Aquella mañana era una mañana extraña, hacía frío desde muy temprano y tenía aspecto de una lluvia próxima; yo, bebía un café caliente cerca del instituto de Bienestar Familiar, donde suelen llegar mujeres a solicitar que sus hijos sean reconocidos por hombres que alguna vez les procrearon... irresponsables, inconscientes, indolentes...

Recuerdo que llegué allí antes de las 8:00 a.m., pues quedaba de camino a mi oficina y el café que preparan "en la esquina" es delicioso; y vi llegar a una dama, con dos chicos -como de 8 y 5 años-, corriendo apresurados hasta el Instituto...

Bebía mi café y mientras veía por el ventanal la escena de aquella entrada, se me acercó la mesera para preguntarme con qué quería acompañar mi café, le dije que me diera un Croissant relleno de arequipe -son una delicia- que acababan de salir del horno, entre tanto, afuera, vi que regresaba uno de los chicos -el más peque-, corriendo de nuevo por los escalones de la entrada, pero esta vez tras un hombre de gruesa contextura, con bigote y cejas prominentes y con unas piernas tan largas que en cada zancada avanzaba dos escalas... y aquel chiquillo le gritaba: ¡ Papi, papi !

Antes de llegar a la acera, aquel sujeto, le hizo la parada a un taxi que pasaba por allí; el taxi se detuvo, el hombre subió, el chiquillo gritó de nuevo, el taxi se fue, el chiquillo lloró.

Y me quedé perplejo imaginándome qué pasó.-