Llamarle fiesta al acto de hacer una ceremonia mortuoria a algunos toros o, en el peor de los casos novillos o vaquillas, es algo que a los ojos de la justicia se le ve sádico, perverso, abusivo o violento, o alguna mezcla de esos defectos de la humanidad, de su miseria.
Para mi es simple incapacidad humana para hallarle el sitio real a aquellos animales, vacunos que deben tener alguna otra función además de la de sementales. Es tan patético y ruin como lo sería por ejemplo (o lo es, mejor dicho) poner a pelear a los perros de presa o de ataque entre sí, o a los gallos mal llamados “de pelea”. Todo ello es muestra de la falta de sensibilidad y conciencia de cierta parte de la raza humana.
Los argumentos con que se defiende la tal fiesta taurina son, entre otros, que la lidia se da en igualdad de circunstancias entre el toro y el torero; argumento por demás estúpido e infundado. Las “armas” del toro son su corpulencia y sus astas (cuernos, pitones); por lo demás es un simple animal de instintos y reflejos muy predecibles. En tanto las armas del torero son el capote, la espada, los toreros de quite; pero sobre todo su cerebro, y contra este ningún animal puede competir en circunstancias que se acerquen siquiera un poco a la igualdad.
Imaginemos por un instante que el depredador, personaje extraterrestre de ficción cinematográfica, contra el que compitieron primero Arnold Schwarzeneger y después Dany Glover y al que ambos derrotaron en su mundo de ficción; existiese en verdad. Y que al tal depredador, amante de su propia “fiesta brava” entre él mismo y los humanos sementaloides, le diese por hacer exitosas giras con sus “corridas en circunstancias de igualdad”, entre el hombrero (simil de torero, o sea el mismo depredador) y el hombre (simil de toro). ¿Los amantes de la fiesta brava igual defenderían aquella fiesta interestelar?.
La sangre y la muerte no son espectáculos para las mentes abiertas y sensibles, son parte de la animalidad humana, y quien acepta aquello está aceptando su propia retrogrades; su bronca existencia propia. Está dando fe de una conciencia entorpecida, obnubilada, sucia. Y de una escases de ingenio atroz, para hallar el lugar preciso de los animales, su función prima y noble.
Hallar esa función, ese sitio, son verdaderos desafíos para la mente y la sensibilidad humanas; algo que si se logra cubriría mas de verdadera gloria a quienes den con esas verdades; mucha mas gloria y reconocimiento, que el que otorga hacer una buena lidia y llevarse el rabo y dos orejas (¿humanas?).
Y que no nos vengan con que aquello es un arte, ¿Cuál arte?. El arte es belleza, produce placer; y se confunden estúpidamente quienes identifican el entretenimiento con la belleza, y el dolor ajeno con el placer; un espectáculo no necesariamente es arte. El boxeo no es arte, la lucha libre no es arte, la guerra mucho menos es arte. La estética fúnebre de aquellos en nada se compara con la belleza placentera del verdadero arte. No hay que perder el límite, ni la sabiduría y sensibilidad para identificar que cosa pertenece a que sitio; pues se supone que la raza humana es “parecida, a imagen y semejanza de Dios”, y con estas aficiones creo que está buscando parecerse cada vez menos a Él.