El Viejo Sabio siempre salía de su ermita muy temprano, antes de salir el Sol. Su viejo cuerpo no le pedía demasiado descanso y seguía lleno de vitalidad. Apenas dormía cuatro o cinco horas, despertaba rebosante de energía y salía a barrer el patio delantero de la ermita para que los feligreses encontrasen un lugar limpio y ordenado en el que pudieran ordenar pacíficamente su alma. Sin embargo el primer caminante que pasaba delante de su lugar de paz no era un feligrés suyo. Hacía varios meses que GranSan venía observando a ese jovencito. Antes solía jugar con los chicos de su edad, pero desde hace unos meses su comportamiento había cambiado mucho... y eso le llamaba la atención al Viejo Sabio. Aunque lo que más le extrañaba no era que ya no se relacionase con niños de su edad y sólo caminara junto a hombres mucho más mayores que él. Lo que más le extrañaba al Anciano clérigo era el brusco cambio que había sufrido su espíritu. GranSan calculaba que en estos últimos meses, el joven Kan, había madurado el equivalente a 15 años. Y eso sí que le llamaba la atención. El Viejo Sabio posó la escoba contra una de las paredes de piedra que formaban su vieja ermita, y alzó la mano para llamar la atención del Joven Samurai.
- Joven! - gritó a Kan - ¿Dónde vas tan temprano? A estas horas sólo los demonios y los santos andan por la calle. Los primeros retornan a las entrañas de la tierra a protegerse del abrasador Sol y los segundos bajan del cielo para proteger a los hombres de las calamidades y del Mal.
Y como hacía todas las mañanas preguntó al Joven
- ¿Tú qué eres? ¿Santo o Demonio?
- Ninguna de las dos cosas
Replicó con una sonrisa Kan, todas las mañanas tenía la misma conversación con el anciano y todas las mañanas las palabras eran las mismas, se había convertido en un ritual diurno entre los dos
- Sólo soy un Joven Samurai que camina hasta los arrecifes para poder contemplar la belleza del amanecer y la suavidad del fluir de las Olas en el Mar.
- ¿Y por qué haces tal cosa en vez de alargar tu descanso como el resto de los mortales?
Preguntó el Viejo añadiendo una novedad a la conversación. Kan quedó sorprendido, ya había reemprendido el camino al considerar que la conversación había finalizado como tantos días atrás; tardó un segundo en organizar sus ideas antes de mirar fijamente a los ojos del anciano y responder...
- Porque mi espíritu guarda tal ansia por vivir la vida y por actuar que le es difícil mantenerse dormido más de unas pocas horas al día. Sólo duermo lo suficiente para deshacerme del cansancio del día anterior y despertar cargado de nuevas energías.
Kan hizo una pausa para comprobar si el Anciano Clérigo comprendía lo que le decía, el Sabio conocedor del corazón y las almas de los hombres asintió y con un gesto de su mano invitó al Joven a continuar
- Ver la belleza del amanecer renueva y dobla mis energías, pues hace renacer en mi espíritu la fe por las causas justas y las buenas acciones. Por otra parte el suave mecer de las olas calma mi espíritu y me ayuda a ordenar mis ideas y a organizar mentalmente mis tareas diarias de una forma más tranquila y eficiente.
Violentamente el Viejo Sabio tomó su gastada escoba y agitándola en el aire replicó.
- ¿Entonces qué haces perdiendo el tiempo con un Viejo Estúpido? ¡Ve, Corre! Que este Viejo Tonto te ha entretenido y no quiero que por mi culpa te pierdas ni un momento tan sagrado de tu tiempo.
Kan, impulsivo por naturaleza, azorado de tal manera por el anciano echó a correr como alma que lleva el diablo hacia su lugar secreto.
- Y después, cuando retornes y pases por aquí, pasa a ver a este Viejo Loco que quiere hablar contigo! - Gritó GranSan al joven mientras corría.