“Paparupapa eu eo…” sonaba en las bocinas de aquella vieja choza acondicionada para ser un restaurante de día y bar de noche. Ella avanzo segura de si misma y su coquetería mientras le clavaba sus ojos verdes, con un ademan de su mano izquierda lo invito a la pista, él, contagiado por la música e hipnotizado por la magia del momento, cooperó. Pasos decididos hasta alcanzarse, predestinados para así bailar. Danzaron con la magia de la pasión juvenil, carente de responsabilidades y consecuencias. Sus labios se encontraron en un gran beso que incendio la pista y mi pútrida alma, llevándola a ese punto de cenizas. El solitario bailando se quedó sin hablar. Algo en mí se rompió, fragmentos olvidados en aquella selva que hasta la fecha sigo sin encontrar.

Trece años después escuche la canción y no pude evitar transportarme en el tiempo, revivir el recuerdo, soñar con los ojos abiertos.

https://youtu.be/OtBNhTOQdUw