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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #211
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 206]
    Como ya se ha mencionado anteriormente, la profecía de Jesucristo relativa al fin del mundo que se encuentra registrada en el evangelio según Mateo, capítulo 24, sugiere, para algunos doctos bíblicos, un entrelazamiento de 2 acontecimientos similares (esto es, con características o rasgos parecidos) separados entre sí por un gran trecho de espacio (es decir, uno de tales acontecimientos tiene carácter local y el otro tiene carácter planetario) y de tiempo (a saber, aproximadamente 2 milenios entre ambos). Se trata ahora, pues, de buscar la manera más coherente de distinguir qué parte de la profecía no es aplicable para los tiempos venideros y qué parte sí lo es. El pasaje sagrado comienza así: «Jesús salió del templo (se sobreentiende: Salió de los grandes patios del Templo de Jerusalén, donde solía enseñar a los que se congregaban allí, pues muchos judíos veían en él la figura de un profeta y de un obrador de milagros), y ya se iba, cuando sus discípulos se acercaron y comenzaron a atraer su atención a los edificios del templo (se sobreentiende: Aquellos discípulos todavía no tenían ni idea de lo que le esperaba a la ciudad santa, ni alcanzaban a comprender cómo Dios podría rechazar su propio Templo; y al presente quizás se imaginaban que el reinado predicho del Mesías estaría vinculado de alguna manera a aquel majestuoso Templo). Jesús les dijo: “¿Ven ustedes todo esto? Pues les aseguro que aquí no va a quedar una piedra sobre otra. Todo será destruido” (se sobreentiende: Estas palabras de Jesucristo debieron dejar perplejos y alarmados a sus discípulos, puesto que rompían por completo el esquema mental que ellos tenían con respecto al futuro cercano)» (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 1-3; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

  2. #212
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 207]
    Evidentemente, aquellas palabras de Jesucristo tocante a la destrucción del Templo de Jerusalén no pueden aplicar al venidero fin del mundo, pues tal Templo ya no existe. No obstante, la profecía sigue así: «Luego (se sobreentiende: al poco rato de pronunciar Jesucristo la sentencia divina contra el Templo de Jerusalén) se fueron al Monte de los Olivos. Jesús se sentó, y los discípulos (se sobreentiende: Los seguidores más allegados al Maestro) se le acercaron para preguntarle aparte (se sobreentiende: Con disimulo, en privado): “Queremos que nos digas cuándo va a ocurrir esto. ¿Cuál será la señal de tu regreso y del fin del mundo? (se sobreentiende: Los discípulos, en su precario conocimiento, asociaban la destrucción del Templo de Jerusalén y de la ciudad santa con la venida de Jesucristo como rey triunfante del Reino de Dios, y con el fin del mundo de los gentiles o no judíos)”. Jesús les contestó: “Tengan cuidado que nadie los engañe (se sobreentiende: Jesucristo, dándose cuenta del superficial conocimiento profético que al presente tenían sus discípulos y del que adolecerían todavía por una o dos décadas más, les expresó su preocupación de que fueran confundidos o extraviados por maestros hábiles y farisaicos que podrían usar las santas escrituras engañosamente con relación a la liberación del pueblo de Dios por un rey mesiánico). Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente. Ustedes tendrán noticias de que hay guerras aquí y allá; pero no se asusten, pues así tiene que ocurrir; sin embargo, aún no será el fin (se sobreentiende: Se presentarían señales o síntomas alarmantes que podrían hacer pensar en la inminencia del fin del mundo, pero tal fin no vendría tan rápidamente como para que los discípulos se aterrorizaran por no estar suficientemente preparados para poder afrontar la situación bajo la guía divina). Porque una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro; y habrá hambre y terremotos en muchos lugares. Pero todo eso apenas será el comienzo de los dolores (se sobreentiende: El fin del mundo sería algo mucho más terrible que las hambres, terromotos y cuantiosas guerras que salpicarían a la sociedad humana durante la víspera de ese acontecimiento final)”» (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 3-8; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

  3. #213
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 208]
