DESPUÉS DEL GRANIZO
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Cuando el granizo cesó me encaminé por un sendero delgado y sin greda. No sabía que había tomado la curva que llevaba hasta tu senda. No sabía que el cielo había aclarado en el camino de tu casa… Y no pensé en detenerme más que un instante, porque la prisa me acuciaba desde un tiempo innombrable.

Cuando vertiste el café sobre las tazas. Cuando me llevaste a tu fuente del río para hacerme sentir el sabor del agua natural de la tierra… Yo todavía no captaba la realidad que ese paisaje tenía para mí.

Pude ver que todo brillaba con una claridad de luz y de siesta. Percibí el hechizo de tus manos y el misterio de tu mirada, como un juego encantador que el destino me había obsequiado en mitad del camino. Esperé que todo se diluyera prestamente, y que tu aroma y el sabor de tus nísperos, fuesen sólo un saludo pasajero que la vida me ofrendaba en mitad del trayecto.

Ignoro cómo me detuve. Ignoro cuándo comprendí que la fragancia de tu piel me acompañaba desde un tiempo infinito. Y era parte y realidad de una multitud de imágenes que yo venía recreando desde el pasado.

Todavía hoy me pregunto, por qué pensé que estaba tan lejos, cuando estaba en realidad frente a tu puerta. Por qué creí que sólo debía contemplarte como a una imagen irreal … Como a un ser de mitología … Como a una figura inexistente y sólo creada por mi pensamiento.

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Alejandra Correas Vázquez