El corto brazo de la justicia
Quizá a mucha gente no le va a gustar la manera, o mejor dicho el contenido, de lo que voy a exponer. No, no estoy hablando de las “broncas” internas de foreros y moderadores, entre que si alguien es mejor o peor; merecedor de castigo o no; eso me parecen nimiedades.
Pinkys, Cerebros, Esquizofelicas, y demás gente así habrá siempre y no se acabará; tampoco los Jesus Super Star, ni los Pantera Negra. Todos somos uvas diversas de la viña del Señor. Por eso es discusión fútil, vacua, vana, intrascendente. Julio Iglesias cantaba “al final, las obras quedan las gentes se van; otros que vienen las continuarán. La vida sigue igual”.
Así que al grano. Resulta que en esta delincuencial y simiesca nación (para entenderlo mejor, remitirse a los foros “el estado de dere…chueco”, “la aplicación de justicia en México”, “de cobardes, traidores y poco hombres”; así como al de “gringos prietos”. Todos ellos de mi autoría), se calcula en un 10 por ciento la gente “mala” que tiene secuestrado al restante 90 por ciento de residentes nacionales.
Pero antes de continuar con la disertación, cuento una anécdota: Iba yo sentado en el autobús; arrellanado en mi silla (no, no estoy cantando). Era el ocaso del día, viajábamos pocos pasajeros, quizá unos 10; a mi lado una chica (no de pelo marrón), delgada, joven, distraída. Un poco mas adelante abordaron el autobús 4 jóvenes de unos 17 años; mi sentido felino me alertó y extendí mis sentidos, acechante. Dos de ellos se pasaron al fondo de la unidad, los otros dos se quedaron al frente detrás del chofer. Uno de ellos se levantó la capucha de la sudadera. Al pasar junto a mi los dos de atrás, dejaron un tufo de alcohol y solvente, es decir droga y alcohol. El peligro era inminente.
Quizá entre los pasajeros iría el chapulín colorado (con antenitas de vinil), o Spiderman (con sentido arácnido); porque varios pasajeros se levantaron nerviosos y pidieron bajada inmediata; se fueron. Yo reaccioné tarde, quizá por el prejuicio de no abandonar el barco antes que mi compañera de asiento. Otro pasajero pidió parada y vi ahí mi última oportunidad, así que me levanté tras el para bajar también; había que correr ese cobarde riesgo. Ambos pudimos bajar en la entrada al metro.
Ya abajo, me remordió (y me remuerde aún) la conciencia por no alertar a la chica de pelo no marrón; pero es que en una rápida evaluación ¿Qué podría yo haber hecho?. Había pocas posibilidades que la chica bajara conmigo si la jalaba, o si le hablaba algo para que me acompañara, ¿o no?. Otra de las cosas que no pensé, fue en buscar alguna patrulla para mandárselas de “regalo”; la verdad me tomó cansado y por sorpresa todo ese asunto.
Volviendo al tema. Si vemos que un 10 por ciento de malignos mexicanos, hacen la vida imposible al restante 90 por ciento de connacionales, ¿Por qué no puede haber un 10 por ciento de ese 10 por ciento maligno, que sea justamente su brazo ejecutor; es decir quien extermine a esa minoritaria plaga?. Así es, hablo de los vengadores anónimos, de los ángeles exterminadores; de los batman. Una gente de apariencia ordinaria, que viaje como toda le gente, en el transporte de toda la gente, por sus mismos lugares y con sus mismos riesgos y penurias; pero que al momento del ataque maligno, los esté esperando para exterminarlos de inmediato, sin mayor preámbulo.
Ya lo se, la perorata de que eso es anticonstitucional, contraproducente; violatorio de los derechos humanos. Pero, ¿es que acaso la acción predominante de la delincuencia es ahora constitucional, edificante y respetuosa de los derechos humanos?. La respuesta es no.
Hay momentos en la vida de una nación, en que esto es necesario; pero no necesario para que lo ejecute la ley misma, el poder judicial; porque sería casi como repetir la caricatura esa de Porky cuando saca un ratón de su habitación de hotel y mete un gato, luego mete un perro para sacar al gato, y luego un león para sacar al perro, y luego un elefante para sacar al león; y al final un ratón para sacar al elefante.
Debe ser una gente de la sociedad, una de sus víctimas; gente que ha perdido todo y no tiene mas que perder, sino que consagrar lo que le resta de vida y de virtud para ofrendarlo al bien y a la justicia inmanente. Una gente mas allá del bien y del mal, y que quizá después de esas acciones se reivindique, o quizá y no. Pero que la noción de justicia exige de ellas (de esas gentes), las busca y las convoca.
Habrá mil peros. Pero este tipo de cosas no se piensa, ni se medita; se va dando con naturalidad según los requerimientos de la sociedad; y cuando el bien prevalece de nuevo, se extinguen esos vengadores. Por lo menos así debería ser; aunque no pase de ser solo una ensoñación.
¿Y mi pacifismo?. ¿Quién dice que la paz, es solo paz?. Yo no lo he dicho, que recuerde.
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