    En el versículo 4 del capítulo 24 del evangelio según Mateo, Jesús dijo: “Tengan cuidado que nadie los engañe. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 4 y 5; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). La cuestión pertinente es si hubo “falsos cristos” entre los años 30 y 60 del primer siglo de nuestra era, es decir, desde que Jesús pronunció esas palabras hasta la destrucción de Jerusalén por Tito en el año 70. Luego nos podemos plantear la interrogante de si también ha habido “falsos cristos” durante el siglo XX y lo que va del XXI, un período, según muchos historiadores, en el que la humanidad parece haber entrado en un callejón autodestructivo sin salida (vale decir: En la víspera del fin del mundo). ¿Por qué? Bueno, no hay que ser ninguna lumbrera intelectual para darse cuenta de ello; simplemente basta tener un poco de sensatez o sentido común. Por ejemplo, una de las fuerzas que determinan la suerte del planeta está en manos de gobernantes y políticos, quienes, lejos de someterse a un consenso común y universal, se inclinan irracionalmente en la dirección de anteponer su egoísmo personal y nacionalista a los intereses legítimos de otros líderes y de otros países; y la intensidad que esta tendencia egocéntrica ha adquirido últimamente es imparable y, peor aún, se está acelerando. En el ámbito del comercio, que es otra de las grandes fuerzas determinantes del futuro planetario, es más que evidente la marcha consumista y explotadora que tienen las grandes multinacionales, así como la mayoría de las empresas menos grandes, las cuales ofrecen un espectáculo parecido al de una “arena de gladiadores” (donde, o matas, o eres muerto; y no hay otra opción menos cruenta). El terreno religioso no puede ser más caótico y confuso, pasándose de un extremo de intolerancia (con terrorismo incluido) a un extremo de relajación tal que en él toda clase de conducta tiene cabida y disculpa (posiblemente, hasta el propio Hitler encontraría aquí amparo); y esta situación no puede menos que abocar hacia el oportunismo, el engaño de masas, la decepción, la desconfianza, el odio a lo sagrado y así sucesivamente, hasta desembocar en el materialismo puro y duro (pues los engañados y escarmentados no atisban ya otra cosa por la que luchar en la vida que no sea el animalesco instinto gratificatorio inmediato y mundanal, aunque de esto tal vez escapen unos cuantos “quijotes” reaccionarios que ni siquiera saben adónde van). Y, para abreviar, si a semejante potaje de sinrazón le añadimos el manejo de una tecnología potentísima en auge, cada vez más asequible a cualquier desaprensivo o loco psicópata que puede pulverizar nuestro planeta si se obsesiona con emplearla para fines militares, entonces se hace más que obvio que estamos moviéndonos precisamente en el mismo borde del fin del mundo.

  4. #214
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 209]
    Durante la primera mitad del siglo I de nuestra era muchos judíos palestinenses y de la diáspora se encontraban en gran expectación con relación a la profetizada venida del Mesías, el anhelado Libertador de Israel. ¿Por qué? La respuesta se relaciona con los acontecimientos que ocurrieron en Babilonia durante el siglo VI antes de la EC, cuando Ciro el rey de Persia conquistó esta ciudad y todo el imperio babilónico y permitió que los judíos, que estaban cautivos allí (pues Nabuconodosor había destruído Jerusalén a finales del siglo anterior y había deportado a los habitantes de Judea a las ciudades de Caldea), que regresaran a su tierra y reconstruyeran la ciudad santa y su Templo. Esta liberación avivó la esperanza judía de gozar del derecho a la autodeterminación, como una nación libre, y de ver cumplida la profecía mesiánica de un Libertador definitivo de Israel (una profecía varias veces señalada en el Pentateuco y en los libros de los profetas mayores, así como en los Salmos). Pero lo cierto es que estas expectativas no llegaron a materializarse. No tenían rey, y la autoridad política de sus gobernadores pronto quedó eclipsada por la autoridad religiosa del sumo sacerdote, quien llegó a ser considerado cabeza de la nación. De acuerdo con “The concise jewish encyclopedia” (La enciclopedia judía concisa), fue durante ese período cuando surgió el concepto de un Mesías guerrero liberador del pueblo hebreo, un monarca ideal para los días del futuro, quien no sería tan sólo otro gobernante más, sino el caudillo que acabaría con los enemigos de Israel y daría comienzo a una era perfecta de paz y perfección. Las conquistas de Alejandro Magno en el siglo IV antes de la EC permitieron