AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN A principios de septiembre varios Testigos y yo fuimos procesados ante un tribunal especial en Duesseldorf, donde fui condenado a de un año a año y medio en prisión. Mi esposa quedó bajo custodia y fue llevada finalmente a Ravensbrueck y Sachsenhausen, donde permaneció hasta 1945.
En marzo de 1939 me llevaron a Sachsenhausen, donde me consideraron “incorregible” y recibí los tormentos acostumbrados. Mi hermano August, a quien habían arrestado en octubre de 1936, había estado en Sachsenhausen desde octubre de 1937. Ahora tuvimos la oportunidad de fortalecernos mutuamente en asociación con nuestros hermanos cristianos. Por un tiempo a todos los Testigos se les rehusó permiso para recibir o enviar correspondencia, de modo que sus parientes sabían poco o nada de ellos. Cuando se levantó esta restricción se nos permitía escribir cinco líneas al mes.
En septiembre de 1939 mi hermano August fue llamado a la “sección política.” Estaba resuelto a permanecer fiel a Jehová bajo toda circunstancia. Otros dos Testigos, que también habían sido llamados, me contaron esa noche que mi hermano había sido golpeado y pateado debido a rehusar el servicio militar.
El 15 de septiembre de 1939 dejamos de trabajar temprano. El anciano del campo —un prisionero político— me dijo que mi hermano iba a ser fusilado ese mismo día.
Todos nosotros los prisioneros tuvimos que estar de pie en posición de atención. Éramos de 350 a 400 Testigos. Al ser sacados al campo principal, enfrente de la entrada principal, vimos un montículo de tierra para atrapar las balas y unos cuantos montones de arena enfrente de él. Junto a éste estaba una caja negra. Los del SS con yelmos llevaban ametralladoras. Entonces trajeron a mi hermano maniatado y lo colocaron enfrente del montículo de tierra.
Entonces el comandante del campo habló por el altavoz: “El prisionero, August Dickmann, de Dinslaken, que nació el 7 de enero de 1910, rehúsa el servicio militar porque es ciudadano del reino de Dios. Él dice: ‘El que derrama la sangre del hombre, por el hombre será derramada su sangre.’ Así se ha apartado de la comunidad y ha de ser fusilado según lo ordenó el Reichsfuehrer Himmler del SS.”
Dirigiéndose a mi hermano, gritó: “¡Date la vuelta, cochino!” Entonces dio la orden de disparar. Mi hermano, con la cara hacia el montículo de tierra, fue fusilado por tres oficiales del SS. Después que cayó, el oficial del campo, un oficial superior del SS, se acercó a él y le dio un balazo en la cabeza. Luego le quitaron las esposas y cuatro de sus hermanos cristianos lo colocaron en la caja negra.
Dos días después me llamaron a la “sección política.” Este día frío y lluvioso tuve que quedarme afuera por horas. El comandante del campo y el líder del campo me observaban desde su ventana. Entonces vino el interrogatorio. El jefe de la Gestapo hizo muchas preguntas, preguntando súbitamente: “¿Viste fusilar a tu hermano? ¿Qué lección aprendiste de eso?”
Mi respuesta fue: “Soy testigo de Jehová y seguiré siéndolo.”