro, Nantai, poniéndose de pie, le pidió a Zitkala que describiera lo que veía, allá, muy abajo en el valle. “El valle no ha cambiado Maestro, sigue igual que cuando vivías en él, ¿para que describírtelo entonces?”

    “No te pido que me lo describas, pido que te lo describas a ti mismo, para que en tu corazón lo atesores por siempre” respondió pausadamente Nantai. “Es que no entiendo Maestro, ¿Por qué tendría que describirme algo que todos los días veo, y que no ha cambiado en cientos y cientos de lunas?” le preguntó Zitkala. El Maestro miró al joven con un dejo de tristeza, y contestándole casi en un susurro le dijo: “No le damos la importancia que se merece a lo cotidiano, a lo que es común en nuestras vidas, lo que en años no ha cambiado, lo creemos eterno, creemos que la libertad es para siempre, y que la tierra es incapaz de ser herida”.

    El sol lentamente iba escondiéndose tras la Montaña Sagrada, un poco más abajo, los últimos pájaros escapaban de la noche, buscando rápidamente sus nidos. Nantai quedó entonces silencioso e inmóvil, mirando en el lejano valle que se adormecía, las manadas de búfalos pacer pacíficamente las verdes y tiernas pasturas de la primavera, y a los arroyos que comenzaban a hincharse con el agua fresca y limpia proveniente de los primeros deshielos...


    Los ojos del anciano Zitkala se iluminaron cuando junto a la fogata, los pequeños pidieron que contara historias de su niñez. Abriendo su corazón entonces, hizo que los niños corrieran libres por el valle, asustando a los conejos y divisando a lo lejos las grandes manadas de búfalos, sustento de su pueblo, los niños, con los pies mojados atravesaban los riachos cada vez más profundos y rápidos, mientras oían a lo lejos el galope de los caballos de los cazadores que retornaban felices a la aldea.

    El anciano Zitkala, vió en los ojos asombrados de esos niños la misma libertad que él había visto y gozado cuando joven, y agradeció la sabiduría dada por Nantai hacía ya tantas y tantas lunas atrás, y que les servía ahora para escapar un poco al oprobio de la Reserva.

  8. #28
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    10-enero-2011
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    Más allá del bien y del mal
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    Predeterminado

    EL DIOS DUERME

    A Julieta, sobre la tumba de Julio
    El Dios duerme su gloria a tu amparo, Julieta;
    Una lanza de amor en tu brazo sonrosa;
    Su berceuse fue blanca, tu berceuse es violeta...
    Eras rosa en su lecho, eres lirio en su fosa.

    -Las serpientes del mundo, apuntadas acechan
    Las palomas celestes que en tu carne sospechan-.

    El dios duerme, Julieta; su almohada es de estrellas
    Pulidas por tu mano, y tu sombra es su manto;
    La veladora insomne de tu mirada estrellas
    En la Noche, rival única de tu encanto.

    -Y las bellas serpientes, encendidas, meditan
    En las suaves palomas que en tu cuerpo dormitan-.

    Y el dios despertará nadie sabe en qué día,
    Nadie sueña en qué tierra de glorificación.
    Si se durmió llorando, que al despertar sonría...
    En el vaso de luna de tu melancolía
    Salva como un diamante rosa tu corazón.

    ¡Y sálvalo de Todo sobre tu corazón!

    Delmira Agustini


    «The brain is the seat of madness and delirium.»

  9. #29
    Fecha de Ingreso
    28-octubre-2009
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    Predeterminado

    Cita Iniciado por Mªndrªg°rª Ver Mensaje
    EL DIOS DUERME

    A Julieta, sobre la tumba de Julio
    El Dios duerme su gloria a tu amparo, Julieta;
    Una lanza de amor en tu brazo sonrosa;
    Su berceuse fue blanca, tu berceuse es violeta...
    Eras rosa en su lecho, eres lirio en su fosa.

    -Las serpientes del mundo, apuntadas acechan
    Las palomas celestes que en tu carne sospechan-.

    El dios duerme, Julieta; su almohada es de estrellas
    Pulidas por tu mano, y tu sombra es su manto;
    La veladora insomne de tu mirada estrellas
    En la Noche, rival única de tu encanto.

    -Y las bellas serpientes, encendidas, meditan
    En las suaves palomas que en tu cuerpo dormitan-.

    Y el dios despertará nadie sabe en qué día,
    Nadie sueña en qué tierra de glorificación.
    Si se durmió llorando, que al despertar sonría...
    En el vaso de luna de tu melancolía
    Salva como un diamante rosa tu corazón.

    ¡Y sálvalo de Todo sobre tu corazón!

    Delmira Agustini

    Delmira Agustini fue una feminista adelantada a su época, rompió varios moldes y eso escandalizó a la patriarcal sociedad uruguaya de principios del siglo pasado.

    Murió demasiado joven a manos de su ex esposo.

    Una grande de la poesía uruguaya.

    LA CITA

    En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
    De flores y de luces de espíritu; mi alma
    Calzada de silencio y vestida de calma,
    Irá a ti por la senda más negra de esta noche.
    .
    Apaga las bujías para ver cosas bellas;
    Cierra todas las puertas para entrar la Ilusión;
    Arranca del Misterio un manojo de estrellas
    Y enflora como un vaso triunfal tu corazón.
    .
    ¡ Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando !...
    Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando
    Que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho...
    .
    Para el amor divino ten un diván de calma,
    O con el lirio místico que es su arma, mi alma
    Apagará una a una las rosas de tu lecho !

  10. #30
    Fecha de Ingreso
    10-enero-2011
    Ubicación
    Más allá del bien y del mal
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    13.439

    Predeterminado

    En medio del atrofiado caos, busque este poema que me gusto.

    Saludos afectuosos

    «The brain is the seat of madness and delirium.»

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