que se reuniera a todos los judíos bajo su dominio (tanto en Palestina como en la Diáspora, es decir, fuera de Palestina). Según Flavio Josefo, cuando Alejandro llegó a Jerusalén los judíos le abrieron las puertas y le mostraron un vaticinio registrado en el libro de Daniel el profeta (escrito más de 200 años antes de aquel día) que claramente describía las conquistas de Alejandro como “el Rey de Grecia” (Antigüedades de los judíos, Libro XI, capítulo VIII, 5; Josefo). La citada profecía es la siguiente: «Mientras reflexionaba yo al respecto (se sobreentiende: Daniel estaba pensativo acerca de una visión profética presentada en símbolos, que se le estaba dando en aquellos momentos), de pronto surgió del oeste un macho cabrío, con un cuerno enorme entre los ojos, y cruzó toda la tierra sin tocar siquiera el suelo. Se lanzó contra el carnero que yo había visto junto al río, y lo atacó furiosamente. Yo vi cómo lo golpeó y le rompió los dos cuernos. El carnero no pudo hacerle frente, pues el macho cabrío lo derribó y lo pisoteó. Nadie pudo librar al carnero del poder del macho cabrío. El macho cabrío cobró gran fuerza, pero en el momento de su mayor grandeza se le rompió el cuerno más largo, y en su lugar brotaron cuatro grandes cuernos que se alzaron contra los cuatro vientos del cielo... El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tiene entre los ojos es el primer rey» (Libro profético de Daniel, capítulo 8, versículos 5-8 y 21; Nueva versión internacional de la Biblia, Castilian). Pero era del todo obvio que Alejandro Magno no podía ser el Mesías prometido, pues éste habría que venir de la estirpe de Abrahán por la línea de David; aunque bien es verdad que el imperio alejandrino influyó enormemente en la tierra, la cultura y la religión judías.

  5. #215
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 210]
    Después de la muerte de Alejandro, Palestina permaneció en manos de Grecia, primero bajo la dinastía ptolemaica de Egipto y después bajo la seléucida de Siria, ambas fundadas por los sucesores de Alejandro. Como aumentaba la influencia ejercida por Grecia, los judíos prominentes y aristocráticos empezaron a considerar desfasadas las tradiciones y costumbres judías. Los más influyentes en este sentido pertenecían a la familia de los Tobíades, quienes durante la gobernación del rey seléucida Antíoco IV Epífanes (175-164 antes de la EC) ayudaron a Menelao, por lo visto pariente suyo, a llegar a sumo sacerdote, y esto sucedió aunque Menelao no pertenecía a la ancestral familia sacerdotal de Sadoc, sumo sacerdote del templo de Salomón; por lo tanto, según el Pentateuco, esto era una usurpación y una grave ofensa contra le ley de Dios. Sin embargo, la influencia griega cobró tanta fuerza que finalmente las celebraciones religiosas judías fueron proscritas y el Templo se convirtió en un santuario griego. Esto llevó a que en el año 167 antes de la EC estallara una rebelión encabezada por el sacerdote judío Matatías y sus 5 hijos, comúnmente llamados “Los macabeos o asmoneos”. La revuelta de los macabeos, en un principio de naturaleza puramente religiosa, pronto se convirtió en una lucha política por la autodeterminación judía. En el año 165 antes de la EC, los macabeos recuperaron el Templo y lo volvieron a dedicar al servicio religioso tradicional, suceso que en la actualidad los judíos de todo el mundo celebran anualmente durante la denominada “Fiesta de las luces”, de 8 días de duración, llamada en hebreo “Hanuká”. No obstante, todavía no se divisaba ningún Mesías en el escenario. Pero para entonces, los sacerdotes no sólo tenían en sus manos el liderazgo espiritual y social del pueblo, sino que constituían la clase más poderosa y rica de Jerusalén, tanto en sentido político como económico. En consecuencia, dado que los sacerdotes se habían hecho muy altivos y negligentes en el cumplimiento de sus deberes de pastoreo y de instrucción religiosa del pueblo, algunos judíos bien instruidos que no eran sacerdotes empezaron a reemplazar a éstos en las tareas de interpretar la Ley mosaica y administrar justicia a favor de la gente común según dicha Ley. Estos hombres, conocidos como “escribas”, terminaron corrompiéndose y haciéndose diestros en encontrar pretextos y subterfugios para los individuos que utilizando el soborno estaban resueltos a burlar la Ley. No extraña, pues, que, a partir de estas malas actuaciones, el concepto de Mesías también fuera tergiversado y comenzara a diverger de su verdadero significado según las santas escrituras.

