Carta abierta a todos los hombres maravillosos.

Llevo meses con el nudo en la garganta por tantas manifestaciones recorridas, tantas concentraciones con minutos de silencio, recortes de periódicos y lágrimas derramadas al escuchar recitar en alto las cartas que otras mujeres han escrito a las que nos dejaron este año. La violencia de género sigue siendo, por desgracia, una constante en nuestra sociedad.

Hace muy poco fue Yolanda, periodista gallega de 50 años, cuya última lucha fue defender con uñas y dientes a su hija de 17 años quien no quería ver más a su padre -aunque los tribunales se lo imponían-. Su madre dedicó artículos en prensa, mientras que Luz, colega de universidad de Yolanda, sollozaba en esta crónica el monstruoso asesinato nada más enterarse.

Poner ejemplos sigue siendo dolorosamente fácil. Hay cientos, miles, y la pregunta es si llegarán las muertes a ser infinitas o si las cifras tocarán el techo del cielo para dejarnos descansar a todos. Sí, a todos. A mujeres y a hombres. Hombres extraordinarios a los que he podido ver, conocer, leer y abrazar en esas multitudinarias marchas a las que asistimos y, desgraciadamente, asistiremos hasta que la sangría no pare.

A ellos, que están tan cerca, que se enfadan y lloran de rabia como nosotras. A esos seres humanos únicos que todas conocemos y sabemos poner nombres, apellidos, caras, les pido que no se vayan, que no cambien nunca y, sobre todo, que se sientan orgullosos de estar en nuestras vidas, caminando a la par.

Luchando contra un mal que nos acecha sin darnos cuenta. Un escalofrío helado que te recorre la espalda y no te mira a los ojos. Una experiencia, un sentimiento que muchas hemos sufrido, aunque no lo creamos o nos neguemos a recordar.

Nos rozó. Y si hay mujeres que nos hemos salvado ha sido gracias al amor. Al amor propio y al de nuestras madres, abuelas, hermanas, amigas, quienes no nos dejaron caer y nos abrieron los ojos cuánto tuvieron que hacerlo.

Pero igualmente necesarios fueron ellos: escritores, terapeutas, recién conocidos, profesores, novios, ex-novios, padres, hermanos y primos que con su bondad hacen de este planeta un sitio más blanco para todas y cada una de nosotras.

Ahora que lo sabemos, sigamos en la lucha, juntos. Ésta, hasta ahora, es una de las respuestas más firmes que tengo para la pregunta que nos queda pendiente.