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Tema: pakasso escritor

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    Predeterminado pakasso escritor

    Antes que nada un saludo fraternal a todos los foreros, participo a Ustedes que una amiga muy querida me animó a escribir algunas memorias de mi vida, con la idea de hacer un libro, le tomé la idea en serio y me puse a escribir como loco y me siento maravillosamente bien, dice un dicho "Recordar es volver a vivir", ya he terminado la primera de dos partes, aún no pasa por las correciones, pero si alguno se interesa, se los puedo enviar por correo (por supuesto totalmente gratis) y después, me podrán criticar, no me molestaré, podrán, incluso hasta felicitarme, si les gustara o divirtiera un poco. mi correo es XXXXXXXXXxX, no teman, son 30 páginas, tamaño carta, en times new roman de 12. Ya en serio, me sentiría agradecido si lo leen y me dan sus opiniones sinceras.
    Última edición por Keny; 27-abr.-2011 a las 08:00

  2. #2
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    24-mayo-2009
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    Predeterminado

    No se amontonen, de uno por uno jajaja

  3. #3
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    04-julio-2010
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    Predeterminado

    pakasso

    Si no has encontrado el eco que querias, por qué no escribes aqui, una pagina de tu novela cada dia, o cuando te parezca bien. Alguien la podra leer y darte su opinion.

    saludos cordiales

  4. #4
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    259

    Predeterminado

    gabagaba, Antes que nada, Muchas gracias por la atención, es la primera vez que intento algo en el foro, pero parece que no fue apropiado poner mi correo electrónico, no estoy vendiendo, solamente quería algunas opiniones sinceras, ¿Alguien me pudiera decir como lo consigo?. Tu idea me parece buena, pero ¿cómo puedo subir una página al foro?¿Es que esta sección sólo sirve para recomendar libros que hayan triunfado? Creo que mejor buscaré información de cómo crear mi propia página web para poner mi escrito a consideración del público.

  5. #5
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    04-julio-2010
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    Predeterminado

    pakasso, en tu primer post, donde escribiste tu correo salio asi: XXXXXXXXXxX

    En "Literatura" es el lugar apropiado y tu has abierto un tema "pakasso escritor", aqui puedes escribir tus memorias, como otros foristas postean poemas, o escritos literarios en otros apartados de "Literatura"

    saludos cordiales
    Última edición por gabagaba; 06-may.-2011 a las 16:52

  6. #6
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    24-mayo-2009
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    Predeterminado

    UNA VIDA COMÚN

    Francisco Javier Tapia Téllez



    Este pequeño relato literario, surge como resultado de pláticas amistosas con Adriana, a quien después de 40 años, con alegría volví a encontrar a través de la maravilla que es el Internet
    Es mi primer intento, aunque hace muchos años escribía poemas de amor y en tiempos más recientes, artículos para un periódico. Pues bien, en las conversaciones le contaba cosas de mi vida y me sugirió escribir un libro. Lo poco que he escrito me ha traído muchos recuerdos, la mayoría gratos, pude comprobar aquél dicho “Recordar es volver a vivir”. No es una biografía, es un relato anecdótico de una vida común.




































    1.- INFANCIA

    Mi infancia fue como otra cualquiera de un niño pobre, Mi padre, un dentista de pueblo que aunque no le iba mal tenía muchos compromisos extras que le consumían sus exiguas ganancias. Compraba oro laminado por gramos para hacer casquillos de dientes o incrustaciones para dentaduras completas, como trabajo, pero una de sus actividades secundarias era hacer diferentes piezas de joyería: anillos, aretes, cadenas, etc., que eran muy apreciados en las rancherías a donde iba a venderlas de vez en cuando, en compañía de mi tío Pancho, que realizaba las mismas actividades, dentista y orfebre. Otra de sus fuentes de ingresos, aún más querida que las anteriores, era cultivar incansablemente un vivero de árboles frutales, los cuales vendía al mayoreo, esto hubiera sido más que suficiente para vivir un poco mejor, pero a contraparte de ser un hombre trabajador, tenía el defecto de sentirse muy macho y dejar hijos regados por donde quiera, era ferviente admirador de la belleza femenina y no era raro verlo llegar con un chamaco de la mano y decirle a mi madre “éste también es mi hijo”, por lo que el recién llegado adquiría desde ese momento los derechos y obligaciones de nuestra humilde casa.
    Como he dicho antes, contábamos con un extenso vivero que regar y cuidar, así como también un gran jardín de rosas, jazmines, nardos y plantas de ornato que cultivaba mi madre. Teníamos un gallinero en el que se encontraban además de gallinas, patos y guajolotes.

