… había ido en crecida desde que por todo el reino corrió el rumor de la desaparición de la Emperatriz. El otro asunto, su corazón cada vez se debilitaba más, sentía que ese pequeño problema iba a desatar una hecatombe para el Reino de Balagion.
Tenían que hacer algo, ese pequeño problema estaba dejando fuera de la contienda a los únicos dos seres en el Reino que podían darle armonía y estabilidad a Balagion. Mientras no hubiese una ida o un regreso, sólo Lord Parzival o Lord Nietzschedar eran capaces de guiar al reino por sendas gloriosas. Pero las mentes de ambos se veían acosadas por ese pequeño problema.
La Sumo Sacerdotiza de La Alta Orden de los Últimos Días, Darianella, había predicho que ese pequeño problema acarrearía desgracias para el reino y hoy, ante la desaparición de la emperatriz, el oráculo estaba haciéndose más que latente. Lo malo? Darianella yacía en su lecho de muerte y ya nadie se acordaba de sus años de gloria cuando guió a la nación a una era de lucidez espiritual. Darianella vio nacer a la dinastía y hoy veía con pesar como la misma desaparecía debido a los pecados de la última emperatriz. Nadie más que Darianella sabía que un Ser Supremo, un semidiós de los que ocupan “Los Cinco Tronos” había descargado toda su ira contra la Emperatriz Ofelia. Nadie más que ella sabía que 1000 años de dinastía habían caído, 40 generaciones pasaban a la historia, nadie más lo sabía… Y nadie más que ella tenía en su poder la respuesta, La Gran Llave.
Mientras Lord Parzival y Lord Nietzschedar se encargaban de mantener unido el Reino de Balagion, uno en la cúpula, el otro desde fuera, luchando cada uno contra sus propios demonios a la vez que luchaban contra los cismáticos que veían en la desaparición de la Emperatriz Ofelia una oportunidad para imponer su tan aclamada anarquía, una fuerza oscura crecía desde lo más profundo del Reino.
La situación era casi insostenible. Lord Parzival apostado en el suelo, en una esquina de su despacho oval, pensaba, meditaba, cavilaba, incluso algunos decían que hasta lloraba de desesperación por no saber nada sobre el paradero de su reina. Esa mezcla de sentimientos incluía rabia y duda al no saber tampoco, en qué momento, Hamlet la anarquista, se convirtió en su enemiga. Mientras Lord Parzival se debatía entre la duda y la tristeza, algo que nadie esperaba pero que todos temían, sucedió: el Norte fue tomado por Ichimar. El líder de las hordas bárbaras había por fin vencido a las tropas del reino y los ejércitos de Lord Nietzschedar habían caído. Nietzschedar había sido vencido y el peligro real estaba apenas iniciando.
- Pequeña DaMiTa, guarda esto como tu propia vida. No se lo muestres a nadie, tú sabrás cuando llegue el momento de hacerlo. Le dijo Darianella a esa personita que se había encargado de sus cuidados durante las últimas lunas. Lo dijo, tosió y exhaló un suspiro. Luego un enorme trueno hizo estruendo por todo el reino, era la señal que ya nadie recordaba, la maestra y profetiza de incontables años había al fin dado su último respiro. Ese papiro enrollado, amarrado con una finilla tira de algo parecido a un cordón de cáñamo y sellado con cera, contenía la verdad, era la solución, era La Gran Llave.
- No es posible! Dijo Kenyber, uno de los que ocupaban Los Cinco Tronos, y el silencio fue sepulcral. Ninguno de los cinco se atrevía a decir nada. Frente a ellos, Chórizoman, el consejero ancestral de los semidioses que ocupaban Los Cinco Tronos, preparando el fuego y los inciensos para el rito que se advenía con la llegada de la luna llena. Su mente no se desprendía da la brillantez del relámpago de hace unos segundos y su corazón se inquietó de manera inexplicable.
Retomó la palabra Kenyber: - No es posible que Ichimar haya logrado confabularse con Hamlet la anarquista, son de polos opuestos, no es posible! Qué será del Reino ahora que la emperatriz ha desaparecido y Lord Nietzschedar ha sido derrotado??
- Porque te preocupas por los Balagiones, si son simples mortales?? Ya te ha dicho nuestro padre Admines que los dejes, que hagan lo suyo con lo que tienen! Dijo Laloreber.
Kenyber no dijo nada, pero hizo un gesto de desaprobación. Él, más que ninguno de los cinco, sabía que Admines no era su verdadero padre, pero no se hacían a la idea de ser huérfanos.
Mientras esta conversación se daba y los semidioses esperaban la llegada del círculo blanco en el cielo, en la mente de uno de los semidioses había regocijo. Por fin se había vengado de la estirpe de los mil años, por fin!!
De esa tercera figura capaz de ostentar el poder en Balagion nada se ha dicho porque…
Última edición por Nietzscheano; 21-may.-2010 a las 15:21
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.