MARGARITAS MISTÉRICAS
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PARTE 1

por Alejandra Correas Vázquez

La noche de Año Nuevo tiene un margen de teatralidad propia, que nos invita a los festejos. En ella todos somos actores de una misma escena que ensayamos año a año. Tiene su libreto, su vestuario y su telón de fondo, como de cierre. Propio es que alguna vez se represente en el mismo teatro. Tal aconteció un Año Nuevo, cuyo escenario fue el mismísimo Teatro Rivera Indarte (Córdoba-Argentina).

Teatro vacío.... Platea. Palcos. Cazuela. Tertulia. Gallinero. Etc. Todo. Todo vacío.... menos lo nuestro : El espacio donde vivía el poeta indio Romilio Riberos en el piso superior del teatro, con su azotea, donde él dispuso festejar con nosotros sus amigos, ese Año Nuevo.

Preparado de antemano y con todo el frenesí de una generación bohemia, que no quería ceder el paso a la cotidianidad burguesa, aquel festejo inusual nos comprometía en una lid, tanto por los concurrentes como por nuestras premisas y ante todo, por el escenario elegido para tal fin.

Como si se tratase de la cima de una montaña compacta, el Rivera nos ofrecía su esplendor hermético, su solidez estructural, el silencio manifiesto de aquel vacío nocturno en la más callada y silenciosa de sus noches : ¡La de Año Nuevo!

¡El teatro del Año Nuevo, allí, en nuestro propio teatro Rivera Indarte!

Esto prodújome a mí una magia emocional, que me proporcionó días de expectación, hasta llegar el momento aguardado. Había que preparar el libreto completo, el vestuario adecuado y los acordes para levantar el telón que daría comienzo a la escena. Pero la escena comenzó antes, precisamente el día anterior.
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Nos encontramos todos sin habernos citado, la víspera del Año Nuevo, en la pinturería COPLAN, donde todos los artistas plásticos teníamos habitualmente una cita tácita. Llevados en conjunto, tanto por la necesidad de adquirir elementos básicos para dibujar y pintar, como por la agradable compañía y atención del Sr. Carlos Ferro, su dueño, quien dejara una huella indeleble en el afecto de muchos artistas cordobeses.

Era él para nosotros un buen crítico, un buen amigo y un gran entusiasta de nuestras actividades. Su casa particular en el Cerro de las Rosas, también nos estaba abierta.

Se producían allí en COPLAN los diálogos más complejos o más simples, que derivaban en verdadera tertulia. El ambiente que nos rodeaba era propicio en toda su estética: ubicado en el Pasaje Santa Catalina con su colorido colonial, sus rejas españolas y sus adoquines jesuíticos. Lindero a la Catedral y el Cabildo Histórico, frente a las Catalinas, ocupaba una casona de época (la única que en ese espacio no existe hoy) ... Todo ese conjunto arquitectural emanaba un aire de diseño y pensamiento, como reservorio de nuestras emociones.

Era la tarde anterior al Año Nuevo.

Romilio entró también en COPLAN. Su sonrisa magnífica de siempre y la alegría que transmitía al encontrarse con personas de sus afectos, transferíase en derredor suyo como un contagio generalizado. El producía con su preencia esa vibración inmediata. Deseos y placer de vivir. Lo presente, lo que estaba en ese momento, lo que acontecía y compartíamos allí mismo. Todo tomaba con él una dimensión palpitante, porque sin duda, Romilio hacíanos sentir a todos comunicados entre sí. El grupo donde estuviese giraba en torno suyo, en su favor o en su contra, pues hacíase eco evidente de su presencia.

Tenía en sus manos en esos momentos un ramo de flores, que yo no podía identificar. No soy especialista en el tema, pero aún así, me intrigaban y no comprendía de qué flores se trataba. Eran desconocidas para mí.

-¿Qué flores son ésas?- le pregunté intrigada
-Margaritas.

Hasta donde yo sabía, las margaritas tenían un centro amarillo y pétalos blancos. Aquellas flores eran violetas, naranjas, azules, fucsias, lacres, celestes. Había centros de otros tonos semejantes y pétalos con líneas negras y azules, en suaves filigranas rizadas... Me hechizaban y no lograba separar mis ojos del ramo de flores exóticas, a las cuáles no podía identificar ... Pero ...¡No eran margaritas!

-¿Pero qué margaritas son ésas?
-Margaritas.

La incógnita seguía en el mismo punto. La pregunta y la respuesta continuaron igual. Por su parte cuando un indio resuelve ser parco, cuando se propone no ceder, es irreductible... a ultranza.

Continué mirándolas sorprendida ¿Qué flores eran ésas? No eran margaritas, de ello estaba yo muy segura. Pero cuando Romilio cerrábase en una actitud, era inamovible. El era la persona más sociable y dicharachera que había entonces en la bohemia cordobesa. Pero había puntos y segmentos que no compartía y a los que borraba automáticamente como si nunca los hubiera escuchado ...Y cambiaba el tema de diálogo por afable que éste fuese. El diálogo no tendría entonces continuidad y allí ante mis ojos estaban aquellas flores extrañas que no pertenecían a mi conocimiento.

Pero un indio cuando se propone a sí mismo el mutismo con firmeza, nadie podrá imponerle nunca ninguna locuacidad. Y la respuesta a mi pregunta seguía siendo invariablemente la misma : “¡ Margaritas !”

Y mientras ello acontecía, dejándome cada vez más intrigada sobre la existencia de un género de “margaritas” para mí, hasta entonces desconocido, a mi lado... él... Romilio... iba solicitando al gordo y morocho empleado de COPLAN témperas y tintas color violeta, naranja, azul, fucsia, lacre, celeste.

Al frente nuestro Don Carlos Ferro con su buen humor de siempre, proponíanos a todos los allí presentes un brindis con pinceles y espátulas, que fue repartiendo entre nosotros por el nuevo año que se anunciaba presto. Pues estábamos ya en el atardecer del penúltimo día y todo el antiguo Pasaje Santa Catalina habíase teñido de un manto rosado.

En definitiva, me fui con la incógnita despidiéndome hasta la noche siguiente, cuando nos reuniríamos para festejar juntos el Año Nuevo en ese mágico y romántico teatro Rivera Indarte.

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