¡No he venido a traer la paz sino la división! Así reza el evangelio de Lucas, en los versículos del 49 al 53. Y es exastamente lo que pasó con la llegada a puerto de la nave “Espíndola” que transporta a bordo a los padres dominicos que han de ¿quebrantar la paz?
A instancias del Cardenal Cisneros y por Real Cedula de 11 febrero de 1509 se autoriza a 15 religiosos de esta orden de predicadores que van acompañados de tres laicos, a predicar el Evangelio a los indígenas. En este su primer viaje arriban al puerto de Ozama, donde desemboca este rio en el mar y en la isla de La Española. Son los padres Fray Pedro de Córdoba, que ejerce de prior y sus acompañantes fray Bernardo de Santo Domingo, Fray Antonio Montesinos y fray Domingo de Villamayor. El resto de misioneros llegaran en sucesivos viajes.
Llegan a América poseídos de un santo celo evangélico. El viaje a Sevilla para el embarque lo han realizado andando desde Avila. La travesía que ha durado 40 días ha transcurrido en oraciones y mortificación. Una breve parada en la isla de San Juan (Puerto Rico) y al final la feliz llegada a la Española ¡Aquí comienza su verdadero calvario!
Las relaciones de los castellanos con los indígenas no responden al espiritu cristiano deseado por los Reyes Católicos. En el año 1500 la Reina Isabel preguntó a una comisión de juristas y teólogos. El edicto que obtiene es que los indios son libres y es pecado esclavizarlos. La reacción de la Soberana es mandar que los liberen y les devuelvan sus tierras. Cristóbal Colón le argumenta que a los enemigos de la Corona que se levanten en armas se les puede esclavizar y aún más si son caníbales. Tras reflexionar un tiempo Isabel la Católica, en el año 1503 responde que a esos sí ¡Más aún si son caníbales, que no tienen la consideración de personas!
El panorama que encuentran nuestros dominicos es desolador. Al indio se le explota y vive en condiciones infrahumanas. Los castellanos se refocilaban con las riquezas conseguidas mediante el sudor y la sangre de los nativos. Fray Pedro de Córdoba ha estudiado Artes y Teología “y fuera sino letrado, si por las penitencias grandes que hacía no cobrara grande y continuo dolor de cabeza”. No es doctor en esas materias, pero como fiel cristiano sabe discernir. De acuerdo con sus compañeros llegados del convento de Avila, a la aventura americana deciden acabar con los 20 años de maltrato a los indígenas. Les dice: “no se puede predicar el Evangelio y permitir a la vez un régimen de desigualdad e injusticia”.
Transcurre un año de suaves advertencias para que los castellanos cambien de conducta. Se les reprende con caridad cristiana. En la ceguera que nace de la vida regalada no son capaces de observar el mal que hacen. Bartolomé de las Casas, el encomendero convertido en dominico por la labor de estos misioneros escribe al respecto: “Viendo y mirando y considerando los religiosos dichos, por muchos días, las obras que los castellanos a los indios hacían y el ningún cuidado que de su salud corporal y espiritual tenian…comenzaron a juntar el derecho con el derecho como hombres de los espirituales y de Dios muy amigos”.
Finalizado ese tiempo pasan a una acción mas contundente. Reunidos en capitulo los buenos dominicos deciden que sea fray Antonio Montesinos quien de la homilía en la Misa del Domingo 21 de diciembre se 1511. El sermón que ha sido confeccionado por la comunidad de frailes al unísono comienza así: “ Voz que clama en el desierto. Todos estais en pecado mortal y vivís y morís por la crueldad y tiranía con estas inocentes gentes…”
Dicho el sermón desde el púlpito y revestido fray Antonio (en algun documento es Antón) Montesinos con los ornamentos sagrados fue como un trallazo en la colonia castellana. Se hizo tan patente el malestar, que el gobernador Diego de Colón visitó al prior Pedro de Córdoba. Le dijo que retornase a fray Antonio Montesinos a Castilla o que al menos en el siguiente domingo el mismo fraile pronunciase un sermón que aplacase los ánimos.
¡Fue la mecha que encendió la pólvora! Con exquisito tacto fray Pedro de Córdoba se negó a ello. Más no solo le dio la negativa. El domingo indicado para la retractación, fray Antonio pronuncio un sermón aun mas fuerte todavía. Intervienen los franciscanos por medio de su rector fray Alonso de Espinar y se forman dos bandos. Así las cosas se decide por ambas partes el acudir a la Corte, en Castilla. El resultado que arroja es que una Junta de teólogos redacte las “Leyes de Burgos” el27 diciembre de 1512. Fray Pedro de Córdoba las considera incompleta y vuelve a Castilla. Consigue que se les hagan enmiendas el 28 de julio de1513. Afectan a la protección de mujeres y niños indígenas y se obliga el uso de ropa a los indios. Deben prestar servicio a los castellanos durante nueve meses y disponen del tiempo restante para trabajar sus tierras o el disponer de ese tiempo en trabajos para los castellanos bajo sueldo.
La práctica dicta otra cosa y no se cumplen las leyes por los encomenderos. Lo que da origen a la “Leyes de Valladolid de 1513. Nacen mas formas de protección al indio fundadas en el concepto de que “El amor de muchos es el mío”. Con la nueva legislación se fundan escuelas para los indígenas y parece comenzar una nueva vida. Un mal día la expedición esclavista del traficante Gómez Rivera captura al cacique Cumana, al que acompaña su familia y criados. Los indios en represalia matan a unos frailes que tenían de rehenes.
Los buenos dominicos siguen en su empeño y por otro lado se dicta el “Requerimiento”. Formula magistral para conducir al indigena a la fe. Consiste en que una tropa uniformada debidamente lleve su bandera, tambores y les acompañe un pregonero. En perfecto castellano y potente voz, tras que se apague el ruido de pífanos y tambores recitar un largo discurso que entremezcle las verdades de la fe, con la Pasión de Nuestro Señor. Una vez oída la perorata el nativo debe convertirse a atenerse a kas consecuencias ‘Si no sabe castellano que aprenda!