Última edición por petra5; 22-nov.-2016 a las 14:13
Un gran problema de todos los tiempos ha sido el de interpretar pasajes extraídos del libro sagrado a conveniencia, perdiendo de vista (frecuentemente de manera subconsciente pero intencional) el contexto general o la globalidad del mismo. De esta manera no se llega a la verdad, sino a lo sumo a "mi verdad" (esto es, a una verdad ficticia y de puro interés egoísta). En cuanto al conocimiento o ciencia, en el libro de los proverbios de Salomón está escrito: "¿Hasta cuándo, simples, amaréis vuestra simpleza y arrogantes os gozaréis en la arrogancia y necios tendréis odio a la ciencia?" (Proverbios salomónicos, capítulo 1, versículo 18; Biblia de Jersusalén; obsérvese que la ciencia y la arrogancia no se encuentran en este texto sagrado en relación de causa-efecto, pues la verdadera ciencia debería partir del dicho socrático "sólo sé que no sé nada"; y actualmente debería ser así más que nunca, pues mientras la capacidad científica humana ha ido despejando neblinas y oscuridades en progresión aritmética (supuestamente hablando) también ha ido multiplicado interrogantes colaterales en progresión geométrica (comparativamente hablando): se puede decir que asistimos a un momento en el que el formidable desarrollo de la ciencia nos ha colocado bajo una inevitable e infinitamente caudalosa catarata de ignorancia cognoscitiva (forzando al individuo preclaro y sensato hacia la humildad y la modestia); no querer aceptar este hecho, cuya inercia nos conducirá inexorablemente a puertos más intimidantes en cuanto al desarrollo vertiginoso de preguntas sin respuesta, es cegarse a la realidad)... Saludos.
Última edición por Etic; 23-nov.-2016 a las 15:13
[EL DIOS EMOTIVO, comentario 25]
Si bien parece no haber respuestas académicas confiables para esas cuestiones, tenemos que decir que la sagrada escritura contiene (explícita o implícitamente) la información necesaria para poder satisfacerlas, aunque para encontrar las claves es necesario esforzarse concienzudamente por adoptar el enfoque correcto. Ahora bien, un tal enfoque no puede provenir de imposiciones criteriológicas humanas, como casi siempre se ha hecho en Teología (por ejemplo, intentando comprender los pasajes sagrados a través de elementos filosóficos tomados del pensamiento de Aristóteles y Platón); sino que, ante todo, se debe buscar la guía interpretativa que emana del tema fundamental de la Biblia, así como del conocimiento de “por qué” y “para qué” ha sido dado este libro sagrado (y, curiosamente, estas incógnitas son despejadas por la propia Biblia).
[EL DIOS EMOTIVO, comentario 26]
¿Qué criterio, lógica o razonamiento llevó a los pedagogos y pensadores occidentales a rechazar de plano las emociones y a elevar la “razón o raciocinio” por encima de toda otra cosa? Parece que la idea, auspiciada por los ilustrados, de ver a las emociones y sentimientos como si fueran un lastre intelectual fue la causa. Evolucionistamente hablando, se creía que el ascenso en la escala filogenética para órdenes de seres vivos superiores comportaba una obligatoria pérdida de las componentes emotivas en favor de una ganancia para las facultades intelectivas vinculadas al raciocinio. De hecho, buena parte de la cinematografía de ciencia ficción del siglo pasado, haciéndose eco de este paradigma racionalista, daba por sentada la hipótesis de que el progreso de las civilizaciones del futuro dependería básicamente del uso máximo del raciocinio y de la concomitante represión del “parasitismo” emocional. Es decir, la clave del éxito radicaría en eliminar la influencia que las emociones y los sentimientos ejercen sobre la mente racional, a la vez que se debía potenciar todo lo posible el desarrollo de dicha mente racional.