I

Abandoné toda norma de conducta por el beneficio

y, para ganarme la vida, engañé con descaro.

Nada me importaba la conciencia ni la moral, la integridad ni la dignidad.

Sólo vivía para saciar mi creciente lujuria y avaricia.

Con el corazón inquieto, me revolqué en el lodo del pecado,

sin forma de escapar de esta infinita oscuridad.

Las riquezas de la vida y los placeres pasajeros

no podían ocultar el vacío y el dolor en mi corazón.

Es fácil escribir la palabra “hombre”.

Pero ser honesto y digno de confianza es más que difícil.

¿Quién puede salvarme de este abismo de pecado?

¿Quién puede salvarme de este abismo de pecado?

II

La voz de Dios me condujo ante Él.

Hoy puedo seguir a Dios y dedicarme a Él.

Mi corazón se llena de dulzura al leer cada día las palabras de Dios.

Al entender la verdad, ahora poseo los principios de la conducta humana.

Todo lo que hago y digo es conforme a la palabra de Dios.

Aceptar el escrutinio de Dios en todas las cosas hace que mi corazón descanse tranquilo y en paz.

Sin trampas, sin engaños, vivo en la luz.

Con un corazón abierto, soy una persona honesta y por fin vivo a semejanza humana.

El juicio y el castigo de Dios me han salvado,

y me han permitido renacer en las palabras de Dios.

¡Estaré siempre agradecido por el amor y la salvación de Dios!

¡Estaré siempre agradecido por el amor y la salvación de Dios!

¡Estaré siempre agradecido por el amor y la salvación de Dios!

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”