    Trabajos informales

    Cuando mi papá y mi tío Pancho se iban a los ranchos a ofrecer el fruto de sus trabajos, había preocupación, ya que hacían recorridos que duraban semanas o meses y que entrañaban mucho peligro, pues llevaban consigo una pequeña fortuna en joyas y los caminos no eran seguros, pero la mayor preocupación de mi madre era que ambos se metían en aventuras difíciles por las mujeres que conocían, pero quiso la providencia que además de pequeños sustos, nunca les ocurriera nada.
    Estas expediciones duraban en ocasiones dos o tres meses, mientras el dinero escaseaba en la casa. Entonces mi madre tomaba control de la situación, cortaba flores de su jardín, rosas, jazmines y nardos. Hacía ramitos, que poníamos en una tina pequeña con agua para que no se marchitaran y los íbamos a vender al mercado, por la calle o a la zona de tolerancia, donde eran muy bien recibidos.
    Ahí ví por primera vez a las mujeres que se bañaban desnudas en una pila central de la vecindad y escuché las bromas obscenas que se hacían, mi inocencia se iba perdiendo poco a poco.
    En una ocasión, una de las meretrices ofreció comprarme 8 ramitos, me pasó a su cuarto y me empezó a halagar, me acarició los cachetes y me dijo riendo, “te invito a comer” aún eres un bebé y tengo buen restaurante, enseñándome unas tetas descomunales, tal vez mostré mi susto, porque llamó a otras y todas se reían, así que salí de la vecindad sin cobrar por las flores, mi madre me aconsejó que no volviera por ahí.
    En otra ocasión, al pasar por una calle me llamaron de una sastrería, me preguntaron por el precio de los ramos de flores y al pagarme, el sastre, sin que yo supiera cómo, tocó un cable eléctrico, por lo que me transmitió un fuerte choque, sorprendido, solté la tina que al caer derramó el agua sobre él y le proporcionó el merecido castigo a su broma, una descarga que lo hizo retorcerse grotescamente y aullar de dolor, salí corriendo de ahí.
    En la búsqueda de solucionar un poquito nuestras estrecheces económicas, realicé varios trabajos, que aunque humildes, fueron moldeando mi carácter; vendí chicles, chicharrones, pan, limpié vidrios de autos en una gasolinera y ayudé a los ganaderos a abrir los falsetes por donde transitaban muy de mañana para traer leche a la ciudad; corté limón y mango y pizqué algodón, que en aquel tiempo tenía a mi pueblo en el tercer lugar nacional como productor. Venía gente de muchos lugares a la pizca, los portales se veían repletos de gente que dormía en la calle para levantarse apenas empezaba a amanecer y acudir a las parcelas con sus grandes sacos recolectores. Era una época de bonanza para la región, los agricultores ganaban mucho dinero con sus cosechas de algodón, pero lo gastaban en vinos, música y mujeres en poco tiempo, después se contrataban como jornaleros para reunir un poco de dinero para comprar semilla y volver a sembrar. Así transcurrió mi infancia, la que sin embargo no torció el camino gracias a los tiernos cuidados de mi madre y la férrea disciplina de mi padre y cuando aún no cumplía los 12 años, terminé mi educación primaria, con mucho orgullo de mi familia, aunque era normal ya que mis hermanos mayores Efrén y Cuauhtémoc también habían terminado muy chicos y con buenas calificaciones.

  7. #7
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    Predeterminado

    Pakasso

    Como minimo tienes un lector. Si continuas tu relato lo seguire leyendo.
    Has tenido, ciento catorce visitas, lo cual hace probable que no sea el unico que ha leido tu escrito.

    saludos cordiales
    Última edición por gabagaba; 15-may.-2011 a las 20:02

  8. #8
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    Aqui
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    Poniendo Atencion al Escritor.

  9. #9
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    Predeterminado

    estan entretenidas las anécdotas y tienes una redacción agradable, sigue pegando mas jeje

