LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO

(SIGLO XVII - Sudamérica)

7 — EL IDILIO
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La muñequita de infancia semirota que llegara de Portugal, tuvo más efecto en la niña que las frases románticas de Don Alvaro. Los jóvenes no serían inflexibles al extremo y un romance guardado en el tiempo iría aflorando entre ellos, a inmensa distancia de Oporto, junto al río Suquía.

Para sorpresa de Don Alvaro y Don Ruy, la hija de éste dedicaba sus días a crear pequeños vestidos para su antigua muñeca lusitana. Esta forma de ternura por un pasado que en realidad ella no recordaba, alentaba a su primo y preocupaba a su padre. La mulatilla acompañábala con tejidos de pequeños ponchos, mientras sonreía al joven galán con picardía, como su cómplice dispuesta a unir a la pareja. Por fin él —que había recibido un mensaje imperioso de su abuelo desde Portugal, por medio del Chasqui— decidióse a hablar con ella en forma definitiva.

—“¡Leonor! Vine a buscarte como a un sueño. Vine a buscarte porque Portugal es nuevamente nuestro, de los lusitanos ¡Y Córdoba del Tucumán no nos pertenece más!”

—“Pero éste es mi mundo, Alvaro, el que me ha formado. El que me ha hecho ser lo que ahora soy”— respondióle ella con asombro y temor

—“Un mundo que me sorprende a través tuyo. En esa muñequita yo traje para ti desde Oporto, había un homenaje para que te acercaras a mí. Pero no ha ocurrido. Te refugias en ella y te alejas de mi amor”— díjole en reproche el joven

—“Lo que hoy te cautiva de mí es esta paz que he bebido por estos suelos, y me la transmite nuestra barranca bermeja del río Suquía. La serenidad aflorando de los conventos y las aulas, ha dado carácter a mi conducta, diagramándola con una forma propia”.

—“Tu estilo personal tiene gran atracción sobre mi, y no lo oculto Leonor”.

—“Mi estilo cordobés nace de las circunstancias que he vivido en este ambiente que te es ajeno”.

—“Ese es tu sortilegio y tu soberbia. Lo que me apasiona. Lo que me aparta. Lo que un día encuentro en tus brazos y otro día no encuentro”

—“Como las llamas de nuestro poeta...”

—“Ese poeta que tanto declamas...”

—“Sí, Luis de Tejeda, cuando dice:

“Campo estrecho y solitario
Noche tenebrosa y larga
Dos voluntades, si puras,
Puramente enamoradas;

Despertáronos del sueño
O nunca entonces cantaran
Jilgueros y ruiseñores
Por los árboles y ramas”

—“Estos somos nosotros, Leonor, que vamos a despertar. Eres lusitana y no lo eres. Contienes a Portugal, tierra de poetas, y a Córdoba, otra tierra de poetas, en una insólita síntesis”.

Cuando quedaron callados, mientras la mulatilla traía sucesivos mates, cada uno de ellos cavilaba en su interior, sumergidos en pensamientos diferentes. Don Alvaro creía verla aún como él habíala soñado a la distancia, detrás de un océano. Pero Leonor era ahora diferente a ese ensueño y él debía despertar. Finalmente ella le dijo:

—“Vivimos acá tan lejos de las naciones tumultuosas que hemos edificado un mundo para nosotros. Hecho de silencio. De piedra. De latín. De churqui. De poesía. De música. De chañar. De aromo. De ornatos. De meditación. De poleo. De retórica. De piquillín. De dialéctica. De mistol. De oratoria. De penca. De paico. De tuna. De champa. De caligrafía”.

—“Sí, prima amada, todo ello en su conjunto me envuelve ahora, y no creo no poder olvidarlo, aunque parta y me aleje de aquí, pues es muy extraño que haya sido creado en un lugar tan aislado”.

—“También vivimos rodeados por tribus vandálicas amenazantes. Somos el producto de un mundo aislado en su espacio de lugar, pero cultivamos formas depuradas que han llegado con nosotros en los arcones, atravesando las salinas y las sierra con reptiles venenosos. Sin embargo el aroma a yerbabuena y tomillo endulza nuestras casas”.

