[B]CÓRDOBA (ARGENTINA) por Orencio Correas Hoy a las 1:49 am

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TOPONIMIAS de CÓRDOBA

(República Argentina)
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POR MAYOR ORENCIO JULIO CORREAS
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“ACHALAY y no ACHALA”

ACHALA - Es la denominación toponímica de nuestras hermosos sierras.

El idioma quetchua contiene una palabra que es todo un poema y a la vez un símbolo. Es más, por sí sola concentra las más gratas sensaciones de los cinco sentidos humanos, y aún le sobra significado y prestancia para cantarle loas y hacer con ella la apología de los siete pecados capitales.

Ella es: ACHALAY

Y si tenéis duda leed:

ACHALAY mis ojos que la miran tanto! (vista)

ACHALAY las notas de sus cantos bellos! (oído)

ACHALAY las flores de fragancias gratas! (olfato)

ACHALAY las frutas de sabores varios! (gusto)

ACHALAY sus caricias que me miman tanto! (tacto)

Y siguiendo:

ACHALAY los lujos de mi amada tierra.

ACHALAY la envidia que les causa a otras...

....etcétera...

ACHALAY no tiene un significado fijo porque puede ser aplicada a los diversos sentimientos humanos que la imaginación puede crear.

En el idioma quetchua es la reina de las palabras por su dulzura, su mística y su alcance: exclamar ¡ACHALAY! equivalía para el pueblo quichua todo un conjunto de sentimientos emotivos que ninguna palabra de otro idioma podía suplir o llenar.

Posiblemente figuraba en todos los cantos de la liturgia indo.incaica y por eso fue su perdición.

Los graves sacerdotes de la Santa Religión Católica, que traían la misión de cristianizar a todos los pueblos de la América conquistada, no podían permitir esta palabra que en todas sus oraciones y rezos tenía la facilidad de aplicarse como un vivo sentimiento religioso de sus originarias creencias en el Dios “Inti” (El Sol), religión del Inca y su casta, o en la Diosa Pacha Mama (La Tierra), religión del pueblo quichua.

Dejar la libertad de su aplicación en este sentido importaba que esos conversos revivieran u obstaculizan la gran fe un su Cristo Redentor, ya que en vez de pronunciar el ¡Dios Mío! Para sus rogativas al Señor de la Alturas pronunciaran el ¡Achalay! misteriosos de sus verdaderos sentimientos originales a sus dioses paganos...

Es indudable pues, que estos señores sacerdotes captaron este peligro y trataban en toda forma de que el pueblo quetchua fuese poco a poco olvidando su idioma, ya que hubo necesidad de impartir serias disposiciones al respecto como lo manifiesta el reverendo padre Mossi en su primera gramática quetchua, que dice:

...”y a pesar de que el S. Concilio de Lima act. 2 Cap 3 tiene mandado a los curas, bajo pena de excomunión y de S. Obediencia que a los indios se les enseñe la doctrina y el catecismo en quichua, sin que sea lícito a nadie variar el rezo o catecismo aprobado por el mismo S. Concilio; el día de hoy este idioma, tan preciso como útil, está del todo desatendido por aquellos mismos quizás que debieron propagarlo a todo trance”.

Está claro, que el reverendo padre Mossi sin referirse a los señores sacerdotes, directamente, por su condición también sacerdotal, los señala como los responsables de que el pueblo quichua olvidara su idioma, pese a lo dispuesto por el S. Concilio y que nunca cumplieron por las razones que cito.

Hay que haber captado en la observación tranquila y desapasionada de quien no siente el misterioso atractivo de esta palabra el cambio que se opera en los rostros de las personas que la sienten y la comprenden, cuando se les pregunta por el significado de ACHALAY.

Pareciera que en lo íntimo de cada ser fluyera el recuerdo de satisfacciones que se fueron, pero que prestamente vuelven al pronunciar esta palabra, y la contestación es siempre casi la misma: “ACHALAY, señor, es todo lo más grande y hermoso que usted puede sentir o imaginar”, y con esto lo dicen todo, y uno todo lo comprende.

ACHALAY debió figurar entre los cantos y marchas guerreras de los pueblos incaicos actuando como continuo acicate para levantar el espíritu pujante de las valerosas hordas de los ejércitos del Emperador Inca en sus avances de conquista y dominio por todo el territorio de lo que es hoy América del Sud, hasta que llegó el día fatídico del ocaso incaico por la presencia del hispano invasor que arrasó sorpresivamente, en lucha desigual y de exterminio al poderoso imperio.

Desde entonces ACHALAY sufrió las consecuencias de la sorda persecución de sus grandes alcances misteriosos y se convirtió también en exclamación de venganza que fue poco a poco perdiéndose entre los cerros del macizo andino “como lamento de una raza que se extingue”... Pero no murió, porque las tribus legendarias de su estirpe la guardaron silenciosamente en el corazón y la mente de sus hijos, como un legado que jamás a de perderse.

Una noche en que había sentado en mi mesa de campaña al casi octogenario amigo circunstancial que menciono en mi anterior publicación, al tratar el nombre de “Unquillo”, y conversando de Córdoba, le llegó el turno a las bellezas de sus sierras, que este viejo conocía por referencias familiares, muy lejanas y me dijo:

(CONTINÚA)