  10. #10
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    Predeterminado

    A PETICIÓN DEL PUBLICO, OTRO PEDACITO
    Fue una época de aventuras que milagrosamente no terminaban en graves accidentes, en una ocasión, la tropa de chiquillos, de la que yo formaba parte, nos fuimos a Acahuato, un pueblito muy pequeño que se encuentra al norte de Apatzingán, más o menos a dos kilómetros, subiendo por el cerro, siguiendo un pedregoso camino de mulas, visitamos a la virgencita que hace famoso el lugar, comimos jícamas, aguacates y mameyes, que por el clima se dan estupendamente y al empezar la tarde decidimos regresar siguiendo el cauce del río, que baja hasta Apatzingán, pero no conocíamos el camino, llegamos a una parte donde se formaba una pequeña cascada y nos deslizamos por un estrecho hueco en la roca para bajar a una playita y continuar por la arboleda, de pronto los que iban adelante dieron la voz de alarma; una víbora muy grande y casi tan gorda como una llanta de carro estaba bajando de un árbol y aparentemente lo hacía en nuestra dirección, ante esta visión aterradora, recorrimos los aproximadamente 30 metros que llevábamos avanzados, pero al llegar al hueco por donde habíamos bajado descubrimos que sólo podíamos pasar de uno por uno, todos queríamos salir primero y ninguno pasaba, en el pánico reinante, nos jaloneábamos y caíamos al río, que nos llevaba hacia la serpiente, por fín pasó uno, después otro y así los seis, nos vimos victoriosos y entonces empezaron los alardes de valentía y los relatos de lo que hubiéramos hecho si no lo hubiésemos logrado. No volvimos a repetir el recorrido. Recolectábamos frutos diversos, en la ladera del Cerro del Húngaro, también al norte de Apatzingán, cortábamos y recogíamos “changungas” y por el lado este, por donde baja el río, “atutos” , que mi madre preparaba con piloncillo como un dulce exquisito, nos refrescábamos en un pequeño laguito llamado La Majada, a siete kilómetros al oeste y de regreso traíamos frescas sandías de las tamacuas que ya habían sido cosechadas, también melones y pepinos que bien peladitos y con limón, sal y chile son deliciosos, en épocas de lluvias cortábamos quelites tiernos y verdolagas para los guisos con carne de puerco que enriquecían la cocina familiar. No pasábamos por alto la cacería de torcazas e iguanas, muchas de las cuales, después de peladas y limpiadas de sangre y vísceras, embadurnábamos con sal y poníamos a asar en fogatas, constituyendo nuestra comida de ese día. En una ocasión, fuimos a recolectar capires, unas frutas que dan unos árboles frondosos, son muy dulces aunque se pegan al paladar; estábamos observando un árbol que tenía mucho fruto cuando escuchamos a lo lejos un grito de alerta, decía “un perro del mal” “un perro del mal” que era como se anunciaba que andaba suelto un perro rabioso, sabíamos de sobra el peligro que entrañaba, cada año se daban muchos casos en la temporada de calor, es un mal espantoso, los perros tiran baba y muerden a todo lo que se mueva, perros, gatos, vacas, e incluso a personas y contagian, a vuelta de luna se ven los resultados. Pues bien trepamos apresuradamente al árbol pero mi hermano Efrén, por ser el de menos estatura no podía alcanzar la rama, ante la desesperación de todos, de pronto apareció el demonio, se enfiló corriendo hacia mi hermano, que ante lo inminente del ataque, por el miedo recibió la energía suficiente, logró alcanzar la rama e impulsarse hacia arriba perdiendo un huarache en el intento el perro saltó y estuvo a nada de morderlo, pero no lo logró, cuando pudimos, regresamos a casa, asustados, pero felices de estar a salvo. Teníamos muchos vecinos y amigos, una familia, con la que congeniábamos, de apellido Peña, nos invitaba cada fin de año para festejar la Navidad en su casa, el jefe de familia Don Toño era muy amable y educado, tenía una pequeña tienda de abarrotes que por el carácter de ellos, siempre tenía muchos clientes. El vendía cloro, en botellas que nosotros recolectábamos, nos pagaba 10 centavos cada una, cuando llegaba la fecha de navidad nos reuníamos a escuchar música y era tradicional que para terminar el festejo pusieran en la consola una melodía llamada “Las chiapanecas”, misma que bailábamos en grupo, alegremente.

    Nuestras vecinas más cercanas: Amparo, Josefina, Yolanda y Candelaria, formaban parte de nuestra pandilla. Por la tarde y en ocasiones hasta muy noche nos reuníamos para juegos diferentes. Correteábamos, aprovechando la calle amplia, sorteando los huizaches, con el juego de “la roña” o “los encantados”.Cuando el pueblo estrenó Unidad Deportiva, con un área para niños y fuimos a los columpios, Josefina –más o menos de mi edad- me pidió que la meciera y entusiasmada me decía ¡más fuerte!, ¡más fuerte! Y cada vez tomaba más vuelo, hasta que en un momento, al llegar a la parte más alta, cambió de posición sus manos, que la sostenían de la cadena y las puso sobre la base del asiento, esta acción desequilibró su cuerpo, que cambió de posición y la vi bajar de cabeza y así aterrizó, ante el espanto de todos, el columpio se detuvo bruscamente y quedó tirada, corrimos a levantarla, dándonos cuenta que había perdido casi todo el pelo de la parte superior de la cabeza, la que lucía sanguinolenta. Sus hermanas se me fueron encima, culpándome del accidente por mecerla tan fuerte. Josefina, aún atontada por el fuerte golpe se interpuso y explicó que ella había bajado las manos y eso invirtió su posición en el columpio. Regresamos temerosos de la reacción de sus papás, yo por si las dudas, no me dejé ver en el resto de la semana.

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