Allá por 1835, un hombre que temía a Dios y que se llamaba Henry Grew
publicó un folleto sobre lo que pasa cuando uno muere.

A diferencia de lo que enseñaban la mayoría de las iglesias,
él explicó con la Biblia que la inmortalidad es un regalo de Dios
y que no nacemos con ella.

En 1837, un ministro religioso llamado George Storrs
se encontró el folleto mientras iba viajando en tren.
Cuando lo leyó, se dio cuenta de que había aprendido
una verdad muy importante, así que decidió compartirla con otros.

En 1842, pronunció una serie de discursos con el intrigante título
“¿Son inmortales los inicuos?”.

Lo que escribió George Storrs
influyó mucho en un joven llamado Charles Taze Russell