NO he tenido JAMÁS una relación, ¡al menos!, cómoda con los automóviles... Ni siquiera con los coches-choque o aun con las bicicletas; pero de eso, si acaso, les hablaré otra tarde...

El primer automóvil en que, purico tembleque, me senté en el asiento del conductor fué un Renault-5 de color ázul eléctrico de la auto-escuela. Llegaría a sentarme, exactamente, 186 veces en él (lo recuerdo perfectamente porque, ¡ay!, las prácticas valían una pasta); aunque, las dos primeras veces no llegué a ponerlo en marcha. ¡Aún recuerdo la mirada sardónica y la sonrisita burlona del instructor cuando le dije que NO sabía dónde estaban eso que llamaba él "las marchas"!

Fuí, exactamente, 32 veces a examinarme. La teórica, sí, la aprobé la primera vez..; ¡pero, las pistas!, ¡y, la circulación! Recuerdo, sumido en el sonrojo, cómo me preguntaban (cuando ellas ya llevaban la TIRA y más con el carnet en la mano) cómo me iba unas señoras que, el primer día que fuimos a examen, iban tope nerviosas por la teórica y a quienes yo, ¡ridículo pretencioso!, había dicho que, aunque los licenciados lo teníamos mejor, ellas también, aunque tuvieran que ir más de un día, aprobarían.

Hice de : tirar las marcas, estrellarme contra vallas, quedarme paralizado en la rampa... Estoy convencido que me dieron el carnet finalmente ¡porque el dueño de la auto-escuela, ATERRORIZADO de quedarse sin coche, pagó o incluso chantajeó a alguien!

Mi primer coche (NADIE de mi family se ofreció a dejarme ninguno) fué un Seat-850 de un color así como verde apagado y de ni se sabe la mano (yo lo quería pagar a tocateja). Me duró... Verán, verán..; salí, después de pagar y firmar los papeles correspondientes, del concesionario y, ¡como pude..!, llegué a la gasolinera a llenar ¡hasta los topes! el depósito. SÍ: yo ya notaba que, cada vez que quería cambiar de marcha, ¡rascaba tope y me era super-difícil!

Pero, tozudo, INSISTÍ y me fuí a dar una vuelta.

NO fuí muy lejos.

En una subida, damas y caballeros, y ¡como no había manera que pudiera con las marchas!, ¡ay!, me CEGUÉ de TAL manera que, ¡en marcha!, deje el volante y, ¡con las DOS manos!, me puse, entregadísimo, ¡a luchar con las marchas!

Sí, sí, sí..; fué sólo un instante y enseguida volví a la realidad...

Pero, ya era TARDE.

Tres vueltas de campana. Una desventurada señora que iba tranquilamente en su coche accidentada (afortunadamente, mes amis/es, se recuperó sin problemas). TODA la gasolina desparramada (sólo el Eterno hizo que no provocase una tragedia). Y.., y.., y ¡yo SIN seguro! Los de tráfico, que vinieron inmediatamente, me creyeron a medias cuando, mintiendo como un bellaco, les aseguré que tenía pero NO lo llevaba. Me, finalmente, dejaron ir con la indicación que en 24 horas me personase en comisaría con el seguro que decía tener.

Hecho un manojo de nervios, pues, fuí a ver a quien hacía los seguros de los automóviles de mi family..; y, allanado al máximo, le conté TODA la VERDAD. Él, un buen amigo de mon pare, a.c.s., NO puso objeciones a hacerme un seguro con fecha del día antes; y, yo supe que aquella tarde, en el Casino, mon pare, a.c.s., tendría que aguantarle TODO tipo de condescendientes comentarios burlescos respecto de su único hijo.

Tardé, escarmentado, en comprarme otro automóvil... Pero, ai làs!, cuando uno es joven tiende a querer pensar que las cosas le pasan por mala suerte y no por nula disposición y menos habilidad.

Hace, más o menos, 20 años me compré mi segundo automovil. Un Renault-5, como el de la auto-escuela donde aprendí pero de color negro.

Me duró, aproximadamente, un mes.

Sí, sí, sí..; yo ya oía un sonidito así como de una monedita dando vueltecicas..; pero, como el coche también era de ni se sabe la mano (NO había perdido la costumbre -que, aún tengo- de querer pagar las cosas a tocateja), deduje, ¡idiota de mí!, que debía ser algo que se había dejado algún dueño anterior en algún lado y que, cuando se movía el automóvil, sonaba.

Un día, en medio de la carretera, se PARÓ.

Llamé al técnico, claro.

Él, examinándolo no más un instante, dictaminó era purico CADÁVER.

Yo, PASMADO, pregunté cómo era posible.

Él me contestó que NADIE le había puesto agua; y, claro...

Yo, todavía más PASMADO, solté:

-"Pero.., ¿no llevan gasolina los coches?"

Mi sentido del ridículo me impide contarles lo que sucedió después...

Pero, JAMÁS he vuelto a pensar en comprarme un automóvil.

Siempre, en cualquier caso, a su disposición, damas y caballeros.

Jaume de Ponts i Mateu