Portugal es país al que es obligatorio visitar. Yo, lo he hecho varias veces pero no con la atención que se requiere. Soy enfermo de alto riesgo, y tengo prohibido el conducir. Así que esas mis visitas las he tenido que realizar en grupo mediante agencia de viajes. Lo que coarta la libertad de acción, y mas que realizar el viaje se acaba por devorar kilómetros. Si he sobrevivido ha sido gracias a la “costilla” que me ha acompañado.
Mi ultimo viaje fue más selectivo. En lugar de recorrer kilómetros contra reloj decidí el centrarme en la ciudad de Lisboa, su capital. Por medio de internet y por conversación telefónica legue a un acuerdo con el “Hotel Mundial” para ocho días de estancia de dos personas. Desayuno, almuerzo y cena no entraban en el paquete por petición propia. Creo es mejor hacerlo a la aventura, para integrarte mejor con paisaje y paisanaje. Usar incluso de transportes como el metro y tratar de pasar como un lisboeta más.
Este año tengo pensado el ir en octubre o noviembre. Seguramente se quedará en deseo. La pandemia del Covid “es la que manda”. Este año por ejemplo, no he acudido a la cita con las playas de Aguilas. Como donde “manda patrón no manda marinero” la autoridad ha decidido que el mes de agosto haya estado confinado en una casa rural, sin contacto con el mundanal ruido. La verdad es que lo he sobrellevado bien. He sostenido dialogo con lagartijas, y si no he profesado de franciscano ha sido por los mosquitos. Como hiciera el de Asís, que los llamaba hermanos, para mi han sido “hermanastros “ por sus picotazos. La ganancia que he tenido es que la playa se había convertido en enemiga personal. La obediencia al superior es “previa conditione” para el que profese de franciscano.
Pedro Antonio de Alarcón es autor nacido en Guadix, provincia de Granada. Crea el periodismo moderno en sus “Cartas Marruecas” y entre su obra destaca “La Alpujarra”. Es la crónica de un viaje en el siglo XlX por esa región granadina. Acompaña además de su visión de ese mundo, la historia de los últimos reyes nazaríes de Al Ándalus. El autor nos dice que lo acompañaba en la diligencia un enorme baúl lleno de libros, que sirvieron como consulta para culminar su obra. Yo, no llevaré tan enorme impedimenta. Me conformo con leer al portugués Saramago y al español Unamuno, amen de guias editadas acerca de Portugal, y en especial de Lisboa.
Unamuno, al que leo ahora viajo unas veinte veces a Portugal. Lo hizo entre los años 1908 a 1935. Tuvo la suerte de que fuese miembro del Consejo de Administración de la Companhia das Bocas de Oporto e dos Caminhos de Ferro Peninsulares. No percibía sueldo alguno, pero si tenía el privilegio de viajar gratis. Así pudo conocer a Guerra Junqueiro, Eugenio Castro, Oliveira Martin y otros autores portugueses de época. Nada raro tiene entonces, la afirmación de Agustín Remesal, cuando dice que no se comprende a Unamuno, sin sus viajes a Portugal.
De los autores citados conozco alguna obra del republicano Guerra Juanqueiro, que bien interesaría leer a los españoles de hoy día. Sobre todo, en el momento presente en que SM Juan Carlos l anda no “Por tierras de Portugal y España” que es el titulo del opúsculo de Unamuno, sino por tierras ignotas del Dubai, al que rodean extensos desiertos y la mujer practica la danza del vientre ¿Ojala hubiesen sido esas mis vacaciones y no los diálogos con las lagartijas!
Oliveira Martin es el autor de “Historia de la Civilización de la Península Ibérica”. En alguna ocasión he disertado sobre el en este mismo Foro. Sostiene la idea de que la concepción del Estado es diferente entre el Norte de Europa y el Sur. Debido a la influencia africana, tanto en España como en Portugal la sociedad nace de abajo hacia arriba. Primero es la familia, le sigue el clan y a este la tribu. Los nórdicos tienen una opuesta idea: El Estado nace desde arriba y va calando hacia abajo. Original y pesimista es también la idea que se forma de la religiosidad portuguesa. No olvidemos que su tiempo es anticlerical y que se presume de lo científico. Esa misma Ciencia forma un cuerpo religioso con sus sacerdotes y acólitos.
Opinar sobre Saramago y su visión protuguesa abarcaría mas espacio de que permite el aporte. Acabo con la diferencia que dicen, nos separa al español del portugués: La saudade. La melancolía. El carácter atlántico y el Mediterráneo. Cosa que para mi no lo es tanto. España y Portugal coinciden en la “saudadee” del Imperio Perdido