Una vez salvaste mi vida
haciendome trizas la mente
y dándole cuerda a las ganas
para resucitar de repente
mi costado más social.

Después te quisiste adueñar
de todo lo que curaste
y entonces se iluminó
la oscuridad de tu astucia,
esa obsesión por la nada
que dejabas en mi alma.

No tengo el poder de echarte
pero sí de no mirar
más de lo que quiero
en tus tinieblas amargas
que se encargan de obstruir
mi voluntad, haciéndola
casi un capricho tuyo.

Sos hermosa de repente
pero nunca para siempre,
y tu maravilla fugaz
no le toca los talones
a los elásticos soles
que me elevan sin disfraz.

Entonces, pálida bruja
sólo te dejo el corazón
para un exilio casual
como un hotel de ocasión