Conocer gente nueva es una mierda, si alguien les dice lo contrario háganme el favor de escupirles en la cara mientras les mientan la madre.

“Extraña” le hice llamar la chica que me hizo platica en aquella fiesta de un conocido a la que, por hastío de mí, terminé acudiendo. ¿Saben lo que es eso, estar tan fastidiado de ti mismo que te termines odiando y prefieras mil veces la compañía de cualquier otra cosa en lugar de soportarte por un maldito segundo más? Justo en ese punto acepte la invitación a la fiesta. Calle cerrada, grupos de ya ebrios en la calle haciendo borlote y arguende. Seguro no hablan de política o religión. Algún lío de faldas, que como todos desembocara en madrazos. Localizar a Carlos no es difícil, su familia es la anfitriona de estos quince años, bautizo, cumplenomeimportó leer completa la invitación, solo vine a comer y beber gratis, mientras la música de banda a todo volumen me hace apreciar mi soledad y me afirma con en el rock.

Lo que más admiro de Carlos es la atención que pone a los detalles, recuerda que fumo y un cenicero en momentos así, cae de maravilla como si fuera un abrazo de mamá tras extrañarla mucho. En fin, me he perdido con la gente mierda. Ya voy a ello.

Extraña es una chica de ojos claros y piel morena. Exuberante y frondosa o en otras palabras: esta buena. Sonríe y habla decidida de los pocos temas que conoce, cierta cantante de banda es su heroína, según entiendo por qué se cayó el avión en el que viajaba. Creo que el verdadero héroe es el piloto que se sacrificó por el mundo. Nadie entiende el chiste, pero se ríen por compromiso y luego lentamente se retiran o refugian en sus teléfonos. No vine para ser agradable, ni para conocer a la mujer de mis sueños. Con encontrar a la de mis pesadillas me basta, jamás buscaría en medio de este pantano. Disculpas anticipadas a la gente de Iztapalapa que pueda leer esto. Modales Off.

El round uno lo ha perdido totalmente, quizá esperaba que mis modales me hicieran guardar silencio y asentir a sus afirmaciones musicales, fingir que la escuchaba para eventualmente hablar en otro lugar, cualquier otro día. Lástima para ella y suerte para mí. Ella se ahorrará algunos momentos incomodos, esperar al otro día para que le regrese la llamada y yo no tendré que recordar su nombre un segundo más. Vuelve al segundo round, esta vez es más fría, distante.

-Hola.

Muevo la cabeza en saludo.

- ¿No bailas verdad, entonces de coger ni hablamos?
- ¡Ha ha ha ha!

Toso después de reír, casi logra que me ahogue con el humo del cigarro. Aplaudo, mientras bajo la mirada. Fenomenal, dos pesos de neuronas.

-Tienes mi atención extraña.
-Me llamo…
- …te llamas extraña…
- Entiendo…

Sonríe y saca de su bolso unos camel azules, busca también su encendedor, pero no lo encuentra y terminó ofreciéndole el mío. Lo toma y devuelve.

-Tú no eres de aquí, nadie te conoce.

Sentencia con frialdad. Cruza la pierna y me mira fijamente esperando una respuesta.

- Y tu si eres de aquí, crees conocer a todos y tampoco me importa.

Levanta las cejas sorprendida.

-Uy perdón, ¿no suelen hablarte así?

Parece que no, se revuelve inquieta en su asiento e intenta disimular su sorpresa.
Aprovecho su momento de silencio para seguir con la verborrea.

-Déjame adivinar… eres la hermana o el receptáculo de semen del imbécil alfa de estos rumbos… nadie te habla tan fuerte por miedo a las represalias… aventuro a decir que papá se fue, si es que lo conociste. No, espera, no fue papá, fue mamá la que se fué, ooouh, terrible…

Algo dentro de ella se rompe, su cara lo refleja, pero en lugar de lágrimas o gimoteos ridículos, le gana una carcajada, estruendosa, acompañada de una convulsión mitad risa, mitad no sé qué.

-No mames, le vas a encantar a mi hermano o como recién le apodaste “El imbécil alfa de estos rumbos”.

Hace un ademan con la mano que lleva el cigarro y un monza color rosa metálico aparece con un tipo de mal ver pero de gustos musicales decentes. Tom Petty canta su atemporal “free falling”. La música de 1989; extraña, fulano y yo rodamos por la ciudad, sin rumbo. Música y mota o chelas y coca o música, alcohol, drogas y lo que suceda con eso. Ya ni siquiera puedo recordar lo que me hizo subirme al coche con los desconocidos en una zona peligrosa. Aerosmith, Depeche Mode, Madonna y unas líneas de coca hacen el resto de la magia y la confianza aparece.

En cada semáforo en rojo fulano pisa a fondo el acelerador y cierra los ojos, cruzar el primero me causo tanto miedo, por un segundo quise bajarme, después noté que me sentía vivo. Despierto. Cosa que ni la coca, ni los gemidos de una mujer después de venirse logran. El siguiente y el siguiente, un semáforo más. Extraña canta con soltura en inglés y baila un poco en su asiento, le da cierto aire a la Madonna de aquella época, solo que está tiene más senos que cara bonita.

A ratos me hundo en mis mierdas serias y caóticas, cosas de adulto, problemas en los que no recuerdo haberme metido pero que tengo que resolver. La epifanía de esta noche dice que más de la mitad de los problemas los puedo olvidar y avanzar. Me conozco lo suficiente como para saber que mañana no voy a recodar mis grandes soluciones. Quizá debería apuntarlas en algún lugar.

La bajada a toda velocidad al cruzar viaducto sobre Insurgentes hace que me golpee y tire el cigarro en el asiento del coche, no me molesta quemarme, era mi último cigarrillo. Tener que regresar al mundo real, lidiar con personas, hacer cuentas mentales para saber si puedo costearme otra cajetilla de cigarros y una botella de algo más o simplemente aprovechar para comer algo que tanta falta me hace.

-Déjame en el Oxxo.

Fulano me espía por el retrovisor mientras extraña mi mira intrigada. No dicen nada, tampoco cruzan una mirada de complicidad entre ellos. Dos calles más adelante se estacionan en un Oxxo con el estacionamiento extrañamente vacío. Aprovecho para recapitular que la ciudad parece muerta, ni un policía, pocos autos, las personas deben de estar dormidos o escondidos… y otros pensamientos vuelan en mi mente, repaso con mis manos el contenido de mis bolsas, teléfono, cartera, encendedor, ganas de auto sabotearme, tristeza... si, parece que todo sigue en su lugar.

Con la idea de que quizá no los vuelva a ver, volteo a darles una última ojeada, la extraña se acomoda el sostén, mientras fulano descansa la cabeza en el volante y estira los brazos. La mezquindad en turno pide unos delicados de veinticuatro, dorados para que sepan bien con el six de cerveza importada que está casi regalada, listo para compartir o hacerme compañía en la larga caminata que será el regreso a casa. Al salir, como era de esperarse el auto ya no está.

Entonces recuerdo todo. Un eterno recordatorio.
Cada noche revivimos la misma escena, la fiesta, las palabras, las drogas y todo lo que me hace sentir vivo, cosa que desde luego ya no estoy. Doscientas treinta veces que se repite, Extraña y fulano, mis demonios personales. La carcajada de extraña se repite, volvemos a la fiesta, esa sensación de que la conozco de alguna parte me invade, pero la descarto al hacer el chiste del piloto que se sacrificó por el bien del mundo.