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VANGELIS
Respondiendo al forista "tranquilamente supremo"
Si hubiera que interpretar ese versículo como lo hacen los “evangélicos”, vendría a decir que la Carne de Cristo nada aprovecha.
Esto es absurdo. Esto contradice ‑no ya atenúa- lo que Jesucristo ha dicho un poco antes: “El pan que Yo daré es mi Carne, por la vida del mundo” (Jn 6,51). ¿Cómo podría ahora decir que su Carne nada aprovecha, sino tan sólo la fe?
Tratemos de unir las palabras realistas del sermón de Jesús con este versículo, tal como lo leen los modernos “reformadores”. La enseñanza de Jesús sonaría así:
Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, no tendréis vida en vosotros… porque la carne nada aprovecha.
Es decir, si no comemos algo que no sirve para nada (la Carne de Cristo) no tendremos vida… Como se ve, esto no conduce sino al absurdo y a la contradicción. Y si esto nos lleva al absurdo y al contra*sentido, es que la interpretación no es buena.
Las palabras del Sermón de Cafar*naún se quedan con su sentido fuerte y realista, y estas otras no las atenúan. Lo que aquí Jesús dice es cosa muy distinta; no niega la realidad de su carne ofrecida como alimento, para trasladarla a un sentido alegórico. A esto se oponen todas las afirmaciones de Jesús sobre el valor de «su Carne». Luego, cuando habla de la carne que nada aprovecha, no se refiere a su Carne. Al revés, esa Carne suya hay que comerla si queremos tener vida (Jn 6,51.54), porque su Carne es verdadera comida (Jn 6,55).
Añadamos esta nota importante: si “comer la Carne de Cristo” significa creer en El, como pretenden los pro*testantes, ¿qué quiere decir entonces “beber su Sangre”? Se dirá que significa lo mismo. Pero entonces, ¿por qué este afán de Cristo nuestro Señor de subrayar esta fórmu*la doble? Esto sería totalmente inútil. Pensemos en que el milagro de la víspera -la multiplicación de los panes‑ podía conducir a la metáfora de comer su Carne; pero el beber su Sangre sólo viene impuesto por el realismo y verdad de la afirmación, porque su Sangre es bebida verdadera (Jn 6, 55).
La interpretación católica explica todo. La interpreta*ción protestante se queda a medio camino y no llega a salvar todos los elementos de las palabras del Señor. Tro*pezamos siempre con ese procedimiento, conocido pero fatal, de aislar una frase olvidando el contexto. Tomar cada frase por separado, como si la Biblia fuese una colec*ción de frases.
Vayamos, pues, en busca de una respuesta más de acuerdo al texto y su contexto ¿Cómo se ha de entender este versículo? Si no las enten*demos en sentido metafórico, ¿cuál es el sentido de estas palabras?
Veámoslo con serenidad. Se contraponen dos realida*des: “la carne” (que de nada sirve) y “el Espíritu” (que es el que da vida).
¿Qué “carne” es ésta?
La misma Escritura divina nos lo aclara y la confron*tación con otros pasajes sirve de clave y solución.
¿Qué “carne” es la que no aprovecha para nada?
“Bienaventurado eres, Simón ‑dice Jesús a Pedro en el momento solemne de su Confesión‑, porque no es la carne y la sangre la que te lo ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16,17)
Hay una manera de apreciar las cosas y juzgar sobre ellas que es inspirada por la carne, y hay otra que pro*cede de Dios, que está en los cielos. La primera es la manera naturalista, racionalista, podríamos decir, y car*nal; la otra es sobrenatural, espiritual, porque la da el Espíritu de Dios.
Tal es, evidentemente, la posición de los cafarnaítas al escuchar al Señor. En vez de aceptar su doctrina, por*que El lo afirma y les ha dado pruebas suficientes de su misión, su pregunta es averiguar el “cómo”, actitud de tipo racionalista.: “¿Cómo puede éste darnos su carne?” (Jn 6, 52). O bien la de pararse en las meras apariencias externas y, de acuerdo con ellas, dictaminar y juzgar como si esas exterioridades lo fuesen todo: Murmuraban, pues, los judíos... y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y cuya madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: 'He bajado del cielo'?» (Jn 6,41‑42).
No aceptan con llaneza y buena voluntad las afirma*ciones del Maestro, sino que todo lo quieren reducir al ámbito ‑limitado y estrecho‑ de sus pobres conoci*mientos carnales.
Cuando oyen hablar de «comer su carne», nuevamente el círculo mezquino de sus ideas se estrecha y se ciñe a su percepción grosera y tosca, y vienen a imaginar que a lo que Jesús los convida es a una escena de festín de caníbales.2 Jesucristo, pues, con esta frase que comentamos los invita a subir a un sentido sobrenatural. Es el mismo ambiente en que les dijo en otra ocasión: «Vos*otros juzgáis según la carne» (Jn 8,15).
De esta carne sí puede afirmar: «La carne nada apro*vecha» (Jn 6, 63). No pretende, pues, aquí nuestro Señor negar la realidad de la Carne que El promete: «El pan que Yo os daré es mi Carne» (Jn 6.51), sino invitarlos a saber descubrir en esta Carne su valor espiritual por me*dio de una apreciación más noble, no ése sentido que está a ras de tierra. Apreciación que tenga en cuenta el poder y virtud de Dios.