¡No fue como tu grande y suave cortesía!
Tú, que estás libre de reproches,
¿nunca, mi amor, te arrepentiste
de cómo, aquel crepúsculo de julio,
te marchaste,
con repentina frase incomprensible
y el miedo entre los ojos,
en ese viaje de tan largos días,
sin un beso siquiera, o un adiós?
Bien supe yo que pronto partirías,
y así esperamos en la tarde leve,
ni susurrándome en tu voz tan rágil
arrasadoras alabanzas.
Pues bien, fue bueno
escucharte decir aquellas cosas,
y muy bien yo sabía
que dio a tus ojos su amorosa sombra
como el viento del sur a un bosquecillo.
Y fue tu grande y suave cortesía
quien te hizo hablar de cosas cotidianas
alzando el luminoso, triste párpado,
para dejar lucir la risa
mientras yo me inclinaba
porque tu voz apenas ya se oía.
Pero dejarme así en terror de pronto,
por el asombro más que por la pérdida,
con frase vaga, incomprensible,
y el miedo entre los ojos,
para irte al viaje de todos tus días,
sin un beso siquiera, o un adiós,
vacía la mirada final en que te fuiste,
no fue según tu grande y suave cortesía.