No me andaré con rodeos; absolutamente nada de lo que hacemos o hagamos tiene trascendencia alguna, ni para nosotros una vez muertos, ni para los que queden vivos una vez mueran, ni para nosotros siquiera mientras estemos vivos.

Objetivamente la vida no tiene ningún valor intrínseco y subjetivamente podemos darle el que queramos, claro que ello supone dejarse engañar por algo que no es real sino fruto de la idea de uno. Como si quiero pensar que el blanco tiene color porque su no-color me hace caer en un vacío de no significado.

Habrá quién diga que simplemente vivir es el sigificado, vivir y disfrutar.Obviamente olvida lo cínico de la vida, que una vez alcanzado el culmen (40-50 años) deterioras y poco a poco pierdes todo lo que habías conseguido, si no tienes la suerte de que te mate un coche antes.
Habrá quién diga que vive por los otros, pero los otros corren la misma suerte.

Y la mayoría, creo yo, ni se plantea esto. Sólo vive, vive porque nació, no vive porque decide vivir. Otros se refugiarán en sus ilusiones, en sus quimeras, ilusas quimeras, propósitos creados en las fantasías de la propia mente.

Creo que este es el nuevo dilema, así lo creo en una era donde no ha habido tanta paz (al menos en occidente) como en el pasado (sí, estamos en la era más pacífica de la historia, por fría o falsa que sea); en este mundo occidental, donde el "¿Para qué?" es la frase favorita de los estudiantes de instituto y un gran motivo para fracasar y aún mejor motivo para ser un vago; donde cada vez hay más y más problemas de salud mental (ansiedad, depresión)... "¿Para qué?", ...

No hay un para qué, no hay sentido, objetivo, o valor ni propósito. No hay razón.

Esto no significa suicidio y depresión, sino ser más libres en las decisiones (nada te ata) y menos presiones por las consecuencias o "deberes" impuestos por un supuesto sentido que ni existe.

Esto es, tranquilidad.