  6. #216
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 211]
    Durante el período macabeo, la religión judía se dividió fundamentalmente en 2 facciones rivales: los fariseos y los saduceos. Los fariseos enseñaban que Dios había dado a Israel una ley doble, parte escrita y parte oral, y fue sobre la base de esta ley oral que reconocieron la legitimidad de la línea sumo sacerdotal incluso después de haberse interrumpido la línea tradicional. Por otro lado, los saduceos negaban la existencia de una ley oral y afirmaban que sólo podía servir de sumo sacerdote un descendiente directo de Sadoc. El término “fariseo” deriva de una palabra hebrea que significa “separado” o “distinguido”. Hay quienes dicen que lo utilizaban sus opositores para calificarlos de herejes, mientras que otros afirman que se refiere a la posición “distinguida” que asumían, separándose de la denominada “gente de la tierra” (gente del vulgo), a la que consideraban inmunda o contaminada por el error. Los fariseos eran personas extremadamente pagadas de su propia justicia en lo referente a sus observancias tanto de la ley escrita como de la oral. La actitud igualmente rígida de los saduceos hacia la ley escrita posiblemente no surgió de algún sentimiento religioso especial, sino como un arma política de oposición a los poderes legislativos fariseos. También, se cree que durante la revuelta macabea surgió otro grupo religioso menos relevante al principio: los esenios. Éstos rompieron con el sacerdocio oficial y se abstuvieron de participar en los servicios y sacrificios religiosos que se llevaban a cabo en el Templo; pero, por lo demás, se adherían estrechamente a la Ley; y al igual que los fariseos, a quienes se parecían en muchos sentidos, cayeron víctimas de la influencia helenística y adoptaron creencias completamente ajenas al judaísmo tradicional, como, por ejemplo, la enseñanza platónica del alma inmortal. Este grupo probablemente no constaba de más de 4.000 miembros, todos ellos varones adultos, muchos de los cuales eran célibes. Vivían en casas comunales ubicadas en comunidades aisladas que estaban diseminadas por toda Palestina. La “Enciclopedia judaica” habla de su supuesto pacifismo, pero, por otra parte, la obra judía “Enciclopedia bíblica ilustrada” asegura que lucharon heroicamente durante la rebelión contra Roma que se inició en Jerusalén en el año 66, y hasta algunos de los líderes rebeldes salieron de sus filas. El historiador judío Josefo menciona a uno de estos líderes: un tal “Juan el esenio”, quien sirvió como general judío durante aquella Gran Revuelta. Los Rollos del mar Muerto, descubiertos en 1947, suministran información sobre una secta religiosa de Qumrán, la cual, según algunos eruditos, es idéntica a la de los esenios. Pero todas estas facciones religiosas judías se opusieron de una manera u otra a la actividad de Juan el Bautista y de Jesucristo. Por ejemplo, en lugar de dar crédito al mensaje de Juan, según Josefo, muchos de los sacerdotes recurrieron a los zelotes, un grupo de revolucionarios judíos empeñados en conseguir la autodeterminación. Grupos como éste, opuestos a la dominación romana (que había reemplazado a la griega en el año 63 antes de la EC), perpetraron actividades terroristas durante décadas. Finalmente, en el año 66 se rebelaron abiertamente, lo cual condujo, como sabemos, a la destrucción del Templo y a la desaparición de su sacerdocio. La esperanza mesiánica se vio, de nuevo, desvanecida.

