Mitología de los Caciques tucman
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por Alejandra Correas Vazquez

Cuando los Caciques Tucman de color verde que desparraman lluvia, prosperidad y abundancia –dinastía mítica o real que nos legara el nombre argentino de Tucumán– trazaron el camino que baja de la Salina Grande siguiendo la ruta estelar señalada por la Cruz del Sur (en el cono sur sudamericano) con toda evidencia marcarían allí un período de tregua, casi olímpica, diciendo : “Cada cincuenta años volvemos”.

Y esto nos acontece desde la fundación de la ciudad de Córdoba, pues nuestra provincia argentina tiene una larga tregua de medio siglo cíclica, donde luego inesperadamente ataca como plaga de langosta : ...La sequía.

Pues Tucman es ...¡Selva!... Y cuando ellos se ausentan llega inexorablemente ...¡Sequía!...

“Córdoba del Tucumán” fue llamada así en honor de sus originales reyes los Caciques Tucman, anteriores al Incaísmo, por la Real audiencia de Charcas (según consta en las Actas Capitulares cordobesas). Nombre que por ser vernáculo, gusta a los americanistas puros, como es mi caso. Mientras que a los románticos gústales en cambio el de “Córdoba de la Nueva Andalucía” dado por su fundador en 1573 el judío andaluz don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo ... pero ambos nombres son igualmente legítimos y no deben en ninguna manera oponerse entre sí, ya que cada uno preserva una parte de esa historia cordobesa que plácenos evocar.

Pero el Tucumán por su nombre habla de riego y vergeles. De selva y lluvias torrenciales. Cruza la salina en dirección a Córdoba y se retira cada medio siglo. Tucumán indica humedad, rocío, verde, foresta, bosques, pájaros, flores, mariposas. Los recordados Caciques Tucman o el Cacicado Tucman como dinastía, podría traducirse empleando un buen romance castizo como el Reino de la Selva. Reino de la Lluvia. O Reino de los Pájaros. En suma, un reino ecológico.

“Córdoba del Tucumán” reviste el doble carácter de “indoespañol”, ya que estamos pisando un suelo donde sus legítimos dueños (sus Reyes aunque sean legendarios) son los Tucman. Ellos cruzan cada medio siglo la Salina Grande, visitan a Córdoba, viven alegres entre los cordobeses pero luego se retiran...

Y detrás de ellos al partir se retiran también las lluvias, el rocío, las flores y las aves. ...¡Se han retirado los reyes míticos!... LOS TUCMAN…

Pero volverán. Un día los tendremos de vuelta con el agua y la vegetación. Con la fertilidad y los pájaros. Con el rocío y la abundancia. Tal es la leyenda. Tal el mito. Y tal los hechos ecológicos en Córdoba del Tucumán y su provincia.

Es una larga tregua dentro de un casi medio siglo cíclico donde las lluvias embellecen las pampas y florecen las sierras, el horizonte se azula y el colibrí adorna las mañanas. Son ellos, nuestros Reyes Tucman que han regresado. Y luego al dejarse otra vez de nosotros, cae inesperadamente la …SEQUÍA…. Pues el Tucumán cruza la salina, entra en el “Tucumanao” (que es la zona sur) y se retira cada medio siglo. El Tucumán llega, se establece y se va. Entra y sale. Viene y parte. Tal como el mito antiguo de los Caciques Tucman lo condiciona.

En el mito los Caciques Tucman —siguiendo la tradición matemática y numerológica de todas las culturas precolombinas— eran un conjunto homogéneo de cuatro hermanos. El número 4 americano es ancestral, siempre presente. Ellos tenían un padre escondido en el bosque, la selva conocida con el nombre del El Impenetrable, llamado el Gran Tucman (lo que hacía cinco en total por los puntos cardinales y el centro de estación donde se une la cruz cuadrada).

Cogobernaban y nunca se separaban. Venían juntos y se iban juntos. Algunos sostenían que eran sólo dos los Caciques Tucman (diarquía tipo clásica), pero otros aseguraban que eran cuatro (como los hermanos Cápac incásicos) colocándose cada uno de ellos en cada punto cardinal, con el padre invisible en centro.

El ciclo cordobés de lluvia y sequía aseguró la continuidad del mito en la población nativa, campesina y dependiente de las lluvias. Las chacras sin agua no pueden vivir. En ellas se siembra y se cosecha. Se clama por la lluvia. Y esta población mestiza bautizada y catequizada, a espaldas de la Curia en tiempos de sequía, imploraba por el regreso de los Reyes Tucman en los campos pampeanos secos y las lomadas de la sierra incendiada por la seca, a la que los nativos acompañaban con las consabidas ceremonias agrarias de “señales de humo”.

Ellos –los Reyes Tucman– quienes tenían su trono del otro lado de la Salina Grande, anoticiábanse por medio del humo (incendios de seca) de este reclamo, llegando solícitos en su socorro al sur del Salinar. O sea al Tucumanao. Tal es su mito y tal el ciclo de lluvias y sequías.


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