Los reyes incas han sido siempre descritos como hombres altos y blancos, con barba y melenas rubias. Nada que tenga que ver con los nativos. Sencillamente hicieron lo que siempre. Se erigieron en las casta guerreras y feudales sobre estos pueblos y los impulsaron hacia un gran progreso y organización social. No existía el comercio (de ahí el escaso valor económico de oro y plata). En cierto modo era una dictadura paternalista y muy social en cuanto alimentación y educación. Sin embargo hubo un pretendiente nativo (mestizo) que provocó la desaparición de este Imperio Antiguo. Tras algunos años de decadencia, los vikingos volvieron a reconstruir en parte su imperio sudamericano, pero pronto volvieron a ser relegados al este, a la Amazonia y al actual Brasil y Paraguay donde existen enormes evidencias escritas y de monumentos de claro origen vikingo. Este
fue el fin del imperio vikingo en Tiahuanacu. Sin embargo este periodo influyó decisivamente por toda Sudamérica dejando vestigios que han llegado hasta hoy pese a la saña inculturizadora de los misioneros españoles, entusiasmados en su empeño de borrar todo indicio de la anterior cultura.
Arahuac (pronunciado Aravac) es el nombre de cierta tribu. Su nombre no significa nada en su propia lengua pero en norrés (vikingo) significa algo así como “guardias a titulo honorífico”, viniendo de “era” (honor) y “vaka” (guardia). Se trataba de un pueblo que los vikingos integraron en sus cuadros para vigilar y escoltarlos por sus viajes a través de los ríos amazónicos del Matto Grosso. A propósito: “Matt” es la voz vikinga para designar llanura, exactamente lo que es el Matto grosso: una llanura. Otra tribu indígena que se integro con los vikingos y adquirieron a su vez el honor de ser sus vigilantes fueron los que los vikingos llamaban Varanis (Guaraníes en la pronunciación local) siendo “vari” guardián en norrés. Los vikingos usaron muy a menudo el delta del Amazonas haciendo y conservándose aún las ruinas de ciertas construcciones portuarias. Allí existen pies grabados en la roca, una señal vikinga de camino a seguir. Existe una peña de 800 m que los vikingos aprovecharon para marcar un gran mojón identificativo para sus compañeros: se trata de la Pedra da Gavea, una escultura que muestra a un guerrero vikingo con su gran casco y una inscripción aún legible para los entendidos en runas y grafía vikinga: el texto advierte de la presencia de aprovisionamientos para arreglar los barcos en una playa cercana de arena gruesa. La zona resulta ideal para un fondeadero y existen evidencias arqueológicas de que así fue utilizado.
Desde 1140, la orden del Císter comienza a construir las catedrales góticas. En aquellos tiempos si algo no había era liquidez monetaria. Los pagos se libraban con “cheques” y papel moneda. Las monedas usadas hasta entonces ya estaban tan gastadas y acaparadas que no había dinero en circulación. De repente el Temple comienza a financiar las catedrales y a verse monedas de plata en gran cantidad. ¿De donde sale toda esta nueva plata, ya que la plata europea estaba agotada?. Parece ser que el Temple, enterados de las andanzas vikingas llegó a un acuerdo de servicios con ellos: a cambio de plata ellos suministrarían a los vikingos artesanos y conocimientos para su desarrollo. El Temple en América?!. Sin embargo existen sellos de la orden datados en 1307 con dibujos de
amerindios muy característicos. El asunto funcionó mucho tiempo aunque, como casi todo acuerdo provechoso en aquellos tiempos se mantuvo en el más estricto secreto.
Uno de los vestigios de la cristianización (la segunda, la tercera sería la española) es una ruinas de unas obras destinadas a erigir lo que debió ser la primera iglesia de estilo románico en América. Está situada en Kalasaaya y debió ser impulsada por el padre Gnuppa, el Pai Zumé de las leyendas indígenas (Santo Tomás una vez cristianizado por los españoles). A unos 150 km de Parnaiba se encuentra una especie de “ciudad encantada de Cuenca” Se trata de “Sete Cidades” un capricho de la erosión. Los vikingos aprovecharon sus rocas para crear su propia icono grafía. Se podría suponer que solo se trataba de caprichos naturales si no fuera por que están profusamente acompañadas por runas, la escritura vikinga de la época, del dialecto schleswigense. Seguramente escritas por soldados ociosos en sus turnos de guardia – desde el típico “Ulf estuvo aquí” hasta largas y eruditas sentencias de las sagas vikingas… típicos graffitis de la época. La existencia de esta zona religiosa es crucial dada la costumbre de los vikingos de edificar casi todas sus obras en madera lo que no ha permitido dejar demasiadas huellas de su paso, aparte de algunos muros y muelles…
LA CIUDAD PERDIDA DE BAHÍA
El coronel O’Sullian Beare, ex-cónsul británico en Río de Janeiro, reveló haber llegado en 1913, con la ayuda de un guía mestizo, a una antigua ciudad en el estado de Bahía. Allí vio una columna negra en medio de una plaza, encimada por una estatua, tal como la descripción del documento 512 escrito por los bandeirantes. En São Paulo un explorador alemán, Heinz Budweg, aseguró que las ruinas de la ciudad perdida se situaban en el poblado de Iguatú, no muy lejos de Lençóis. El 20 de julio de 1997 logré llegar a la ciudad perdida, donde encontré murallas ciclópeas, algunas con bloques de más de 1,50 metros de longitud. Entre las ruinas viven menos de 200 descendientes de los esclavos y buscadores de oro y diamantes que allí acudieron el siglo pasado.
”La ciudad fue construida por los vikingos, hacia el año 1000 de nuestra era. Dejaron un sistema complejo de alcantarillado que, según los libros de historia, jamás habría existido en Brasil hasta finales del siglo pasado. También encontré varias inscripciones rúnicas en la entrada de una mina. Toda la meseta está plagada de senderos, los “peabirús” usados por vikingos e incas para comunicarse con América andina”, me reveló Heinz Budweg.
Cuando cayó el imperio por la presión nativa y la natural descomposición interna el acuerdo quedó finiquitado de facto y América se quedó aislada de nuevo. Aunque no por mucho tiempo. Colón la descubrió muy poco después
"Señor, toma este corazón de piedra, y dame un corazón de hombre: un corazón que te ame, un corazón que se alegre en ti, que te imite y que te complazca."