UN CARTÓGRAFO LUSITANO
(Un portugués en el Virreinato del Perú)
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por Alejandra Correas Vazquez
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El cartógrafo lusitano Don Francisco Vázquez de Oporto llegó al gran Tucumán al finalizar el siglo XVI …. Era un hombre joven y muy alto, pelirrojo y de grandes ojos azules, bronceado por el sol de mar. Desmontó de su caballo que trotaba al lado de los carretones, blancos de sal por el gran Salinar, y rojos de greda por la larga travesía desde el Alto Perú. Estiró sus brazos y sus hombros con la sensación del marino que ha arribado a puerto. Fue poniendo en el suelo de aquel Tucumanao sus piernas cubiertas por unas larguísimas botas de hidalgo portugués. Acomodó su elegante traje que hallábase desgastado por la lentitud del viaje. Retocó su gola arrugada, que habíale protegido la garganta de tantas ventoleras gredosas, tan diferentes para él a las brisas marinas. … ¡Y por fin descendió a tierra! …

Puso sus pies en tierra firme, luego de aquella gran travesía. Hizo descansar a su caballo agotado, al lado de los carromatos crujientes y recargados. Y bajó a puerto seco... Como antes descendía desde la borda de los navío portuguesess en playas orientales en busca de sedas. En playas de Oceanía en busca de perlas. En playas africanas en busca de marfiles. En playas de Melanesia en busca de corales ...¡Y pensó en su Rey!... Don Felipe II de Austria y Borgoña, quien encerrado en su celda del Escorial con ayunos de varios días… ¡habíalo colocado a él en esa increíble llanura de Río Segundo!.. para poblar el Tucumanao. …Pampa. Soledad. Ombú.

Don Francisco, el lusitano, marino, cartógrafo, fue uno de los primeros pioneros en contemplar la pampa inacabable de la futura Argentina. Tal cual fuera antes de que el hombre comenzara a trabajarla. En estado virgen. El era un cartógrafo portugués contratado (debido a su profesión) por el virrey del Perú para trazar caminos desde el Tucumanao hacia el Alto Perú. Como pago a su tarea que realizaría durante los 40 años siguientes, se le concedió una Merced en el lejano Tucumanao.

Lucía un anillo de sello con escudo y había nacido en Calcuta, ciudad de la India bajo pabellón portugués en el siglo XVI. Al unirse las dos coronas decidió abandonar con su familia ese difícil Oriente, lleno de reglas nunca entendidas por los europeos. Fue de este modo que arribó al Virreinato del Perú, y una vez allí fue recibido con interés por las autoridades españolas quienes valoraban su conocimiento en cartografía. Sería comisionado para ponerla en práctica y radicarse finalmente en el Tucumanao.

Su abuelo decía él, era conde en Portugal, siendo él un segundón de la nobleza lusitana. Un hidalgo. Sus rivales en cambio lo señalaban como marrano (judío sefarad). Fuera por realidad o porque en el territorio sudamericano a todos los judíos se les decía “portugueses” (según consta en las Actas Capitulares de Córdoba) lo fueran o no, él llevó o aceptó siempre este estigma dentro de un reino católico.. Pero ni el conde apareció ni el marrano. Apareció sí, en cambio, el ancestro patriarcal de una larga familia cordobesa de Argentina, aún subsistente con muchas ramificaciones, luego de cuatrocientos años.

La prosperidad que produjeron las Mercedes en esa tierra olvidada del Tucumanao ( inmensamente fértil) luego de veinte años de durísimo esfuerzo, en condiciones casi ilímites, enriquecieron finalmente a la familia Vázquez de Oporto, como a las demás familias lusitanas instaladas en este Finisterre. Como quiera que sea, ya no podían retroceder. Estaban demasiado lejos de Calcuta, de Timor, de Macao... y sobre todo de Portugal.

Con escudos de nobleza reales o no. Circuncisos o católicos, la situación era igual para todos. Con sus modales atildados y su diálogo enjundioso. Con sus formas diplomáticas afectadas (al haberse acostumbrado al trato con mandarines y rajáes orientales, cuando eran emisarios de la corte portuguesa). Exhibiendo todas esas exquisiteces con las cuales habían arribado hasta allí, la situación estaba ahora por completo cambiada. Debían hallar su sitio propio en aquel solitario Tucumanao. Dispuestos a sobrevivir, sacarían a esta región perdida en al mapa de Diego Homen, de su aislamiento histórico.

Como quiera que sea, ni el Virrey del Perú, ni la Real Audiencia de Charcas del Alto Perú (que habíanlos mandado hacia allá sin duda para “librarse de los incómodos portugueses” que ahora compartían al mismo rey) tenían la más remota idea de qué era ese Tucumanao. Ninguna idea clara, ni siquiera aproximada, ni de la extensión, ni de la ubicación de estas tierras regadas por el caudaloso río Segundo. Hasta desconocían el nombre de los ríos de este extenso Tucumanao, y ni siquiera les dieron uno propio. Se llamaron en total: Ríos Primero, Segundo, Tercero, Cuarto y Quinto. Hoy les hemos recuperado sus nombres originales indios.

Veinte años fueron un período de vida suficiente de adaptación para el cartógrafo portugués Francisco Vázquez de Oporto, ahora transformado en Encomendero. El viajaba de continuo, demarcaba caminos, guiaba caravanas comerciales hacia el Alto Perú, y reuníase cada cuatro años con su antigua flota en El Callao, en esas ceremonias secretas propias de todas las tradiciones marinas.

Ahora con 20 años pasados desde su llegada, la pampa sobrecogedora habíalo serenado. Pero aún conservaba su barba rojiza y sus ojos celestes. Su altura elevada, su pecho ancho como un velamen y su voz fuerte, casi estentórea, propia de un marino. Con ella especialmente, se servía para dar las órdenes a sus caravaneros. Orgulloso y elegante, muy meticuloso en el vestir, partía anualmente con su comitiva de carretas hacia el Gran Mercado de Charcas en el Alto Perú. Un sitio centralizador de todo el comercio, que aún hoy es inmenso y sigue vigente. Sobre su gran portal de entrada en hierro forjado, podemos admirar todavía el águila bicéfala de la Casa de Austria, que continúa siendo el escudo de este histórico mercado colonial.

Las Mercedes Reales no eran propiedades auténticas, pero habíanse transformado debido a la gran lejanía con la capital virreinal de Lima, en un Señorío, con el Encomendero como patriarca del mismo..


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