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Tema: El Trabajo

  1. #41
    Fecha de Ingreso
    18-enero-2011
    Mensajes
    7.113

    Predeterminado

    pues que se decir, es la primera de muchas acciones del PRI pasarse la ley federal del trabajo por el arco del triunfo.
    Hay que ponerle el pecho a las balas.

    Dios les bendiga.

  2. #42
    Fecha de Ingreso
    05-diciembre-2008
    Ubicación
    México, D.F.
    Mensajes
    537

    Predeterminado El trabajo, a la fecha de hoy...

    Un tema de 2006, originalmente... y las cosas no han cambiado.

    Aunque nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos... como escribió Pablo Neruda en uno de sus 20 poemas de amor.

    ¿Que significa esto?, ¿que las luchas de tanta y tanta gente, en uno y otro lugar, de una y otra manera, han servido para nada?. Así pareciera.

    Yo he aprendido en estos años que ya no se trata tanto de tener o encontrar el trabajo ideal; sino que mas bien debe tratarse de que uno se ponga en modo "trabajo ideal". Que uno de alguna manera se ajuste, se adapte a lo que tiene... que tenga una actitud específica.

    ¿Y que actitud debe ser esa?. Pues la que te haga sentir como tendrías que sentirte si tuvieras el trabajo que deseas: pleno, satisfecho, realizado... aunque no sea cierto. Me parece que esa es la actitud que utilizan los orientales (chinos, japoneses...) y alguna gente de esta patria, como los oaxaqueños por ejemplo.

    Si consigues una actitud así, positiva por llamarle de alguna manera, supongo que las cosas te deberían ir mejor... ¿o no?.

  3. #43
    Fecha de Ingreso
    05-diciembre-2008
    Ubicación
    México, D.F.
    Mensajes
    537

    Predeterminado Oda...

    Por cierto, hablando de poesía, no se porqué razón me vino a la memoria el siguiente poema (bueno no, solo parte de él, quizá nada mas el título... pero lo busqué y lo pego), pues de alguna manera mi cerebro lúcido asoció algo de él en este tema...

    Saludos.

    Oda a la vida retirada.
    Filed under: Fray Luis de León

    ¡Qué descansada vida
    la del que huye del mundanal ruido,
    y sigue la escondida
    senda, por donde han ido
    los pocos sabios que en el mundo han sido;

    Que no le enturbia el pecho
    de los soberbios grandes el estado,
    ni del dorado techo
    se admira, fabricado
    del sabio Moro, en jaspe sustentado!

    No cura si la fama
    canta con voz su nombre pregonera,
    ni cura si encarama
    la lengua lisonjera
    lo que condena la verdad sincera.

    ¿Qué presta a mi contento
    si soy del vano dedo señalado;
    si, en busca deste viento,
    ando desalentado
    con ansias vivas, con mortal cuidado?

    ¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
    ¡Oh secreto seguro, deleitoso!
    Roto casi el navío,
    a vuestro almo reposo
    huyo de aqueste mar tempestuoso.

    Un no rompido sueño,
    un día puro, alegre, libre quiero;
    no quiero ver el ceño
    vanamente severo
    de a quien la sangre ensalza o el dinero.

    Despiértenme las aves
    con su cantar sabroso no aprendido;
    no los cuidados graves
    de que es siempre seguido
    el que al ajeno arbitrio está atenido.

    Vivir quiero conmigo,
    gozar quiero del bien que debo al cielo,
    a solas, sin testigo,
    libre de amor, de celo,
    de odio, de esperanzas, de recelo.

    Del monte en la ladera,
    por mi mano plantado tengo un huerto,
    que con la primavera
    de bella flor cubierto
    ya muestra en esperanza el fruto cierto.

    Y como codiciosa
    por ver y acrecentar su hermosura,
    desde la cumbre airosa
    una fontana pura
    hasta llegar corriendo se apresura.

    Y luego, sosegada,
    el paso entre los árboles torciendo,
    el suelo de pasada
    de verdura vistiendo
    y con diversas flores va esparciendo.

    El aire del huerto orea
    y ofrece mil olores al sentido;
    los árboles menea
    con un manso ruïdo
    que del oro y del cetro pone olvido.

    Téngase su tesoro
    los que de un falso leño se confían;
    no es mío ver el lloro
    de los que desconfían
    cuando el cierzo y el ábrego porfían.

    La combatida antena
    cruje, y en ciega noche el claro día
    se torna, al cielo suena
    confusa vocería,
    y la mar enriquecen a porfía.

    A mí una pobrecilla
    mesa de amable paz bien abastada
    me basta, y la vajilla,
    de fino oro labrada
    sea de quien la mar no teme airada.

    Y mientras miserable-
    mente se están los otros abrazando
    con sed insaciable
    del peligroso mando,
    tendido yo a la sombra esté cantando.

    A la sombra tendido,
    de hiedra y lauro eterno coronado,
    puesto el atento oído
    al son dulce, acordado,
    del plectro sabiamente meneado.

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