Besos a granel

Sentada a la puerta de su casa, sola y prácticamente abandonada por los suyos, Luisa se sentía como una pluma desprendida de una gallina vieja a la que nadie quería. Su madre la había parido sin haber cumplido el rito que la obligaba a esperar por la noche en un cruce de caminos a aquellos que habrían podido librarla de su destino. Entangarañada de cuerpo su mente era toda pasión, fantasía, ternura, deseo. En sus horas de soledad soñaba con ser vendedora de besos y caricias.

- ¡Barato, barato, casi gratis, vendo besos a granel...cien gramos, docientos, mil...los que ustedes quieran, tengo tantos dentro que si no los saco me pudrirán el alma!

En la noche, cuando sus ojos se cerraban, aquel cuerpo deforme desaparecía, su piel brillaba nívea en la oscuridad y sus ojos salvajes emitían un poderoso embrujo que hacia que los hombres la quisieran poseer de todas las maneras posibles.
Durante esas horas ella se convertía en la reina de la noche. Una mujer de lujo, vendedora de todo tipo de placeres con los que ella también gozaba.

Por la mañana la oscura realidad intentaba robarle los recuerdos tan vividos. Ella luchaba y siempre acababa ganando la batalla. Así su cuerpo, ese horrible y maniatado cuerpo desaparecía y sus sueños continuaban despierta.


Mencia