EL PINGO DE ZUPAY
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por Alejandra Correas Vazquez


El pingo de Zupay, el diablo gaucho de los mitos criollos, a veces galopaba solo. Era un hermoso potro negro y brillante como una gema lustrosa de piedra azabache.

Astuto como siempre, Zupay lo dejaba a la deriva. Había tenido mala suerte en esta última temporada. Perdió en las tabas. Perdió en el reñidero de gallos. Más aún... las trampas en las cartas de naipes no le habían dado esta vez ningún resultado : ¡Había perdido en el juego del truco!

Para “pior”, ni las chinitas ya lo querían para saltar junto a él, en una “jota cordobesa”.

Además de ello otro gaucho de ley, pampeano de los mejores, le ganó al malambo, se ganó la “prienda” —o sea la China— en buena ley. Y a pesar de sus pies torcidos hacia adentro (a lo chivo como todo diablo) que lo evidenciaban como el mejor malambista... esta vez, otro se alzó con el codiciado premio. Es decir con la Chinita.

Zupay no lo podía creer. Se sentó a la vera del Río Suquía, el río que cruza la ciudad de Córdoba... Solo y deshecho. O desechado. Se sacó lentamente el chambergo (viendo que no había nadie cerca) para dejar descansar sus dos pequeños cuernillos ubicados en la parte superior de la frente, y que oculta, ajustándolos, con una vincha o con un chambergo criollo.

Estaba tan decepcionado por su fracaso, en el “raid” malintencionado de esa semana, que sus pequeños cuernillos puntudos transpiraban.

Como en el fondo es un diablo bueno —y por momentos se siente un gauchazo de verdad— pensó que la chinita iba a ser feliz con ese excelente malambero. Trabajador como todo hombre venido desde la Pampa, mientras que con él, la tal “prienda” sólo hubiera ido de baile en baile, para al fin tenerla que abandonar como a todas las otras.

Parecía esta vez enamorado ...pero él no tiene permiso para amar, aunque eso le cuesta. Pues en el fondo es un romántico.

Volvió a calar su chambergo, ocultó de nuevo sus cuernillos y tuvo otra idea maliciosa : ¡Dejar suelto a su bellísimo y negro potrazo!... Pues Zupay siempre tiene una obligación ineludible: ¡Llevarse almas buenas y desprevenidas al infierno!

Lo consigue de varias maneras. Ganando a las tabas. A los gallos. Al truco. Al malambo ... O prestando su pingo azabache para un paseo y así cabalgar “derechito al infierno”. Aunque siempre trátase de víctimas varones... Es decir que nuestro diablo criollo, sin duda es ardiente un defensor del género femenino. O un enamorado de la especie femenil.

Pero estaba tan “enyetado”, sin duda porque se había enamorado, que nadie pues se lo aceptaba. Entonces lo dejó suelto ...

—“Alguien lo pialará”— se dijo satisfecho


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ZUPAY: diablo gaucho
PINGO: potro. caballo joven