(Un hola de nuevo y una historia)


-Si un orgasmo no te hace olvidarte de todos tus problemas, entonces no es un orgasmo chingón…

Abre la cortina que da a la calle y observa pasar el metro, es hora pico. Va hasta la madre de personas con prisa, hay gente haciendo fila para hacer fila, si todos vistieran igual serían como hormiguitas. De varias maneras lo son, solo que muchos no lo sabemos, todos seguimos las ordenes de la reina-esposamadreamanteotros…

- ¿Crees que puedan verme?
-Seguro que si ¿Cómo no ver ese par de tetas?


Posa un poco para los escasos observadores que miran unos antojadizos senos color canela y pezones cafés, los mueve de aquí para allá, brinca un poco y estas aplauden al caer. No es la quinta sinfonía de Beethoven, está se disfruta mucho más.

-Cuando hago esto en casa con mi novia se molesta, dice que soy un mal chiste para el feminismo.
-Te dije que era una feminazi.
-Ser un idiota con tus sugerencias acerca de hacer un trio recién la conocías, no ayudó mucho a tu causa, ni a tu persona y de tu genero ni hablar…
-Insisto en que fue un accidente y fui malentendido, me refería a su coquetería, mis malas intenciones y una botella de lo que pueda pasar, esa era mi propuesta.
-Sí, claro, las mujeres somos más listas que los hombres, podemos conocer sus negras intenciones aun antes que ustedes.

Clava su mirada en mis ojos y sonríe con esa hermosa malicia.

-No todas tenemos un gran sentido del humor, deberías de cuidarme, ¡estoy en peligro de extinción!
-Disculpe usted especie protegida por el gobierno federal…
-¡Ja ja ja ja ja!

Hay un sonido de fondo que acompaña a ciertas personas, en su caso es la quinta de Beethoven, suena en segundo plano cuando ríe, habla, llora y gime. Y la verdad estar en su presencia es como sentirse el director de una orquesta, una que produce los orgasmos más dulces que se puedan escuchar de este lado de Tlalpan… Habría que ir al otro lado para dominar de centro a sur. Hago una pequeña nota mental, ir más al sur de su cuerpo y de la ciudad también, ¿por qué no?
Instintivamente sonríes cuando una mujer tiene la cortesía de reír ante tus chistes, es el mejor cumplido no verbal y no sexual que le pueden hacer a un hombre. Síganlo haciendo, nos encanta y rompan ya con ese mito de que al hombre se le enamora por el estómago.


-El amor te eyacula en la cara.

Silencio.

- ¿De que estas hablando hombre?
-Quiero decir que regreses a la cama querida. Ven y averígualo…
-Eres todo un idiota cuando te lo propones, si no me gustara lo que escribes y como escribes seria la mujer más fiel del mundo.
-Tendré que escribir de esto entonces para homenajearte un poco o a tus senos y la cantidad impresionante de furia creativa vertidos en ellos
-¿Vas a eyacularme tus letras?

Junta sus senos con ambas manos y abre la boca en un gesto lascivo y obsceno.
-¡Ven, creemos historias!


Hace falta muy poco para excitar a un hombre, somos criaturas tan básicas que ante la mínima posibilidad de follar lo damos por hecho, pero habemos otros que requerimos de un poco más para estar satisfechos, no es solo placer. Me encantaría explicarlo, pero a veces tampoco lo entiendo. Seduces, besas, juegas con la mente, te arriesgas un poco y amas… Gimes, sudas, haces que se vengan en repetidas ocasiones, que se sientan amadas, únicas y tan especiales como solo algunas saben ser… y justo cuando estas por descubrir el misterio… eyaculas ¡todo es culpa de la pretenciosa eyaculación!

Camina al espejo de la habitación, no al del techo, sino al que ponen justo frente a la cama, donde sueles dejar tus cosas, abre su bolso y saca un paquete de condones, de esos que tienen nombre clásico y que te hacen sentir como un guerrero antiguo o un virus de computadora. Pienso en la suerte de haberla conocido y ya comienzo a disfrutar cada uno de los profilácticos, seguidos de sus inmerecidas caricias.

- ¿Tienes cigarros?
-Sí, están en mi mochila.
-Que varonil…
-Ese sarcasmo te saldrá caro…

Ríe inquieta mientras revuelve la bolsa frontal, hasta que los encuentra.

- ¿En serio fumas de estos?
-Sí, ¿qué tiene de malo? Traen veinticuatro…
-Nada, nada, olvida que lo mencioné.

