Ellos no vivian asi, fue una circunstancia especial
que surgió debido a
la predicación de los apostoles
Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes se bautice
en el nombre de Jesucristo
para que sus pecados sean perdonados,
y recibirán el regalo del espíritu santo
En aquel día, unas 3.000 personas
se unieron a los discípulos.
37 Cuando oyeron esto,
sintieron que un dolor les atravesaba el corazón
y les preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
“Hermanos, ¿qué debemos hacer?”.
38 Pedro les dijo:
“Arrepiéntanse, y que cada uno de ustedes
se bautice en el nombre de Jesucristo
para que sus pecados sean perdonados,
y recibirán el regalo del espíritu santo.
39 Porque la promesa es para ustedes y sus hijos,
y para todos los que están lejos,
para todos a los que llame Jehová nuestro Dios”.
40 Y con muchas otras palabras les dio un testimonio completo
y les aconsejó:
“Sálvense de esta generación malvada”.
41 Así que se bautizaron los que aceptaron
de buena gana su mensaje.
En aquel día, unas 3.000 personas
se unieron a los discípulos.
42 Y se dedicaron a aprender lo que enseñaban los apóstoles,
a pasar tiempo unos con otros, a comer juntos y a orar.
hechos 2
(Hechos 4:4) Sin embargo,
muchos de los que habían escuchado el discurso
se hicieron creyentes;
llegaron a ser unos 5.000 hombres.
(Hechos 5:14)
Es más,
siguió aumentando el número de creyentes en el Señor,
muchísimos hombres y mujeres.
Lo que sucedió fue tal como lo había predicho Joel 2:28, 29:
¡los discípulos llenos de espíritu comenzaron a profetizar,
hasta en idiomas extranjeros, milagrosamente!
Miles de judíos que estaban en Jerusalén
para celebrar la fiesta del Pentecostés se reunieron
para observar el espectáculo. Oyeron a la pequeña congregación
de discípulos de Cristo “hablar,” como ellos dijeron,
“en nuestras lenguas acerca de las cosas magníficas de Dios.”—Hechos 2:11.
En el Pentecostés, los judíos,
responsables como pueblo de la muerte de Jesús
y conocedores del bautismo de Juan,
se sintieron “heridos en el corazón”
debido a la predicación de Pedro.
Preguntaron: “Hermanos, ¿qué haremos?”,
a lo que Pedro contestó:
“Arrepiéntanse, y bautícese
cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo
para perdón de sus pecados,
y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo”. (Hch 2:37,38.) Es preciso señalar
que Pedro dirigió la atención de ellos a algo nuevo:
no al arrepentimiento y al bautismo de Juan,
sino a
la necesidad de arrepentirse y bautizarse
en el nombre de Jesucristo para conseguir el perdón de pecados.
No afirmó que el bautismo en sí mismo
limpiase los pecados,
pues sabía que es “la sangre de Jesús su Hijo [lo que] nos limpia de todo pecado”. (1Jn 1:7.)
Más tarde, refiriéndose a Jesús como el
“Agente Principal de la vida”, les dijo a los judíos en el templo:
“Arrepiéntanse, por lo tanto,
y vuélvanse para que
sean borrados sus pecados,
para que vengan tiempos de refrigerio
de parte de la persona de Jehová”. (Hch 3:15,*19.)
Así les mostró que
lo que supondría perdón de pecados
era el arrepentirse de su mal proceder
en contra de Cristo y ‘volverse’, aceptándolo.
En esta ocasión Pedro no habló del bautismo.
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LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)