LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO

(Siglo XVII- Sudamérica)


4 — EL MAYORAZGO
………………………..

—“Tuyo es, sobrino Alvaro, el Mayorazgo de la Casa de Almeida”.

—“Aún no puedo recibirlo, respetado tío, es muy temprano para mi”— contestóle con angustia el sobrino

—“Ya lo tienes Don Alvaro, así lo he decidido yo”.

—“No. Debo heredarlo aprendiendo de ti la conducta de nuestro escudo. Para ello atravesé el Océano Atlántico. El Océano Pacífico. El mar de la India y el de la China. El Bajo Perú. El Alto Perú. Las salinas. Las sierras salvajes. Los pumas. El pecarí. La yarará. El camoatí. Los alacranes …Y llegué finalmente a esta aislada y solitaria Córdoba del Tucumán, ansioso… ¡Ilusionado de encontrarte!”.

—“Comenzarás solo, como yo comencé aquí”.

—“No es la tradición”.

—“Las Indias me enseñaron que la madurez no se regala. Debe conquistársela”.

Las últimas palabras de Don Ruy contenían cierta dureza. Austeridad, con un toque de rigidez. Sobrevino una tensa calma. El joven mirábalo sorprendido y hasta incrédulo, e intentaba adquirir su sobriedad para lograr comunicarse con él. De improviso creyó ver en su tío una estampa inalcanzable para él. Más allá de ellos estaba el misterio de aquella ciudad mediterránea. La siesta fugábase por los enrejados y los puentecillos de medio arco del Calicanto se cubrieron con estudiantes de toga. Su alegría juvenil era susurrante sin ninguna ruidosa algarabía.

El silencio de la Ciudad Monasterio pareció invadirlos. Al transponer ambos el pórtico de la casa, que permanecía abierto durante toda la jornada envuelto en su luminosidad abrileña, un tiempo etéreo, sin forma, apoderóse del tío y el sobrino. La calle empedrada y bañada del sol otoñal mostraba a la vista de ellos, a esos Jesuitas caminando con sus lecturas mientras daban compañía a sus alumnos, en los descansos de las aulas. Los altos paredones del Calicanto congregaban a los jóvenes en una alegre serenidad, donde sus voces parecieran gorjeos distantes. El sobrino rompió nuevamente el mutismo:

—“¿Tanto te domina este empedrado? …sus claustros sus bachilleres, sus libros.. ¿No temes que se extinga en esta lejanía?”

—“No. Ya no temo. Creo que lo temí hasta verte. Hasta tu llegada”.

—“¿Con mi presencia aquí?”

—“Sí… Portugal se perdió y no creía en su regreso. Pero hoy estás aquí diciéndome que se ha reconstruido, demostrándomelo con tu presencia”.

—“¡Esa es la verdad! …querido tío… Ha vuelto a ser la vieja Lusitania que perdimos”.

—“¿Con buenos reyes?”

—“Los mejores del país. Son los Braganza, herederos de la antigua Casa de Borgoña, que fundara el reino de Portugal hace cinco siglos”.

—“Daréles mi voto de confianza, pero no he de olvidar que los Austrias a quienes juré lealtad antes de venir para Indias, también eran borgoñones y descendientes del fundador del reino lusitano”.

—“Nadie olvidará a la bellísima emperatriz Isabel de Borgoña, retratada por los mejores pintores del siglo. princesa portuguesa, y esposa de Don Carlos V, pues él la amaba tanto que abdicó enseguida de perderla” .

—“Y tú sobrino Alvaro, retornarás a Portugal para asumir tu Mayorazgo de Almeida”.

(CONTINÚA)