Te conocí un verano. El sol doró tu cuerpo. Y su embrujo me atrajo como fuego candente. Fundido entre tus pechos perdí toda razón, y entre la terzura de tu piel ascendí a los cielos.
Cuando llegué a tu vulva descubrí el paraiso.
Te penetré con fruición. Primero en galope ligero, y luego cual caballo salvaje dominador.
Desapareció el cielo y la tierra. Y no había ya sentido alguno en el Universo entero.
Solos tú y yo dominabamos el Cosmos.
Estalló un Big Bang regenerador. Creamos en explosión de cuerpos hirvientes el fuego naciente. Y luego, con mi eyaculación en tu vagina nació un nuevo mundo. El que sería solo nuestro por siempre.