Cuando asistimos para ver representada una obra de teatro rara vez pensamos en lo que hay detrás del escenario. Nos fijamos solamente en la obra representada, actores, decorados y en el argumento y mensaje que nos quiera inculcar el autor. Ignoramos que fuera de la vista del público existe toda una serie de recursos para que la representación del acto llegue a buen fin.
En el caso del independentismo de Cataluña sucede igual. Hemos centrado nuestra atención en los personajes que dan lugar a la obra y en los decorados. Por razones del guion nos hemos fijado en algún momento que tras el escenario existe un conjunto de especialistas y un conjunto de maquinaria que conforman lo que se denomina “tramoya”. Es lo que sucede con las presiones internacionales y las negociaciones que hayan existido al margen del público.
Como en aquellas obras teatrales que antaño hemos dividido a los protagonistas en “buenos y malos”. Hemos asistido a una guerra de banderas, que en realidad no viene a ser otra cosa que la acostumbrada cantinela del “tu más que yo”. Un pulso para ver quien tiene más fuerza. No hemos tenido en cuenta la posibilidad de negociaciones del Estado con la clase empresarial y la banca. Los impuestos a desgravar y algún tipo de subvenciones. El viaje del presidente Rajoy a los EEUU. Los intereses europeos.
No se sabe con certeza las cifras a manejar pero si sabemos que cada bando las utiliza en su beneficio. Creo haber dicho en aporte anterior, que el independentismo no es un bloque monolítico. En sus entrañas guarda un grupo unido por las circunstancias, que no persigue la separación sino que pretende un mayor autogobierno para Cataluña. Es precisamente este grupo el que puede inclinar (siempre a mi juicio) la balanza. Lo que si es cierto es que si se quiere frenar el proceso soberanista el Estado debe tomar la iniciativa.
Los medios de difusión han sido pródigos en fotos y videos de manifestaciones catalanas. La enorme multitud de gente que las ha compuesto, no desaparece de “un día para otro” del escenario. Aguarda la postura del Estado frente a su reivindicación, que como queda dicho no es toda de carácter independentista. No atender esas demandas seria acrecentar las distancias y empeorar la situación cara al futuro. Responderle con la aplicación del articulo 155 de la Constitución a estas alturas de los acontecimientos sería un error. De haberlo hecho debió ser antes y parcialmente no en su totalidad. En el punto en que trata de la intervención económica de la Autonomía por parte del Gobierno: El pasado 7 de septiembre al pronunciarse Puigdemont, el Presidente de la Generalitat.
Conjuntamente con el PSOE o inducido por este partido, el Presidente Rajoy da atisbos de entablar dialogo. Antes pide al presidente de la Generalitat aclare sus palabras respecto a la suspensión “temporal” de separación del resto de España. Entablar negociaciones no supone el hacerlo bajo la “espada de Damocles”. El Estado no puede sufrir el chantaje de hacerlo en inferioridad de condiciones y bajo presión. Tampoco puede soslayar el problema. Iría creciendo y mañana nos encontraríamos posiblemente en situación de guerra civil ¡Urge solucionarlo de una vez!
La política “rajoyana” de ambigüedad y “dejar pasar para que se solucione solo” debe cesar. Es hora de determinaciones y no de componendas. La Comunidad Europea, que le apoya por intereses económicos, y por medio de la señora Merkel, le ha indicado por otro lado que el “asunto catalán” es “problema interno de España. En internet circulan fotos y videos de un Rajoy en sus años de inicios políticos cuando negociaba con grupos extremistas catalanes. La bandera de barras con estelada preside la lectura de su discurso. Un video nos muestra como una vez aprobado por el Parlamento y la ciudadanía, Rajoy alcanzada la mayoría de votos al desbancar al PSOE, mutiló el EStatut dando lugar al inicio de la protesta en Cataluña