  7. #217
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 212]
    El hecho de que la religión judaica (el judaísmo) no desapareciera tras la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 y la subsiguiente desaparición del sacerdocio, se debió presumiblemente a que siglos atrás, durante el exilio en Babilonia, o quizás poco después, los judíos habían comenzado a dar mucha importancia a la adquisición del conocimiento de la Ley. Construyeron centros de instrucción llamados “sinagogas”, y de allí en adelante sólo iban al Templo en ocasiones especiales y para ofrecer sacrificios. De modo que, para el siglo primero de nuestra era, había llegado a ser bastante normal practicar la adoración en las sinagogas; y después de la destrucción del Templo, en el año 70, parece que la opinión general se decantó hacia la idea de que éste había sido reemplazado por el culto en las sinagogas. Entonces, en lugar del sacerdocio, ya inexistente, se empezó a dar relevancia a una serie de maestros a los que se llamó “rabíes”. Dado que los saduceos se habían extinguido como grupo activo y los esenios habían desaparecido, los fariseos permanecieron como los líderes religiosos indiscutibles. Ellis Rivkin, del Colegio de la Unión Hebrea, explica la influencia que ejercieron así: “La ley oral de los fariseos dio origen a la Mishna, al talmud palestiniano y al babilonio, a la responsa gaónica, medieval y moderna, así como a los diversos códigos de la ley judía”. La Nueva Enciclopedia Británica añade a esto: “Incluso hoy día, todos los diversos grupos judíos, sean ortodoxos, conservadores o reformistas, afirman ser descendientes espirituales directos de los fariseos y de los sabios rabínicos”. Ya antes del año 70 de nuestra era, millones de judíos vivían fuera de Palestina, principalmente en Siria, Asia Menor, Babilonia y Egipto. Sin embargo, después del año 70, todos los judíos sobrevivientes fueron totalmente desarraigados y dispersados para vivir en la Diáspora, palabra derivada de un término griego que significa “dispersión”. Aun en estas circunstancias, muchos retuvieron la esperanza de autodeterminación bajo un venidero Mesías. El líder judío Bar Kokba, quien encabezó sin éxito una gran rebelión contra Roma en el año 132, resultó ser un mesías falso. Según La enciclopedia Judaica, desde entonces, hasta el año 1744. aparecieron 28 falsos mesías.

  8. #218
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 213]
    Habida cuenta de que los judíos del primer siglo de nuestra era esperaban a un Mesías militante, un guerrero teocrático que devolviera como mínimo a Israel el esplendor de la gobernación salomónica, las enseñanzas de Jesucristo y sus milagros sorprendían a la gente pero no la convencían de su legitimidad como el verdadero Mesías prometido. No obstante, algunos pusieron fe en él, pues razonaban y decían: “Cuando venga el Cristo (se sobreentiende: El Mesías), ¿acaso va a hacer más señales (se sobreentiende: No podrá presentar más evidencias) que este hombre?” (Evangelio según Juan, capítulo 7, versículo 31; Nueva versión internacional de la Biblia, Castilian). Ahora bien, la presión cultural y social ejercida por el judaísmo sobre los hebreos de la época era tan insistente y pesada que no sólo impedía a los afectados pensar claramente y sin prejuicios, sino, incluso, podía hacer dudar a algunos seguidores del Maestro que se hubieran permitido la licencia de distraer la mente con la propaganda del entorno; y de hecho, por este motivo, hubo discípulos de Jesús que acabaron dándole la espalda al verdadero Mesías. Es por esto que Jesucristo advirtió a sus seguidores: “Tengan cuidado que nadie los engañe. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 4 y 5; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

  9. #219
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 214]
