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Tema: Despedida de graciela

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    29-febrero-2012
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    Córdoba-Argentina
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    Predeterminado Despedida de graciela

    DESPEDIDA DE GRACIELA
    .................................
    por Alejandra Correas Vázquez


    Profundo y enmarañado como el silencio del monte era aquel atardecer perfumando de aromas salvajes. De cada mata, de cada ramaje adornado de dedos espinosos, surgía la melancolía con su sonora presencia de ranas y chicharras.

    Era mi último día. La partida puede significar un manojo de flores luminosas o un manojo de flores espinosas. Todas se dan en el monte con su fragancia cautivante, con su misterio eterno de lujuria natural, como los dioses olvidados que rigieron milenariamente los destinos de nuestras sierras.

    Entonces éramos todos parte del monte. Tú, Gabriel, yo Graciela, el Abuelo ... y los múltiples primos. Era aquel tiempo cuando para mí la magnificencia de los talas erguidos sobre las rocas, relatábanme leyendas de un mundo vivo y cercano. De un escenario de magia inagotable que golpeaba sobre los vidrios de mi ventana, en las noches tormentosas cubriendo de relámpagos las sierras.

    Era el inmenso panorama donde pervivían los fantasmas de aquella eternidad, que a través de las rocas incrustadas en las laderas, invocaban los nombres indios perdidos de sus antiguos dueños y habitantes. Eran los tiempos en que el arroyo manso y cristalino escondía bajo una sonrisa enigmática, sus amenazas de crecientes. La fuerza oculta y terrible que arrastraba a su paso por los valles en forma incontenible: el ganado, las piedras, los cercos, las pircas, la vida...

    Débil como un hilo de plata, serpenteado de collares parduscos, en su lecho de piedrecillas inocentes rota su energía del verano y en aquella melancolía de marzo, que anuncia ya la aridez de la sierra invernal... el arroyo gimió, doloroso, impotente, ante mi partida… Yo conocía esa voz. Su resonancia y su ritmo. Pero no comprendí el mensaje.

    —¡Quédate Graciela!— me imploró —Si hoy partes ya no volverás al monte, ni oirás más este coro nocturno de coyuyos arrullando tus sueños.


    — ¡Pero yo su reclamo ya no lo oía!


    Llegaste entonces con tu aire montaraz, como la infancia que nos uniera, cabalgando en tu potro alazán. Desmontaste erguido, esbelto y natural, inconsciente de tu esplendor nativo donde la energía inicial se concentraba junto al misterio de un pasado, subyacente en las raíces mismas de los talas. Como el aromo en su belleza arisca la sierra corría por tus venas, milenariamente, desde un remoto pasado sin tiempo. …Incalculable…

    Quizás te contemplé por un momento, por vez primera, en forma diferente. Estabas como yo en ese apogeo donde comienza la juventud, donde todo es bello porque es nuevo, como son bellas las flores al romper los pimpollos. Mas tú eras, Gabriel, un cardo de planta espinosa cuyo violeta azulado compite con el cielo, cuando se esconde en el horizonte recortado por el monte.

    Pero era mi partida. Era mi despedida de una existencia que para mí, no habría de repetirse. Ya no serías más nuestro guía, entre todos los primos, por senderos desconocidos. Ni buscaríamos más tu ingenio para lograr el retorno a través del monte inexplorado, cuando al atardecer nos enceguecían las sombras y añorábamos el calor del bracero enrojecido.

    Ya no serías más el héroe que nos salvaba de esa cruel amenaza de las víboras, artera yarará, en medio de la maraña agreste y espinosa, tras cuyas piedras se enroscaba el inquietante enemigo. Ya no te buscaríamos más para conducirnos hacia nuevos depósitos con placas de mica negra o plateada, cuando escapábamos por las ventanas de la vigilancia del Abuelo, en las silenciosas horas de la siesta.

    Yo me alejaba de estas sierras aromáticas y coloridas, vivenciales en su entorno , nevadas en invierno o con su verdor veraniego. Cubiertas siempre por vertientes cristalinas entre pircas enyuyadas recorriendo sus laderas. Me apartaba con prisa en aquel atardecer, dejando atrás mío ese conjunto que me hizo crecer. Dejaba a mis espaldas mil imágenes impresas en el paisaje de esa casona solariega, que nos cobijara juntos hasta entonces. Era aquélla la vida que para mí no habría de volver. Aquélla, tal cual era…¡Tal cual fue tánto tiempo!

    .................oooooooooooo...............

  2. #2
    Fecha de Ingreso
    21-junio-2011
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    Predeterminado

    ¡No hay mas paraísos que los perdidos! Horacio Milton

    ¡Tiene fuerza! Me parece ver el paisaje por medio de la descripción. Se adivina la nostalgia. Huele a tiempo ido. La evocación son trozos del alma, que se van desprendiendo

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