—“Traté de aspirarlo en la fragancia de tus labios, pero tus palabras me lo comunican mejor que tus besos”.

—“Pertenece a Córdoba querido primo, mi padre te lo ha ofrecido en su propuesta, que yo anhelo aceptes. Tómalo o déjalo”.

—¡Leonor”... He llegado hasta aquí luego de atravesar una ruta inmensa que me trajo desde el otro lado del Océano, para proponerte una elección distinta”.

—“¡No, Alvaro!... Ya no puedo partir, alejarme, volver la cabeza atrás, pues hay un sitio definido en la existencia de cada uno... y éste es el mío”.

—“¿Estás segura de ello?”

—“Muy segura. Formo parte de este entorno con su complejidad y su simplicidad, con su misterio y su realismo”.

—“¿Qué te atrae de él para no desear volver junto a tu tierra de nacimiento?”

—“Me atrae... que fuera creado por cada uno de nosotros. Un mundo de contrastes que tomó identidad propia con nuestra llegada al escenario virgen, trayendo hasta aquí nuestra elegancia lusitana. Pues fuimos muchas las familias que arribamos desde Portugal en aquel tiempo. Como también es mérito de aquéllos andaluces, que aún antes de nosotros, arribaron de improviso en el momento de la fundación, trayendo exquisiteces a un medio salvaje. Primitivo. Colocando elegancias en tierras bárbaras. Creando fuego interior imbuido de serenidad”.

—“Yo he palpado también, Leonor, como lusitano, como hijo de una nación navegante llena de audaces marinos ... esa serenidad”.

—“Era la única opción a nuestro alcance y se transformó en un propósito de vida”— concluyó Leonor

El marco donde ambos se hallaban permitíales contemplar esa paz ciudadana que la niña mencionaba. Y ambos miraron por el ventanal la salida matinal de los estudiantes. Don Alvaro comenzó a sentirse indeciso de sus resoluciones, pero la misiva lacrada de su abuelo que el Chasqui habíale entregado aquella mañana, muy temprano, reclamándolo, lo hizo volver sobre sí.

—“Vine a buscarte— insistió una vez más —para retornar contigo junto a las olas que golpean el castillo de nuestro abuelo. Para devolverte a tu lugar”.

—“¿Mi lugar? Ya no soy más aquella niñita llorosa y temerosa que jugaba a tu lado en una playa nodriza. Vivo ahora entre tunales y latinismos, en este mundo rodeado de poetas, entre sierras y pampas, muy lejos de todo mar”.

Las últimas frases de Leonor daban indicio claro de un cierre a las esperanzas de Alvaro, por retornar junto a ella al lado del abuelo de ambos, quien ahora era súbdito de la Dinastía Braganza. Una dinastía muy distinta de aquélla otra, la Austria, que había traído antaño a tantos lusitanos hacia el Tucumán.

Al oír a su niña, la mulatilla sintióse dolorida de corazón y llevó sus manos al rostro, lagrimeando. La negrita era una adolescente llegada de Angola que hablaba la lengua portuguesa con gran perfección, y anhelaba acompañar a Leonor hacia Portugal, como una forma de estar más cerca de su casa .

—“Tu fascinación por mí, Alvaro, es parte de esta atmósfera distinta a ti... que debe permanecer intacta. Pues yo la perdería si me apartase de este lugar. Entristecida además por la frialdad de tus besos, cuando yo te dejase de atraer, al encontrarme vacía”.

—“Tus razones son válidas”.

—“¿Las aceptas?”

—“Las acepto de mente, pero no de corazón. Aquí se halla tu centro y el mío en Oporto, como bien lo sabes. Córdoba del Tucumán se ofrece ante mi vista, a través tuyo, como una gema exótica dentro de la inmensa variedad de pueblos reunidos en el gran imperio español de ultramar de la Casa de Austria... Ese imperio que ahora ha perdido la Lusitania adonde yo regresaré”.

—“Quedará tu aroma a delfines en el empedrado”.

—“Se transformará en perfume de tuna y pensarás en Oporto. Me amarás y no me necesitarás. Te olvidaré y no dejaré de amarte”.

(CONTINÚA)