    La sagrada escritura contiene varios indicios de que hubo personas judías del primer siglo de nuestra era, sumamente devotas, que al principio tenían un concepto y unas expectativas bastante desacertadas acerca del Mesías; eran unas expectativas que sólo Dios, en su bondad y misericordia para con los seres humanos que buscan sinceramente la verdad, podía reconducir de manera que finalmente alcanzaran una interpretación fidedigna que les evitara la confusión espiritual. Por ejemplo, acerca de los primeros días de la vida de Jesús recién nacido, el evangelista Lucas escribe lo siguiente: «Al cumplirse los ocho días (se sobreentiende: Ocho días de edad) para que fuera circuncidado el niño (se sobreentiende: José y María, los padres del niñito, siguiendo una ordenanza de la Ley mosaica, fueron a circuncidar a Jesús), llamaron su nombre Jesús (se sobreentiende: Le pusieron por nombre Jesús), porque así fue llamado por el ángel antes que fuera concebido en el vientre (se sobreentiende: Un ángel llamado Gabriel, meses atrás, se apareció a María y le especificó que el nombre del futuro bebé debería ser Jesús). Al cumplirse los días de la purificación de ellos según la ley de Moisés, trajeron al niño a Jerusalén para presentarlo ante Yahweh, tal como está escrito en la ley de Yahweh: “Todo varón que abra matriz será llamado Santo de Yahweh”, y para ofrecer sacrificio según lo escrito en la ley de Yahweh: “Un par de tórtolas o dos palominos”. Y había cierto varón en Jerusalén que tenía por nombre Simeón. Éste era un varón recto y justo que esperaba la consolación de Israel (se sobreentiende: Esperaba que Israel fuera liberado de su servidumbre a las naciones gentiles, en este caso a Roma), y el Espíritu Santo estaba sobre él. A él le había sido dicho por el Espíritu Santo que no vería la muerte hasta que viera al Cristo de Yahweh. Éste, movido por el Espíritu, llegó al templo, y cuando los padres trajeron al niño Jesús para hacer con él según lo ordenado por la ley, él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo: “Ahora, Señor mío, permite que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque he aquí que han visto mis ojos tu misericordia, la cual preparaste en presencia de todos los pueblos: Luz para revelación a los gentiles, y gloria para tu pueblo Israel”. Y José y María estaban asombrados por las cosas que se decían de él (se sobreentiende: Estas palabras permitían acariciar la idea tradicional, es decir, que el futuro Mesías, o este niñito, sería un libertador del pueblo). Habiéndolos bendecido Simeón, dijo a su madre María: “He aquí que éste ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para señal de controversia, a fin de que sean revelados los pensamientos de los corazones de muchos (se sobreentiende: Ahora, con estas expresiones proféticas, el anciano Simeón estaba aclarando que el verdadero Mesías, lejos de traer liberación a la nación israelita, como la mayoría esperaba, iba a servir de controversia de cara a poner de manifiesto las verdaderas motivaciones que había en los corazones de la gente de su generación, de tal manera que en los tribunales celestiales quedara claro quiénes componían la simiente de la mujer simbólica y quienes no); y una lanza traspasará tu misma alma (se sobreentiende: Tales palabras, dirigidas a María, vaticinaban lo que esta madre habría de esperar en el futuro, a la vuelta de pocas décadas, a saber, un gran sufrimiento emocional cuando viera que su hijo habría de ser muerto a la manera de un vulgar asesino). Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad avanzada y había vivido siete años con su marido desde que se casó. Era una viuda de ochenta y cuatro años, y no se apartaba del templo y servía estando en ayuno y oración día y noche. Y también en ese preciso momento ella se encontraba presente dando gracias a Yahweh, y hablaba de él (se sobreentiende: Hablaba del niño Jesús, como muy bien aclaran muchas otras Biblias) a todos los que esperaban la redención (se sobreentiende: Liberación, mediante el pago de un sacrificio expiatorio que los judíos asociaban con los holocaustos ofrecidos en el Templo) de Jerusalén» (Evangelio según Lucas, capítulo 2, versículos 21-38; Nuevo Testamento, Biblia Peshitta).