Toma asiento en la cama junto a mí, revisa su celular, no alcanzo a ver lo que hace, seguramente sus redes sociales. Aprovecho para mirar mi reflejo en el espejo del techo, todo un genio diabólico el que decidió ponerlos ahí arriba. Jamás entendí el motivo de la semi oscuridad, aliviar las culpas quizás. Poder ver a detalle su piel sería un buen recuerdo. Lanza bocanadas de humo.

-¡No vayas a hablar!

Antes de que logre articular respuesta, se levanta con el celular en la mano y entra al baño, alcanzo a escuchar un “bueno” al cerrar la puerta tras ella. Sigo sin entender que hace en una relación que no la hace feliz del todo. Yo no debería estar aquí, al principio fue excitante, pero era soltera y no había quien saliera herido, solo dos adultos en un acto consensuado de compañía intima. Después vino su primera pelea. Tenía meses sin verla ni saber de ella cuando un mensaje instantáneo apareció. “Deberíamos vernos” no un “Hola” o un emoji que tanto le gustan para iniciar conversaciones. La vieja confiable que otras tantas veces aplicamos “¿segura?” (me limité a responder) “Mismo lugar, misma hora” “Ok” supuse que algo andaba mal, no quiso hablar, era otra la necesidad que pretendía satisfacer y le permití hacerlo. También puedo ser un buen pedazo de carne.
Se lució como si un estadio lleno de personas nos estuviera viendo y ovacionando cada uno de sus movimientos, no me dejó estar arriba, esta era su sinfonía y la estaba dirigiendo a su entero placer. Así justo como el mejor sexo inicia, también acaba entre jadeos y dificultad para respirar y con una maratónica sesión de por medio. Me tomó con su mano para evitar que resbalar de su lugar, movió una pierna sobre de mí y luego se sentó en el borde de la cama, pensé que estallaría en llanto o diría algo gracioso tan típico de ella, en su lugar se levantó, recogió su ropa y fue al baño, poco tiempo después salió vestida, alcanzo su bolsa y me dijo:
“Tengo que irme, luego nos vemos” cerró la puerta tras de si y permanecí idiota con un condón lleno puesto tratando de asimilar lo que había ocurrido…
Aun en ese momento la sinfonía sonaba y era hermosa.


Días después la encontré por accidente en un puesto de tacos, entonces conocí a Pam, su novia con la que se había mudado, la mujer por la que dejó de tener tan buen sexo conmigo. Mi comentario de hacer un trío fue más bien impulsado por rencor ante la extraña que había ganado una batalla que jamás quise luchar, de haber sido así, quizá Pam se habría convertido en la amante y yo en el engañado. Que suerte la mía.
Quedar como un idiota misógino ayudo a crear la barrera perfecta, ellas feministas y yo el odiable antagonista con el que seguro jamás tendría nada.
Compartimos la mesa y me odié por representar al macho, era necesario. Por un cariño que no sabía que tenía.

-Discúlpame por dejarte así el otro día, no tenía por qué ser tan grosera.

Confeso en el único momento que Pam dejó la mesa para ir al baño.

-Solo me interesa que seas feliz, y si de vez en cuando necesitas vernos, ya tienes mi número.

Algo iba a decir cuando Pam regreso, se quedó con las palabras en la punta de la lengua, me despedí con mi mejor actuación de borracho, choque con un par de personas en mi camino. La siguiente noche el mensaje se repitió “Deberíamos vernos” “Seguro”.
Tenía el tiempo limitado, no recuerdo la excusa que dijo, pero no era muy verosímil. Me cubrió de besos esas horas, fue el lado cariñoso del sexo la tela de fondo de ese encuentro. Desee profundamente alguna vez estar enamorado de una persona con la que pudiera repetir la misma experiencia noche tras noche. Del amor como afrodisiaco y otras mil maneras de morir sobre su vientre.


Regresó del baño.

- ¿Todo bien?
-Si. Ya sabes…

Su cara decía más que sus palabras. De nuevo tenía el tiempo contado y eso significaba que se relajaría para darle rienda suelta al deseo, así fue. Besar, arañar, sudar, clavar la vista en los ojos del otro al venirse, cerrar un rato los ojos y dejarse llevar por el momento post orgásmico plagado de silencio o en mi caso de esa sinfonía que la caracterizaba.

-Si nos apuramos podemos pasar por unos tacos afuera del metro.

De nuevo sonríe coqueta y hermosa.

Llegamos a los tacos, pidió una orden de suadero y yo una campechana. Mientras la despachaban me dijo al oído. “Eso fue un orgasmo chingón” la piel se me erizo.