EL ATOLÓN DE ATLÁNTIDA
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por José Alvarez López


Un análisis de las dimensiones dadas por Platón sobre Atlántida, en su conjunto, presenta empero algunas contradicciones. Pareciera que Platón está describiendo dos estructuras separadas. La descripción de los recintos circulares que rodean a la mansión real dio en total una distancia no mayor de dos mil metros, desde el mar al centro de la isla. Ello daría en total un diámetro para la isla no mayor de cinco kilómetros.

Esto contrasta manifiestamente con el rectángulo de la inmensa pampa cuya menor dimensión era de cuatrocientos kilómetros.

Se evidencia aquí la presencia de dos islas distintas para Atlántida, muy bien definidas. Una constituida por una inmensa pampa, de tipo altiplano, erguida sobre un gran acantilado. La otra consiste en un atolón triple. Atlántida en su conjunto habría sido un archipiélago, si aceptamos que la dorsal Mesoatlántica hoy hundida, estaba en la superficie. Debía en ese tiempo contener una cadena de islas, con dos islas mayores donde desarrollóse su civilización.

En documentos tan antiguos como los que estamos comentando, venidos por escrito en copias sucesivas a los largo de dos mil cuatrocientos años, más distintos idiomas de traducción: pasando por el árabe que lo hizo conocer en Europa, trasvasado antes desde el Koiné (griego alejandrino), además el griego bizantino de Constantinopla (para uso bíblico) y luego latín... es de esperar datos contradictorios. Por ello, debe intentarse una interpretación del conjunto que nos dé una idea con el mínimo de contradicción.

Una posibilidad es que se haya superpuesto la descripción de dos estructuras o de dos islas separadas. La isla con el gran rectángulo pampeano de dos mil kilómetros y su foso sería una isla separada de la otra. Y en la siguiente estaría el Santuario de Poseidón y el Palacio Real.

Esta última isla, ateniéndonos a la descripción platónica, sería un “Atolón”. La descripción de las islas con lagos circulares tiene reminiscencias de una época volcánica y atolónica del océano Atlántico, hoy desconocida. Pero tenemos muchos informes independientes que nos inclinan a interpretar la naturaleza del Atlántico en la Epoca Glacial (que fue el período de existencia de Atlántida) con ciertas diferencias en relación al Atlántico de hoy. En un planeta helado los sitios volcánicos y llenos de géisers, además de su ubicación en zona tropical, puede explicar la posibilidad de vida humana en Atlántida.

Pero esta intensa actividad volcánica en las islas del Atlántico nos plantea el problema de la ausencia, hoy día, de atolones, tan comunes en cambio en el océano Pacífico. La teoría aceptada sobre el origen de los atolones es que los corales —que construyeron las islas— lo hicieron alrededor de un pico volcánico que después se hundió. Es por esto que numerosos atolones tienen la clásica forma circular un lago interno.

Los científicos explican los miles de arrecifes coralinos y atolones del océano Pacífico suponiendo una actividad volcánica intensa. Por ejemplo, se sugiere que en el Cretáceo (hace cien millones de años) la intensa actividad volcánica del planeta generaba decenas de miles de volcanes marinos y que esta gran probabilidad explicaría la subsistencia de arrecifes coralinos todavía hoy, El arrecife coralino se forma también con la ayuda de numerosas algas, algunas secretoras de productos calizos como la “Halimeda” y otras incrustantes como la “Lithothamnium”.

¿Existen en la actualidad atolones dobles? ¿Y hasta triples? La pregunta se basa en la similitud con los atolones de la descripción de Platón y su similitud con las ciudades-maquetas circulares que edificaron los indígenas americanos de Colorado. Platón dice que el palacio real de Atlantis, la famosa Basilea, estaba en una isla triple formada de tres lagos circulares sucesivos, separados por franjas de tierra de forma circular. Se trata de un atolón triple.

Y ya hemos visto en la descripción platónica —tomando en cuenta las dimensiones dadas por el propio Platón— que nos enfrentamos con un triple atolón del tamaño corriente de los atolones, y además con otra isla gigante que nada tiene que ver con los atolones.

Pero para confirmar la posibilidad de que en el pasado —y a favor de una intensísima actividad volcánica hubo en el Atlántico numerosos atolones e inclusive atolones dobles y hasta triples (como el platónico) debemos hacernos eco de la hipótesis de los geólogos que para apuntalar la “teoría de Darwin de los atolones” necesitan también una intensa actividad volcánica en el pasado.

Ahora bien, la posibilidad de situaciones antiguas en el océano Atlántico diferente de las actuales se pueden también interpretar con el Caribdis y el Escila de Homero como fenómenos volcánicos; uno de los cuales —el Caribdis— no tiene nada equivalente hoy pues no conocemos “geyseres submarinos”. Si ellos pudieron existir en el pasado, o no, es una cuestión de análisis y discusión científica, pero el texto homérico nos habla permanentemente de volcanes y erupciones volcánicas, maremotos y fenómenos sísmicos. Lo mismo el texto de Platón.

Pero hay muchos otros textos antiguos que se hacen eco de un volcanismo intenso en el Atlántico y nos basta con recordar las propias expresiones de Ezequiel con relación a Tarsis, cuando habla de fenómenos sísmicos de orden cataclísmico: “Yo sacaré fuego de en medio de ti, el cual te consumirá. Te convertiré en espanto y dejarás de ser. Haré subir sobre ti el abismo y las muchas aguas te cubrirán. Serás buscada y nunca más serás hallada”.

En lugar de esta mortífera descripción, el genio heleno, con su eficaz sobriedad, dice simplemente: “Y Atlántida desapareció en una noche”.

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