  10. #220
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 215]
    Para poder entender coherentemente toda la cuestión mesiánica, a la luz de lo que dicen las sagradas escrituras, es fundamental tener presente que los principales actores del drama son seres inteligentes invisibles al ojo humano. En efecto, en los tribunales celestiales el gran debate giraba en torno a si la natulaleza de las criaturas que Dios ha creado a su imagen y semejanza, a saber, los ángeles y los seres humanos, poseen realmente una naturaleza altruísta o no, con lo cual, implicatoriamente, se cuestionaría no sólo la naturaleza supuestamente altruísta de dichas criaturas sino incluso la propia naturaleza del Hacedor de tales criaturas, que hipotéticamente las creó a su propia imagen. De manera que si no es posible probar dicho altruísmo, entonces habría que darlo como ficticio o aparente, no real. Éstas son las cuestiones que el Diablo hizo surgir en Edén, cuando, según el Génesis, tentó a Eva afirmando que Dios estaba reteniendo egoístamente de ella y de su esposo Adán un tipo de sabiduría que podría abrirles los ojos del entendimiento de manera ilimitada. En otras palabras, Satanás estaba dando a entender que Dios no estaba dispuesto a compartir con sus criaturas inteligentes determinados niveles de conocimiento, a fin de mantenerlas en un grado de ignorancia lo suficientemente efectivo como para que éstas no pudieran amenazar su estatus de Soberano universal. Evidentemente, tal entredicho levantado por el Diablo sólo podía resolverse, de manera convincente, mediante la gestión judicial del mismo en los tribunales celestiales. También la sagrada escritura se detiene en el caso del patriarca Job, cuyo altruísmo fue duramente cuestionado por el Diablo y finalmente desembocó en un resultado inesperado: en bofetada contra este ángel perverso. Consecuentemente, parece que con Job se probó, en los tribunales celestiales, que al menos había una criatura inteligente altruísta, Job, lo cual presuponía que Dios debía ser el modelo de altruísmo insuperable. Sin embargo, al ser Dios tan altruísta, cabría la posibilidad de que admitiera en la descendencia de la mujer simbólica a seres no tan altruístas, o dudosamente altruístas. O sea, la derrota satánica era parcial, pues por una parte se probó que Dios es sumamente altruísta y algunas de sus criaturas inteligentes también son altruístas, como consecuencia de haber desarrollado su naturaleza altruísta a la imagen y semejanza del Creador; pero, por otra parte, y dado que no todos los seres inteligentes evidencian una conducta altruísta, se ponía en duda la aceptación (en el seno de la simiente de la mujer simbólica) de cualquier persona que no hubiera dado suficientes muestras de altruísmo natural. Esto último parece que está de acuerdo con lo que se dice en el Apocalipsis con relación al Diablo: “Ahora ya ha llegado la salvación (se sobreentiende: Se trata de un suceso en el futuro distante con respecto al tiempo en que fue escrito el Apocalipsis), el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo (se sobreentiende: Un día del futuro en el que, zanjada la cuestión judicial universal causada por la rebelión satánica y que se gestiona en los tribunales celestiales, el Cristo actúa con potestad libertadora o poderes mesiánicos plenos), porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos (se sobreentiende: El Diablo es el gran acusador o el gran generador de dudas, que cuestiona ante los tribunales celestiales que alguien pueda ser admitido dentro de la descendencia de la mujer simbólica, que es un colectivo o descendencia compuesta exclusivamente de seres altruístas), el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios (se sobreentiende: Un acusador incesante, que levantaba su voz en los tribunales celestiales presididos por Dios). Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero (se sobreentiende: Gracias al sacrificio expiatorio de Jesucristo) y a la palabra de testimonio que dieron (se sobreentiende: A la evangelización), porque despreciaron su vida ante la muerte (se sobreentiende: Estuvieron dispuestos a ser mártires)” (Apocalipsis, capítulo 12, versículos 10 y 11; Biblia de Jerusalén de 1975).

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